• Ángelo Gutiérrez Hernández
Los mexicanos, en su mayoría, estamos orgullosos de lo que tenemos como nación, pero siempre nos quejamos y criticamos de lo que otros hacen o dejan de hacer, pero muy pocas veces asumimos nuestra responsabilidad o irresponsabilidad con este bello país.

 

No hay duda que México es un país maravilloso, hermoso, generoso. Esta tierra que nos vio nacer nos ha dado mucho más de lo que nosotros le hemos devuelto. Tierra generosa con propios y extraños, con quienes aquí nacimos como con aquellos que la adoptaron por circunstancias diversas, para cobijarse en sus Símbolos Patrios y por supuesto, en sus leyes. 

México, la tierra pródiga, dotada por la generosidad de Dios de todo aquello que el ser humano podría desear. Con tierras, mares, ríos, montañas y un mosaico pluricultural e ideológico que muchos quisieran y también ambicionan.

Esta bella nación es amada y venerada por sus hijos, pero también traicionada. 

Porque la traición es lo que convirtió a nuestra tierra en botín de quienes han ambicionado quedarse, adueñarse de ella.

La desorganización, las rivalidades, que no son nuevas, la han mantenido de alguna manera secuestrada. Nuestra tierra estaba predestinada seguramente a ser una gran nación, sin esa pobreza en la que la mantienen sumida quienes gobiernan.

Eso es traición. Porque no darle al pueblo bienestar y pensar en el beneficio personal solamente, es traicionar los ideales de quienes lucharon y ofrendaron su vida por dejarnos una tierra libre para convertirla en un proyecto de nación, pujante, que fuera el ejemplo ante el mundo entero.

A nuestra tierra la han saqueado siempre; desde el extranjero que se robó parte de nuestra riqueza traicionando la amistad que los nativos le ofrecían.

Y la siguen saqueando aquellos que a través de los cargos públicos se han beneficiado ellos y sus familiares. Ellos, los que han preferido traicionar a la Patria alimentando su ambición desmedida, que devolver lo que a todos pertenece.

Pese a todo, qué bonito es nuestro México; en estas fechas septembrinas renace en nosotros el orgullo de ser mexicanos al ver nuestra bandera ondear majestuosa. Nuestra bandera, considerada la más bella del mundo es nuestro orgullo, como lo son nuestros Símbolos Patrios que nos otorgan identidad.

Pero nosotros como mexicanos, ciudadanos todos, también hemos traicionado a nuestra nación, porque siempre queremos y deseamos que los demás hagan de nuestro país una mejor nación.
Criticamos, fustigamos, señalamos, pero qué hacemos para que desde nuestras obligaciones y responsabilidades, demostremos el amor por México. La verdad que no hacemos nada o muy poco.

El artículo 31 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que son obligaciones de los mexicanos, fracción IV.- Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como del Distrito Federal (hoy Ciudad de México) o del Estado y Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes. Sin embargo, la mayoría tratamos de evadir esa obligación. Tampoco cumplimos con nuestros derechos como elegir, de manera informada, a nuestras autoridades ni participamos en la toma de decisiones de nuestras demarcaciones.

Es tiempo de que mostremos ese amor a México con más acciones que solo con críticas, porque en la manera de que todos contribuyamos a mejorar nuestro presente podremos generar mejores condiciones para el futuro de nuestras generaciones. 

Es un hecho que a los mexicanos nos gusta gritar, bailar, divertirnos; pero también sabemos responder en los momentos difíciles. Nuestra naturaleza, heredada de nuestros ancestros, es de fortaleza. Nada parece vencernos. Somos resistentes al dolor, solidarios en las necesidades de nuestra llamada raza de bronce, por eso creo que es tiempo de impulsar hacia la grandeza nacional con acciones positivas de todos.