• Alfonso Sánchez Anaya
Existe un círculo vicioso que no será fácil romper: la falta de acciones gubernamentales que generen condiciones económicas, sociales y políticas favorables a la población,

 ha propiciado que el crecimiento de la delincuencia organizada y la violencia incorporada a ella, se haya convertido en un factor amenazante para el crecimiento económico del país, rebasando con mucho a los que tradicionalmente fueron argumentados como las principales causas, como lo son los factores económicos externos (influencia de las condiciones económicas de otros países a las que siempre se les culpó de las devaluaciones, inflaciones y demás calamidades económicas), los impuestos y la corrupción.

A la percepción del 72 por ciento de la población sobre su temor de inseguridad, que abarca una amenaza latente a la integridad física de los habitantes y al daño de sus patrimonios, según las últimas encuestas del INEGI (Encuesta de Seguridad Pública Urbana-2017), se suma una igual percepción de los empresarios mexicanos y extranjeros que tienen inversiones en nuestro país, según se deriva de las encuestas aplicadas a expertos del sector privado por el Banco de México (BANXICO).

Muchos analistas sociales, políticos y económicos han coincidido en que desde hace tiempo, la escalada delincuencial y de violencia que se vive en el país, se debe sobre todo a la falta de condiciones económicas que hagan posible que la población mexicana tenga acceso a encontrar algún empleo y desde luego con la remuneración necesaria que les permita alcanzar una vida digna junto con sus familias.

El sector social más golpeado es sin duda el de los jóvenes, que no encuentran una estructura económica que les permita canalizar sus aspiraciones profesionales, cuando han invertido muchos años de su vida en estudiar. Alrededor de medio millón de universitarios no encuentran un empleo acorde a su profesión y la mayoría no encuentra siquiera cualquier otro empleo, según datos del INEGI de los últimos cinco años. En México, el nivel de estudios no es garantía de una mejor remuneración acorde a su preparación.

Hoy la mayor amenaza de la estabilidad económica del país se encuentra en casa de manera lastimosa también, por sobre factores externos de influencia de economías extranjeras.

Hoy en México, el desinterés del grupo en el poder por el bienestar público, ha traído pobreza, pesar y dolor a la vida diaria de los mexicanos, que en las encuestas con miras a la elección presidencial del próximo 1 de julio, reflejan su hartazgo, su rechazo y su indignación, en contra de aquel grupo,  que se ha enriquecido a la vista de todos con un gran cinismo.

¿Será capaz la sociedad mexicana de unirse en un solo propósito nacional para quitar del poder a un grupo reducido de personas, que le han hecho mucho daño a este país y a su gente?

Los que tradicionalmente no votan, ¿ahora sí tomarán conciencia de que con su participación pueden decidir las elecciones presidenciales?

¿Serán capaces los opositores al grupo en el poder de cuidar las votaciones en cada una de las miles de casillas que se instalarán en todo México, para evitar lo que podría ser el “mayor fraude electoral” de la historia nacional?

Pero sobre todo, si gana la oposición: ¿será capaz ésta, de empezar a mejorar las condiciones materiales de vida de los mexicanos, así como combatir en serio la corrupción y la impunidad? Es mucho adelantarse, lo primero es lo primero: la sociedad tiene que empezar por quitar del gobierno a quienes tanto daño les ha hecho.