• José Vicente Sáiz Tejero
El ex presidente Calderón, en asociación tácita con el PRI, torpedea las expectativas del que fue su partido

Tiempos de Democracia

 

Se profundizan y enconan las tensiones cupulares en los partidos que participarán en la lucha electoral

Menú de opciones: Morena, la alternativa antisistema versus el actual statu quo, con matiz panista o priísta

 Tendrán que pasar semanas para ponderar con justeza el efecto de la renuncia al PAN de la señora Zavala. Por su parte, los medios vinculados al oficialismo magnificaron la afectación que la decisión del calderonismo ocasionará en las expectativas electorales, no sólo del Frente a cuya cabeza está Ricardo Anaya, sino también en las de Morena y, claro, -en otro sentido- en las del PRI. Así pues, será hasta que se calmen las aguas cuando se esté en condiciones de redimensionar la fuerza de cada una de las facciones que entrarán en pugna el 2018.

 Secuelas de la renuncia

  Necio sería pensar que no tendría consecuencias la estrategia trazada por el ex presidente Calderón para la campaña de su esposa. Puede adelantarse, empero, que no serán de la magnitud que quiere darle Ochoa Reza, el líder priísta. La dimisión de la hoy ex panista tendrá, eso sí, dos efectos de los que darán cuenta las próximas encuestas: uno, inmediato, derivado de la sobreexcitación política provocada por los medios y que inevitablemente restará puntos al Frente, y otro, diferido, que ubicará en la realidad el nivel de aceptación de Margarita, valorada ya no como militante del blanquiazul sino como aspirante independiente, con todas las limitaciones inherentes a ese tipo de candidaturas.

Falacia argumentativa

  Los argumentos en que basa Margarita sus reclamos a Anaya no tienen sustento. De acuerdo a las normas del PAN y al calendario fijado por la autoridad electoral, Ricardo Anaya está en su derecho de mantenerse como dirigente del partido y diferir, tanto como lo juzgue conveniente, su dimisión al cargo hasta los límites que la ley establece. Se queja también de que el queretano tiene bajo su control a todas las estructuras de la organización. ¿Pues qué otra cosa ha de esperarse de quien tiene el mandato de conducir un partido? ¿que ceda a sus adversarios puestos clave desde los que, a buen seguro, entorpecerían sus programas y aspiraciones? Margarita tenía perdida la candidatura sencillamente porque la facción fiel a su marido era y es a todas luces minoritaria.      

Valoración realista

  Para tratar de entender qué hay detrás de esta maniobra lo procedente es precisar cuál es su objetivo, e identificar quien es su beneficiario. Quizá haya quien crea en la ingenua hipótesis de que, sin el apoyo del que fuera su partido, Margarita podría volver a Los Pinos, ya no como Primera Dama, sino como Presidenta de la República. En otros artículos he escrito que, sin desconocer la discreción con que desempeñó su papel de esposa del Primer Mandatario, no veo en ella las características que se requieren para desempeñarse en un cargo de responsabilidad tan alta como la Jefatura de Estado y la de Gobierno de un país tan complejo como México.

El lastre felipista

  Así las cosas, es lógico preguntarse si Felipe Calderón abriga en serio la pretensión de reelegirse a través de su esposa, o si más bien son otros sus propósitos y actúa en cumplimiento de inconfesables compromisos. De lo que no hay duda es que el michoacano pasará a la historia como el presidente que metió a México en una guerra que ha costado más de 200 mil vidas, guerra que, dicho sea de paso, no se libra para defender a la Patria, sino para impedir el paso de drogas a Estados Unidos. Las culpas de no haber buscado otra solución a un problema que no nos concernía serán por siempre el signo de su biografía y, justo o no, a Margarita le será imposible tomar distancia de las erróneas decisiones de su marido.

Suspicacia inevitable

  Si por las razones apuntadas no fuera el fin de Calderón lanzar a su mujer a la aventura sin destino de ir en pos de una utópica Presidencia de la República, entonces… ¿a qué le tira el ex mandatario? ¿a saciar su sed de venganza contra un panismo que siempre se resistió a sus designios, incluso desde los tiempos en que despachó en Los Pinos? ¿o es que el acuerdo de ayuda pactado con Peña Nieto -léase Sólo Así de Jorge Castañeda- al principio de este sexenio comprendía allanarle electoralmente el camino al PRI en el 2018? La suspicacia se basa en un hecho incontrovertible: el beneficiario de la división del PAN es el tricolor, que quedaría ante el electorado como el único partido capaz de enfrentar a López Obrador. 

