• José Vicente Sáiz Tejero
Los rencores supremacistas de Trump contra México, valladar para la recuperación del empleo en Tlaxcala

Tiempos de Democracia
 

 

Varadas las complejas conversaciones para alargar su vigencia, el TLC está en riesgo de dejar de existir

PGR tiene un código que prevé el cese del elemento que lo transgreda... ¿quedará quien apague la luz?

   Además de las limitaciones que la naturaleza impuso a la entidad, Tlaxcala ha tenido que lidiar por años con su mala suerte. En esta ocasión me refiero a que, si hemos de dar crédito a las voces enteradas, se están multiplicando los indicios que apuntan hacia un próximo naufragio de las negociaciones entabladas con Canadá y Estados Unidos para poner al día los contenidos del Tratado de Libre Comercio. Si tal cosa llega a suceder, la industria automotriz sería la más afectada y, consecuentemente, la fabricación de autopartes acusaría sus negativos efectos. Como es sabido, este rubro se ha constituido en la vía apta para aliviar el rezago histórico que, en materia de empleo, arrastra Tlaxcala de mucho tiempo atrás. En buena medida, es a esa actividad a la que se debe el incremento registrado este año en el número de trabajadores inscritos en el Instituto Mexicano del Seguro Social.  

Entendimiento imposible

  Las abusivas exigencias del equipo negociador de Donald Trump  no pueden ni deben ser asumidas por México. Incluso algunas parecen formuladas, no con el entendible y legítimo objetivo de obtener ventajas comerciales para su país, sino más bien con el deliberado afán de bloquear toda posibilidad de alcanzar un entendimiento. La última desmesura trumpiana consistió en imponer al TLC un plazo quinquenal de caducidad lo que, de concretarse, haría inviable que cualquier inversionista pusiera su capital en negocios que requieren para su maduración de plazos mucho mayores. Y en el capítulo de las llamadas reglas de origen, la absurda demanda de que el porcentaje de componentes con los que se arma un automóvil provengan en un 85% de los Estados Unidos golpearía la estructura productiva de México y, en particular, a la incipiente planta industrial tlaxcalteca.

Consecuencias inmediatas

  Mientras el esquizofrénico sujeto que hoy despacha en la Casa Blanca gobierne los destinos del país más rico y poderoso de la tierra, poco será lo que el nuestro pueda hacer para defenderse de sus atrabiliarios embates, excepto prever los paliativos que alivien en lo posible los daños que comenzó a causarnos desde el momento en que anunció su propósito de renegociar el que sigue llamando “…el peor tratado comercial de la historia de los Estados Unidos…”. Esa actitud -reiterada en distintos tonos por Trump a lo largo de meses- debe prepararnos para encajar las consecuencias que traerá una abrupta cancelación del acuerdo, evitando caer en la ingenuidad de suponer que México tiene la fortaleza necesaria para adaptarse sin problemas a un escenario distinto en el que, para bien o para mal, ya estábamos habituados. No nos engañemos: sin el TLC, el peso se depreciará hasta en un 20%; los productos americanos que se expenden en nuestros mercados se encarecerán en igual o mayor proporción; el impacto a la inflación será severo, los intereses acelerarán su carrera alcista y lo peor, se iniciará una curva de desempleo difícil de saber adónde llegará.

 Fortuna adversa

  No carece pues de base afirmar que la mala suerte se ceba con cruel reiteración con Tlaxcala. Vea usted, amigo lector: a la ancestral tacañería de la tierra y a su impredecible y errática climatología, hay que agregar que sus fuentes laborales más importantes se han ido cayendo una tras otra a lo largo del último medio siglo. Así, de la cartografía laboral del estado desaparecieron los puestos de trabajo que emanaban de la función ferrocarrilera, menguada por obra de un gobierno federal incapaz de hallar esquemas de avenimiento con un sindicato de trabajadores reivindicativo y luchador. Antes, la mutación de los gustos de la población consumidora -en especial la de la capital- redujo hasta su casi total extinción el que fuera próspero negocio del pulque, en perjuicio de no pocas haciendas tlaxcaltecas cuya vida económica se sostenía gracias a la venta del apreciado neutle. Otro significativo tropiezo lo constituyó el que la industria textil tlaxcalteca, que gozó de merecida fama en México y que contribuyó a vitalizar la economía regional y a dar sustento y trabajo a centenares de familias durante casi cien años, no atinó a modernizarse y cayó en la obsolescencia. Sus productos fueron desplazados por otros extranjeros, de precios más asequibles en virtud de sus métodos de fabricación automatizados.

