• Pedro Morales
Lamentablemente y a medida que transcurren los días de feria, los tlaxcaltecas viven en cada evento los atropellos de los herederos de la fortuna familiar y del contubernio política-negocios; son hijos de la desigualdad y la impunidad, en que se convierten funcionarios, familiares, amigos y compadres.

Qué lejos están esos días en que las familias gozaban de su feria en la instalaciones del Centro Expositor “Adolfo López mateos”, donde el acceso era gratuito, para además de gozar de una verdadera feria familiar podían ver a los leones y changuitos en sus jaulas.

En tiempos de Tulio Hernández la feria pueblerina dio un giro, se internacionalizó con  eventos de relevancia internacional, y fue entonces que las familias seguían disfrutando de una feria entre tradicional y moderna.

Y luego vino el negocio, funcionarios de las administraciones siguientes se repartieron los mejores lugares, por ejemplo para los restaurantes y los antros, de acuerdo al cargo en el gabinete era y es el tamaño y la importancia del negocio en la feria.

Por eso de ser una feria familiar se convirtió en “La Feria de Todos los Antros”, y así al devenir hasta nuestros días, donde se dice que es una “feria familiar”, pero que hay que pagar por solamente entrar al recinto ferial, que se supone son instalaciones públicas, edificadas con dinero de los tlaxcaltecas.

Han bastado un par de semanas de feria para ver surgir a una nueva fauna de nuestra sociedad, “Los Mirreyes” que es una élite forjada a base de la distribución discrecional de beneficios.

A través de la política, para ellos, los negocios florecieron al amparo de un sistema de conflictos de interés y de corrupción institucional, que favorece las tranzas, los tratos y concesiones entre políticos destacados, apellidos de abolengo y los más acaudalados.

Hay que observar que Los Mirreyes llegan a los mejores restaurantes y todo lo pagan con el poder de su firma, los mismo que en todo lo que se pueda facturar y existe la sospecha que esta facturación va, como siempre, directamente a un gasto de “representación”, para justificar el dispendio.

Otro asunto pendiente es la cuestión del manejo de los dineros, por ejemplo en todos los eventos de calidad, hasta las luchas, que son a beneficio de instituciones que apoyan a las familias.

Pero nunca se han rendido cuentas, para saber cuánto es donado, cuales son la cantidades y por eso es que Tlaxcala es la campeona de la opacidad a nivel nacional, porque tampoco se sabe en qué se gasta tanto dinero.

Pero la verdad es que en mi pueblo, allá en Santa Bárbara Acuixcuixcatepec, a eso le llaman evasión de impuestos donde todos ganan, empresarios, organizadores, patronato, actores, toreros o luchadores.

Pierden las instituciones como la Cruz Roja o el DIF, donde para acabarla de fregar solo les llevan curitas y torundas con alcohol y a los niños galletas y todo el dinero que era supuestamente para mejorar sus condiciones desaparece sin que intervenga el SAT.

Hacienda debe de mandar a sus feroces inspectores al recinto ferial y dejar de perseguir a quienes con el sudor de su frente cada día se ganan el sustento de su familia y que son obligados a la formalidad y apagar uno tras otro los impuestos.

Más allá de los partidos políticos y de las transiciones democráticas en Tlaxcala, ellos, los privilegiados, han sabido subsistir. Las élites económicas tienen más poder que nunca, y Los Mirreyes son sus más llamativos representantes.

Es un comportamiento de una lumpen-burguesía dependiente, con muy poco capital cultural y una posición racista. Cuando se habla de “los nacos”, “la plebe”, ese tipo de expresiones de hijos de políticos, de funcionarios, de empresarios.

Si Usted, amigo o amiga tlaxcalteca quiere conocer de cerca a los nuevos Mirreyes de Tlaxcala, vaya a la feria, a cualquier evento de mediana calidad y de inmediato los va a ubicar.

Se puede llegar cuatro o cinco horas antes de los eventos, para alcanzar un buen lugar y estar de pie, pero se va uno a topar con una barrera de metal, esta nueva muralla es también para apartar a las clases sociales, los tlaxcaltecas de primera, los privilegiados.

Le llaman a este tipo de barreras “corrales de la ignominia”.

Estos Mis Reyes son los funcionarios desde el gabinete estatal, secretarios, directores y sus amigos y familias, pero lo son también diputados, representantes de los poderes, delegados federales, dirigentes de partidos y sus achichintles.

Ahora los podemos ver para conocerlos desde este lado de las barreras de metal, tal y como antes las familias veían en este mismo lugar a los anímeles en sus jaulas, a los leones, a los changuitos y había hasta víboras.

Los guaruras le impiden el paso al populacho, pero en cuanto llegan Los Mirreyes con su trompita parada y frunciendo la nariz, porque huele a pueblo, de inmediato se abren las barreras y hasta sillas alcanzan.

Esto se ha comprobado en todos y cada uno de los eventos masivos, es claro que esta feria además de todos los vicios, ya se convirtió en solo un par de semanas en escaparate de las clases sociales.

Las de ellos, Los Mirreyes, que son los consentidos, a los que les apartan los lugares y los tlaxcaltecas de segunda y hasta tercera que no caben en los lugares privilegiados.

Ni se diga en los mejores lugares del palenque, la plaza de toros o en las paellas donde definitivamente no tienen acceso los tlaxcaltecas de segunda o de tercera, según esta nueva administración.

Pero todo esto tiene una explicación, esta división tan marcada de las clases sociales debe ser una vergüenza para los iniciadores de esta feria que en su nacimiento fue planeada para el pueblo, para los que no tienen dinero que no son políticos… QUE NI OSTENTAN, NI ABUSAN DEL PODER.