• José Vicente Sáiz Tejero
Tiempos de Democracia

 

 

 

AMLO partió en punta, pero está perdiendo terreno; Anaya arrancó lento, pero viene cerrando con fuerza

Con el lastre de EPN a cuestas, Meade está fuera de la batalla; el Bronco y Margarita son sólo comparsas

Si en la última recta la diferencia se sigue acortando, se avizora un final de fotografía semejante al de 2006

 Exigir que los debatientes vayan más allá de sólo ofrecer un rápido y obligadamente escueto apunte de sus ideas constituye una muy extendida equivocación de la llamada comentocracia. El formato del encuentro -renovado, sí, pero aún demasiado rígido-, el número excesivo de participantes y el limitado tiempo de que disponen, imposibilita que los candidatos puedan exponer sus conceptos con mayor amplitud. No es factible que los cómos y porqués de un programa de gobierno se expliquen en unos minutos; aunque lo intentaran, no irían más allá de enunciar en términos muy generales sus propuestas.

Los debates, incentivos para la participación

Los debates se diseñan, organizan y promueven para ser vistos y escuchados por millones de personas de la más diversa condición social, y su objetivo principal es incentivar el interés colectivo en los procesos democráticos. Creo que ese propósito se cumplió a juzgar por la cantidad de ciudadanos que -por una u otra vía- se contactaron con el evento. Las explicaciones prolijas, específicas y detalladas que algunos echaron de menos no son para divulgarse a través de medios de comunicación masiva sino para exponerse en auditorios cerrados ante especialistas con alta capacidad de análisis. Cada cosa en su sitio, y un sitio para cada cosa.

Confrontación de personalidades

 Me declaro diletante de los debates; son a mi juicio elementos imprescindibles en toda competencia democrática. La confronta entre personajes que aspiran a gobernarnos proporciona información valiosa que permite ponderar su temple, lucidez, emoción, capacidad de improvisación, cultura y carácter en momentos de tensión. Con esos datos, más los que se captan a lo largo de las campañas, se va conociendo a los aspirantes, lo que a final de cuentas conduce al elector a emitir su sufragio de manera enterada. Mas dejemos las divagaciones y permítaseme abordar aspectos que juzgo de interés del encuentro del pasado 22 de abril en el Palacio de Minería.

El Bronco

Jaime Rodríguez, el tal Bronco, dio de qué hablar, y seguirá sin duda llamando la atención de la gente llana. En un país como México, en que la corrupción gubernamental rebasa la más fértil imaginación y donde la impunidad ronda el cien por ciento, es entendible que su plan de “mochar” la mano al que robe dinero del pueblo halle una acogida que no encontraría en cualquier otra sociedad civilizada regida por la Ley y el Derecho. Mas por desgracia ese rechazo a tan primitiva idea no se da aquí, donde los índices del saqueo de los bienes públicos ha alcanzado niveles inconcebibles. Y cuando aborda el tema de la inseguridad, sus conceptos remueven el dolor de cientos de miles de familias a las que les han matado un padre, un hijo, o un hermano. Acabo: no puede negarse que el Bronco tiene personalidad, que se expresa con un lenguaje elemental pero comprensible, y que transmite seguridad en sí mismo. Seguirá, repito, dando de que hablar.

Margarita

Con su actuación en el debate, Margarita Zavala me recordó a las jovencitas de secundaria que antaño competían en provincia para declamar la Suave Patria ante “el señor gobernador”. La imaginé con su maestro de canto instándola tras bambalinas a mantener el cuerpo erguido y a enfatizar el texto memorizado, impostando la voz y con gestualidades propias del teatro griego clásico. Protagonizó sin quererlo una estampa del cine mexicano de la época de Pardavé y Sara García. Por lo demás, sus alegatos a favor de la mujer -justos por supuesto- fueron los únicos pasajes atendibles de su intervención. Los relativos a la seguridad, estuvieron alineados -como era de esperarse- con las fatídicas políticas bélicas del ex presidente Calderón, su irresponsable marido. Finalmente, los revires contra Anaya ratificaron que su único objetivo era y es el desquite.