Declinación

  De menor cuantía, pero dignos también de ser considerados, eran los recursos que derivaban del espectáculo taurino. Asiento de un número importante de ganaderías de bravo, Tlaxcala fue el principal proveedor de toros de lidia en los estados de la República donde la tauromaquia era el entretenimiento por excelencia de los mexicanos. Los astados tlaxcaltecas -a la par con los zacatecanos- figuraban en los carteles de las plazas de la capital de la República, y aún en varias de Suramérica. Mucha gente vivía en torno al toro y las actividades periféricas que generaba. Lamentablemente, todo ese mundo ha pasado a ser una reliquia del pasado; la modernidad, por una parte, y la torpeza con la que el espectáculo taurino fue administrado, por otra, lo redujo a la marginalidad y, en la actualidad, apenas si tiene alguna incidencia a nivel regional. Y con una agricultura dedicada fundamentalmente al autoconsumo, a Tlaxcala sólo le quedó el comercio y los empleos burocráticos estatales y municipales. Mas esas actividades, que por sí solas no producen riqueza, no podían resolver el problema del desempleo y la pobreza. Y no lo resolvieron.

Industrialización

 Cuarenta años atrás, Emilio Sánchez Piedras, un político con visión que conocía a la perfección la problemática de su estado, planificó el despegue de Tlaxcala con base en una industrialización hasta ese entonces inexistente, a excepción, si acaso, de unas cuantas rudimentarias plantas textileras sobrevivientes. Con esa convicción, construyó la primera ciudad industrial del estado y atrajo a la entidad instalaciones fabriles de primer nivel; Atlax y Clemex fueron dos destacados ejemplos. Sánchez Piedras sabía que, que por más que se le invirtiera al agro, sólo paliaría la atávica penuria que sufría desde tiempos inmemoriales. No desasistió al campo, pero comprobó que, de los programas que implementó para beneficiarlo, ninguno funcionó. En cambio, los empleos creados por las primeras industrias llegadas a Tlaxcala hicieron que mutara la correlación numérica entre campesinos  y obreros, antaño abrumadoramente favorable a los primeros. En pos de labores mejor remuneradas, se produjo una corriente migratoria del agro hacia la ciudad; creció el nivel de la escolaridad y aumentó la actividad económica.

El estancamiento

  Aquel impulso que dio al estado Sánchez Piedras se ralentizó en los sexenios posteriores, frenándose el ritmo de desarrollo que empezaba a apuntar. Otras fueron las inquietudes de los gobernantes que le sucedieron lo que trajo de nuevo el estancamiento del que habíamos empezado a escapar. Hoy no queda más que afrontar las cosas como son, y no como quisiéramos que fueran; ese es el primer paso para resolver nuestros problemas. Divagar mañosamente con números y estadísticas no nos aleja de la terca realidad, esa que ubica a Tlaxcala en los últimos peldaños del desarrollo nacional, apenas adelante de los estados en los que existe una más elevada proporción de población indígena. La causa de ese retraso no es la pequeñez de nuestro territorio; entidades con parecida extensión -Colima, Morelos y Aguascalientes- nos aventajan en todos los rubros. Habrá quien juzgue excesiva y hasta ofensiva la anterior afirmación; sin embargo, los indicadores del desarrollo -los confiables, no los que con tanta maña se divulgaban de continuo el sexenio anterior- ponen al descubierto los severos déficits que Tlaxcala registra en la mayoría de las asignaturas.

Mala estrella

  Reconozco que, analizado el tema materia por materia, se pueden hallar matices atenuantes; empero, el diagnóstico de fondo no se altera sustancialmente aun cuando sean celebrables datos como el crecimiento reciente registrado en el empleo formal. Mas véase esa misma información en perspectiva: es verdad que nos acercamos a los cien mil trabajadores inscritos en la seguridad social; empero, para alcanzar la media nacional, deberíamos tener ¡doscientos mil! Cobremos conciencia pues que aún es largo el camino por recorrer. Y cuando me refiero a la mala suerte que parece cercarnos una y otra vez, aludo al hecho de que, cuando todo indicaba que al fin se había encontrado una ruta para alcanzar un avance prometedor y sostenido, ahora, precisamente ahora, se entromete la perturbadora figura de un presidente norteamericano empeñado en desahogar sus supremacistas rencores contra la nación mexicana. Mala suerte, como queda dicho… que requiere de una limpia urgente.  

ANTENA NACIONAL

¿Código de conducta en la PGR?

  Santiago Nieto, titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales ha sido destituido de su cargo por “…haber transgredido el código de conducta de la Procuraduría General de la República…”. ¿Código de conducta en la PGR? ¿código de conducta en la dependencia cuyos agentes arrancaban por medio de la tortura la confesión a los indiciados de cometer algún delito, fuera este cierto o fabricado? ¿código de conducta en la instancia gubernamental que por décadas fue utilizada por el gobierno como instrumento de intimidación contra disidentes del régimen? ¿de cuantas más novedades tan sorpresivas como esta habremos de enterarnos de aquí a las elecciones? ¿usted lo sabe, amigo lector? Pero sobre todo… ¿usted las cree?