• José Vicente Sáiz Tejero
El ideario tecnocrático, neoliberal y antipopular de Meade, impuesto al priísmo revolucionario

Tiempos de Democracia

 

Jugarreta mentirosa e innecesaria de Peña Nieto a los medios y, por extensión, a la sociedad

El Informe de mañana, oportunidad para que Marco Mena imprima acento propio a su gobierno

  Los sucesos políticos acaecidos en territorio priísta la semana pasada me volvieron a mis años mozos. Me sentí joven, como si el tiempo no hubiera pasado, ni por mí, ni por México. Como si nada hubiera cambiado en mi país; como si no hubiera servido el dinero invertido en la educación; como si padeciéramos los mismos miedos de hace medio siglo; como si de pronto se volviera a escuchar la voz de Ruiz Cortines, o de López Mateos, o de Díaz Ordaz, o de Echeverría, o de López Portillo; como si las redes sociales nunca hubieran existido; como si no hubiéramos leído El Ogro Filantrópico, o El Estilo Personal de Gobernar, o los mil otros textos esclarecedores de la forma como operaba la dictadura perfecta; como si, en fin, el 68 y su mensaje de inconformidad no nos hubiese quitado de los ojos la venda que nos impedía ver. El rechinido ensordecedor de los fierros viejos de la maquinaria priísta en trance de iniciar la marcha copó todos los espacios de la comunicación, y dejó poco sitio para hablar y pensar en cosa distinta.

Añoranzas

   A ese viaje hacia atrás en el tiempo que el renovado (¿) PRI me permitió realizar contribuyó el discurso del jerarca cetemista Carlos Aceves del Olmo -mala copia del legendario Fidel Velázquez-, así como los cánticos y porras que sus huestes entonaron en honor del recién desencapuchado. Los arrugados rostros de los ex líderes de la CNC, o los de ese cascarón vacío que fue siempre la CNOP eran las imágenes que me faltaban para completar ese evocador periplo por épocas pretéritas. El tinglado de la vieja farsa que cité la pasada semana -frase inicial de Los Intereses Creados, pieza teatral de Benavente- se habría montado de igual o parecido modo si el elegido hubiera sido Nuño, Narro, o De la Madrid. Y quizá lo hubieran interpretado con más entusiasmo si el dedo presidencial hubiese señalado a Osorio, un priísta más hecho a las prácticas del tricolor que Meade, un ciudadano apartidista -¿o prianista?- que se sonrojaba al escuchar la catarata de lambisconerías que los sectores oficialistas vertían sobre su persona. Ya se irá habituando.  

Dudas

  Me pregunto qué tan real es el fervor con que ayer domingo el priísmo acogió a Meade al ser ungido como su abanderado. Me pregunto también si los gerifaltes tricolores piensan que esa parafernalia tan burda sigue siendo el método idóneo para colocar en el imaginario popular la figura de quien hace seis años laboraba para un gobierno panista. Y me cuestiono así mismo si quienes dirigirán la campaña la basarán en el discurso tecnocrático de Meade -persuasivo ante economistas y banqueros, pero ineficaz y contraproducente ante las masas priístas- para explicar en las plazas públicas, por ejemplo, las razones por las que elevó el precio de la gasolina, principal disparador de la inflación. Su dialéctica de corte inocultablemente neoliberal no le será de ninguna utilidad para escapar indemne en los tres debates que tendrá que sostener con Anaya y López Obrador. No me lo imagino, como tampoco lo veo empolvándose los zapatos en pos del voto de los humildes; él, Meade, más acostumbrado a trasladarse en aviones que a transitar por caminos de terracería.   

Burla

  En este apartado quiero referirme a la flagrante mentira que el presidente Peña Nieto les endilgó la pasada semana a los reporteros que lo acompañaban en Baja California Sur. Engañó a los medios y, con ellos, a los ciudadanos que no participamos de ese jueguito absurdo de embustes y adivinanzas en que se convirtió la última etapa del destape de Meade. Usted sabe, amigo lector, que aludo al “…están bien despistados todos…” que transmitió urbi et orbi para supuestamente enmendar a Videgaray. La frasecita distractora se habría entendido si su objetivo hubiera sido detener una cargada que iba con rumbo equivocado. Pero no, ahora sabemos que no fue así, que envió un mensaje falso sin más afán que burlar a quienes tienen la obligación de seguir sus pronunciamientos y gestos para luego dar cuenta de ellos. ¿Habrá olvidado Peña Nieto que su investidura le obliga a hablar con la verdad? ¿Confundió acaso a una sociedad pendiente de las decisiones de su presidente con un cenáculo de priístas que le celebrarían la gracia? El problema de fondo en toda esta broma de mal gusto es que, si no se sabe si miente o dice la verdad… ¿cuándo entonces debemos creer en la palabra de titular del Ejecutivo Federal y Jefe del Estado Mexicano? Es pregunta.

ANTENA ESTATAL

El Informe del Gobernador de Tlaxcala

   En cumplimiento del ordenamiento constitucional correspondiente, Marco Antonio Mena Rodríguez dará satisfacción al formalismo de entregar al Congreso del estado el documento escrito por el que informa a esa soberanía de las actividades realizadas por su gobierno durante el primer año de gestión. Como es costumbre, el informe escrito será complementado mañana martes con una alocución dirigida a la ciudadanía que permitirá visibilizar con mayor claridad el trabajo realizado hasta ahora y, lo más importante, contendrá los indicadores de lo que será su administración a partir de que su estructura cobré forma definitiva y se vislumbren ya, con precisión conceptual y solidez presupuestal, las políticas públicas que implementará de conformidad con su plan de desarrollo. El proceso electoral que arrancó el pasado 8 de septiembre y culminará el 1º de julio del año próximo, contribuirá a despejarle el escenario y a liberarlo de los condicionamientos que ralentizaron el arranque de sus actividades al frente del Ejecutivo Estatal.