Ajustes estratégicos

  Al mismo tiempo que recluta quintacolumnistas -el senador Ernesto Cordero, por ejemplo, con sus homólogos Javier Lozano y Roberto Gil-, el PRI presiona en todos los frentes posibles a sus partidos rivales, Morena y los del Frente. Y lo hace por dos entendibles razones, oportunistas y cortoplacistas ambas. La primera, de orden propagandístico, tiene como finalidad exhibir a sus antagonistas como organizaciones mezquinas insensibles ante la tragedia. La segunda es cuestión meramente de dinero, y se inscribe en un frío cálculo de necesidad de recursos para afrontar una elección que, por lo menos en principio, le pintaba con un signo marcadamente adverso.

Cuestión de dinero

  Ambos motivos explican, entre otras cosas, el sainete que los tricolores montaron en San Lázaro la pasada semana, una representación teatral evocatoria de la época en que imponían su mayoría mientras se mofaban de la impotencia de sus opositores. Y es que, aunque al PRI le fluyen apoyos financieros por distintas vías, sus dirigentes se percataron que su demagógico gesto de desprendimiento le puede dejar en desventaja respecto de sus adversarios si Morena y el Frente administran sus donaciones a través de sus propias organizaciones.

El dilema de fondo

   Ni el dramatismo de los acontecimientos del mes de septiembre pasado -terremotos, ciclones, inundaciones, etc.- ni la renuncia de la señora Zavala modificaron los campos en los que se librará la batalla del 2018: de un lado sigue adelante la propuesta antisistema de López Obrador y, de otro, la de los partidos que se disputan la posición contraria, es decir, la de la defensa del actual statu quo. Sin ignorar que hay otros elementos a considerar en la contienda por la Presidencia -la indignante corrupción, la creciente inseguridad y la fluctuante economía, por citar sólo tres de los que más nos afligen- el planteamiento inicial de la gran elección es así de simple.

Las tensiones intrapartidistas

   A Andrés Manuel no hay quien le dispute en Morena su liderazgo, ni su candidatura, ni su propuesta. En la etapa previa al inicio de las campañas no existe ninguna fuerza interna capaz de alterar la hoja de ruta del tabasqueño. A partir de este hecho, resulta natural que en estos días la atención se desplace al campo opuesto donde, ahí sí, aún priva la indefinición y prevalecen los jaloneos.  En el partido en el gobierno, las tensiones se viven soterradamente, mientras la militancia aguarda -silente pero impaciente- que el dedo presidencial cumpla con el ritual y señale al elegido; sólo entonces empezarán a movilizarse y sólo entonces, repito, sabremos si su tradicional disciplina partidista mantiene sin fisuras la unidad tricolor. Y en el PAN, partido ancla del Frente, tendrán que superar los escollos que le han surgido a la propuesta de Anaya.

ANTENA ESTATAL

Reverberaciones locales…

…en Morena

  El monolitismo morenista no excluye la posibilidad de que surjan inconformidades con las designaciones de los coordinadores territoriales. Tal eventualidad, aunque improbable, no es descartable. Así, la postulación al Senado de Ana Lilia Rivera -luchadora social de intachable reputación- y de José Antonio Álvarez Lima -político de experiencia, equilibrado y sensato- son inamovibles, así como lo es también la de Lorena Cuéllar a la diputación del tercer distrito. No acontece lo mismo con los personajes enfilados al primero y segundo distrito, cuyos nombres dicen poco a la ciudadanía, y lo que dicen no es ni bueno ni relevante.

…en el PRI

 Para disputar los dos escaños tlaxcaltecas, en el PRI están encaminados Anabell Alvarado y Florentino Domínguez. Por la diputación del primer distrito debería ir José Luis Ramírez Conde, priísta de base fiel a su partido en las buenas y en las malas, pero tiene enfrente al hijo del ex gobernador González Zarur, al que descolgaron de la fórmula al Senado. En el tercer distrito errará el tricolor si no elige a Blanca Águila, una combatiente sindicalista que ha enfrentado con valor todo tipo de embates. En el segundo distrito, en cambio, salvo Héctor Martínez, síndico de la administración de Anabel Ávalos, no se ve a nadie más con conocimiento y posibilidades reales.

…en el Frente

   Al ver atropellada su aspiración a presidir el Senado, Adriana Dávila mudo su filiación y -supongo yo- ahora milita en las filas de Anaya. Pero más allá de eso, el comité estatal sigue sus lineamientos, por lo que no es difícil intuir que, en su futuro, o hay una candidatura plurinominal a San Lázaro o, por lo menos, podría postularse para la diputación federal por el Primer Distrito. Su correligionario Juan Corral no podrá ser parte de la fórmula senatorial si es que, como se dice, un lugar está ya acordado para el perredista Alberto Amaro. Y si Anaya negocia con Moreno Valle su declinación, el segundo sitio en esa boleta va a ser para Aurora Aguilar. Los demás, que me perdonen, me parecen todos actores secundarios.

 

 

Para la Primera Plana

 

Es lógico preguntarse si el ex presidente Felipe Calderón abriga en serio la pretensión de reelegirse a través de su esposa, o si más bien son otros sus propósitos y actúa en cumplimiento de inconfesables compromisos.