• José Vicente Sáiz Tejero
Imposible misión, la de asesorar a un político que no considera otras ideas que no sean las suyas propias

Tiempos de Democracia

López Obrador es, sin disputa, el más controversial actor de la política mexicana; o se le ama o se le odia

Su vida honesta y su singular tozudez política, tienen al tabasqueño al frente de las encuestas electorales

 Para cumplir con la tercera y última etapa de este desvarío periodístico por el que me asumí imaginaria, temporal y transitoriamente como asesor de los candidatos de las tres coaliciones que pugnan por la presidencia de la República, para cumplir con ella, repito, me di a la tarea de buscar el “cuarto de al lado” de López Obrador. El propósito era analizar con sus cercanos los términos en que se desarrollan las campañas y revisar con ellos la estrategia para evitar que esa ventaja que le reconocen las encuestas se diluya -como ya aconteció en el 2006-  antes del 1º de julio. Sin embargo, mi afán fue tiempo perdido: busqué ese espacio de deliberación sin resultados hasta que caí en la cuenta de que… ¡no existe!, o que, de haberlo, es de tan reducido tamaño que en él sólo cabe el hombre de Macuspana y, si acaso, sus tres hijos. Así las cosas, opté por hacer un catálogo de sus cualidades y defectos más evidentes, con la idea de que, sí da mérito al recuento, potencie las primeras e intente atenuar los segundos. 

El perfil

  O se le odia, o se le idolatra; o se le desea políticamente aniquilado, o bien sentado en la silla presidencial. Con él no hay términos medios. Es difícil hallar a quien que no se alinee en uno de esos dos irreconciliables bandos. Es Andrés Manuel López Obrador, el político mexicano que en el último cuarto de siglo se ha significado por ser el más criticado y también -paradójicamente- el más alabado. A su alrededor todo se polariza. Hay quien le atribuye virtudes de demiurgo, y quien no lo baja de alucinado; hay quien lo tiene por salvador de un pueblo desasido de la mano de Dios, y quien jura que hundirá al país en el caos. Su carismática personalidad no admite tonos grises; o negros o blancos. Contabiliza en los sondeos el mayor número de opiniones positivas, pero también es líder en las negativas. Sus propuestas alimentan la polémica, porque polémica es su forma de hacer política. No es, ni con mucho, el más brillante; no es consistente, pero es agudo e intuitivo como ninguno y dice lo que la gente quiere oír. Lo tildan de simplón y poco realista, pero sus ideas definen la agenda de las campañas.

Corazón partido…

 Andrés Manuel encarna la esperanza de muchos mexicanos. Su tesonero deambular por los polvosos caminos de la Patria le ha valido para ser el político más conocido de México, muy por encima de todos los demás. Mas así como ha sabido hacerse del afecto de la gente llana, también es verdad que concita la reacción contraria en los sectores conservadores, cuantitativamente poco numerosos pero económicamente muy poderosos. Se trata de una aversión que se manifiesta en diferentes grados; oscila desde una explicable pero revisable inquietud del empresariado medio y bajo hasta un irrefrenable pánico, más visceral que razonado, del que se ubica en el estrato que goza de más privilegios. Vale recordar que el lema López Obrador, un peligro para México, que dos sexenios atrás diera al traste con las aspiraciones del tabasqueño, se concibió y financió en esas cúpulas que veían escapársele sus moralmente insostenibles canonjías.     

Su visión vertical del poder

 Encasillar al célebre Peje en una ideología determinada es trabajo infructuoso. Tan se equivocan los que lo creen un activista radical de izquierda como los que lo califican de populista delirante. No es ni lo uno ni lo otro. Hacen el ridículo quienes lo vinculan con el chavismo venezolano y más aún, el patético Javier Lozano -recién designado vocero de Meade- al relacionar a López Obrador… ¡con los rusos! El discurso y las acciones del líder de Morena tienen, en efecto, una inspiración estatista identificable con el priísmo echeverrista o lopezportillista de los años setenta. A esos dos ex presidentes sí se asemeja, no sólo en su tendencia a usar el presupuesto público en alivio inmediato y directo de los desposeídos sino, sobretodo, por su propensión a no transversalizar sus decisiones ni a permitir que nadie se las discuta. Pienso en Echeverría afirmando tajantemente que la economía la manejaba él desde Los Pinos, o en López Portillo echando al discrepante Adrián Lajous de la reunión de gabinete a la que convocó para informarles de la nacionalización de la banca. Ambos mandatarios personificaban ese presidencialismo autoritario obsoleto que López Obrador evoca con su verticalismo inconsulto y cuasi dictatorial.

Sus principios

  Menos difícil es ubicar al líder de Morena en el espacio del pensamiento religioso. Aunque no hace ostentación de sus creencias, hay datos que lo ubican -de manera un tanto confusa- como seguidor de una corriente cristiana, diferenciada del catolicismo sincrético a la mexicana, si bien no distinto en su esencia. Cuando Andrés gobernó el Distrito Federal no condescendió con el vanguardismo progresista que impulsaba la libertad de la mujer a decidir sobre su cuerpo ni con la tolerancia hacia personas con preferencias sexuales diversas. Y para destacar su postura en ambos asuntos mantuvo una buena relación con esa Iglesia, recalcitrantemente elemental y retrógrada, que encabezaba el renunciado cardenal Norberto Rivera. Termino: su decisión de asociarse con Encuentro Social tuvo como objetivo sumar a su causa el factor religioso que mueve a un ejército de varios centenares de miles de fieles. Pragmatismo duro y puro, que desdeña peligrosamente las enseñanzas de la historia de México.

Su estatura ética

Sus morigeradas costumbres, su recalcada y notoria austeridad -patente en toda su trayectoria política y en su vida personal- así como su obcecado y público alejamiento de lujos y privilegios, son cualidades de López Obrador que lo blindan contra la calumnia. Las imputaciones que se le hacen -todas de discutible sustento- palidecen junto a los bárbaros latrocinios perpetrados desde el poder peñanietista. En esa materia, la de la probidad personal, el tabasqueño está a salvo de cualquier inquisición maliciosa, lo que da credibilidad a sus pronunciamientos contra la corrupción, el tema que más salpullido levanta en la piel de los funcionarios del gobierno federal… y de varios ex gobernadores que aguardan atemorizados su turno para ser presentados ante la justicia.