Meade

  Meade, el pulcro y experimentado funcionario que EPN escogió como candidato no priísta del PRI, no se ha atrevido -ni se atreverá- a deslindarse de los latrocinios ocurridos a su alrededor el sexenio pasado. El rol que como encubridor de los excesos del régimen peñanietista le fue adjudicado a cambio de entregarle la candidatura, y su fallido empeño por ocultar tan penosa tarea, no hizo mas que aumentar la repulsa hacia la corrupción del sistema al cual sirvió. Y si a lo anterior se le suma lo plano de su lenguaje tecnocrático y su notoria falta de enjundia se entenderá el porqué de su anunciada derrota. A estas alturas, la presencia de Meade en la batalla electoral es inocua e intrascendente, al punto de que literalmente sobra en esta competencia. Sabedora de ello, la cúpula  priísta no tardará mucho -si no es que ya lo está haciendo- en establecer contacto con la opción que le ofrezca garantía de inmunidad… a cambio de entregarle la plaza.

Anaya

El queretano tiene por delante las etapas del proceso más propicias para el progreso de sus expectativas; en ellas, es seguro que capitalizará sus reconocidas habilidades como polemista y orador. Dos más son los debates pendientes y, si atendemos a lo acontecido en el primero, seguramente habrán de servirle para acortar la considerable distancia que aún le separa de López Obrador, el hasta ahora puntero en todas las encuestas. Pero no sólo esos encuentros cara a cara con sus adversarios prefiguran un horizonte halagüeño para el abanderado del Frente por México; también están por concretarse variantes que van a sumar a su favor, como la presentación que, con Miguel Ángel Mancera, ex Jefe de Gobierno de la CDMX, deberán hacer de forma conjunta para explicar el proyecto de gobierno de coalición que conferirá cuerpo, contenido y justificación ética a una alianza que reúne a las expresiones moderadas de derecha e izquierda en el centro del espectro político. Fue el esbozo preliminar de ese esquema el que atrajo a un importante sector de la sociedad que no gusta del presidencialismo ni del ejercicio vertical y autocrático del poder y que -desde aquel entonces- está a la espera de conocerlo. De otro lado, y ante el hecho de que la lucha será entre López Obrador y Anaya, es mas que probable que el voto útil beneficie en mayor medida al queretano, aunado en su caso al que le aportaría parte del contingente migrante del priísmo que sin remedio se hunde. Por último, ha de considerarse que banqueros y empresarios ya se aprestan a incidir en las campañas, para combatir con todo, lo que ellos denominan el ideario populista de Andrés Manuel.  

López Obrador

  Malo sin paliativos fue su desempeño en el debate. Atribuir su tropiezo a la estrategia de no engancharse en discusiones suena a disculpa pueril. El tabasqueño se vio lento, cansado y sin argumentos, proyectando una imagen desalentadora difícil de olvidar. Siendo como lo es autor del único proyecto capaz de iniciar un proceso virtuoso que eventualmente podría conducir a la pacificación del país, ¿cómo es posible que no pudiera explicar los alcances de la amnistía propuesta?, ¿cómo no aclaró que el indulto sólo es parte de un plan por etapas que tiene por objeto devolver la tranquilidad a México?, ¿porqué no dijo que, como paso previo a su liberación, revisaría las sentencias que tienen en prisión a miles de campesinos pobres acusados de sembrar marihuana, y a otros tantos de ser adictos a la hierba?, ¿porqué no se refirió a la legalización, complemento indispensable en la lucha por atajar la violencia? So pena de volver a perder, es necesario que López Obrador abandone la desgana exhibida y recupere para sus conceptos la coherencia extraviada, evitando contradecirse, un día sí y otro también. Cierto: la ventaja que tiene le da margen para perder dos o tres puntos, sin poner en riesgo inmediato su condición de favorito; sin embargo, el peligro radica en que, si esa merma se torna reiterativa y va perfilando una tendencia consistente, la elección se cerrará inevitablemente… y tendrá un final imprevisible.