• Alfonso Sánchez Anaya
Durante el primer debate presidencial, fueron evidentes los ataques orquestados en asociación facciosa, en contra del claro puntero en las preferencias electorales rumbo a la elección del 1 de julio próximo; dichas agresiones, le hicieron “lo que el viento a Juárez” al candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador.

Han pasado más de dos días después del evento organizado por el INE, la resaca del debate empieza a hacer efecto en los candidatos, sobre todo en los ubicados en segundo y tercer lugar del gusto ciudadano, los números electorales casi no tuvieron movimiento, la estrategia de aliarse para golpear al favorito dejó un amargo sabor de boca a Meade y Anaya. Pensaban que al día siguiente de la emboscada, su marcada diferencia con AMLO, se vería reducida por un crecimiento de simpatizantes; en su mente, imaginaron, que el desencanto y el hartazgo por su fracasada forma de gobernar, desaparecería de la gran mayoría de los mexicanos.

Además, la atención en los medios no es exclusividad del debate, sino el vil asesinato de los jóvenes estudiantes de cine en Jalisco; una roca más que fortalece la percepción que tiene la ciudadanía de la ineptitud del gobierno para garantizar la seguridad de todos.

AMLO, optó por reservarse y guardar silencio, no lo sacaron de su posición, no estuvo dispuesto a entrar en el intercambio de agresiones, menos cuando los integrantes del PRIAN lo acosaban con calumnias; esquivó ataques y libró infamias. Se mantuvo serio, habló de lo que ya todos conocemos, se trabajará por pacificar al país, detener las atrocidades que han ocasionado las fallidas políticas y estrategias de seguridad que los partidos de Meade y Anaya han implementado en los últimos años al gobernar a la Nación.

La propuesta de Andrés Manuel es contundente, convocar a un dialogo nacional, al pueblo, a los expertos, a todos aquellos que puedan aportar ideas eficientes, para cambiar la realidad de violencia y sangre en que tienen sumido al país y, por supuesto, impulsar un crecimiento económico que sí se sienta en el bolsillo de los millones de pobres y terminar, de tajo, con la corrupción ahora institucionalizada por Enrique Peña Nieto.

La corrupción no es un asunto cultural del pueblo de México, es un problema sistémico que ha implantado este gobierno, donde integrantes de la cúpula del poder tienen las manos llenas de dineros públicos que no les pertenecen.

Pretendieron Ricardo Anaya y Meade, descalificar con vehemencia, la llamada amnistía propuesta por el Peje, lo acusan de que quiere perdonar a delincuentes y entonces infringen miedo en la población por ello. No, “amnistía no es impunidad”, “tampoco habrá venganzas pero sí justicia”, precisó el de Macuspana. Quizá le faltó decir a López Obrador a sus opositores, que no se apasionen ni se den golpes de pecho, ellos tienen en sus registros públicos no solo haber perdonado delincuentes entre sus correligionarios acusados de corrupción, sino también han dejado en libertad a capos de la otra mafia; su memoria es corta y su lengua muy larga, señores del PRIAN.

Por cierto, Meade dijo que en su gobierno (posibilidad en verdad cada vez menor), “no habrá estafa maestra, ni moches, ni ligas, ni escándalos, ni naves industriales", gran revelación del representante del PRI, ahora evidencia que los desvíos en SEDESOL, las tajadas que piden legisladores y servidores públicos de su grupo, los escándalos de Odebrecht, los socavones y casas blancas, y otras joyas de impunidad y corrupción, si existen en el gobierno de Peña Nieto; aceptó tácitamente que él lo supo, lo toleró como Secretario de Hacienda y ha callado.

De los otros dos candidatos, Margarita y el Bronco, solo nos quedarán las anécdotas después de la elección; recordaremos cómo aquella defendió a capa y espada al gobierno fallido de su esposo, y de Rodríguez, que sigue revelando muchas de sus pesadillas al psicólogo, porque sueña cortando manos a diestra y siniestra de algunos de sus amigos políticos.

Finalmente, el Semanario Proceso, publica este lunes 23 de abril, en un artículo sobre el debate: “Carlos Bravo Regidor, profesor de Política y de Periodismo en el Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE), coincidió: AMLO llegó al debate a administrar su victoria y así lo hizo. Se quedó en su primer piso observando, cascareando, sin debatir, ganar ni perder, pero él iba a no perder”.