• José Vicente Sáiz Tejero
El encuentro de Mérida no fue sino el anticipo de la rudeza extrema que privará en los últimos días de competencia

 

Con imputaciones y amenazas, y no con definiciones políticas, es como ahora se busca mover el marcador electoral

Se abre en Apizaco la contienda entre aspirantes a la diputación federal del Distrito I, y a la local de la ciudad rielera

 

Tiempos de Democracia

   Ya lo he escrito…, y ahora es pertinente volver a hacerlo. Disiento de quienes creen que los debates son ejercicios inútiles. Visto lo visto en los tres realizados, me sostengo en que es gracias a ellos como el elector puede conocer el talante de los candidatos, valorar su entereza ante las presiones, percatarse de la viveza de sus respuestas, distinguir en sus actuaciones lo acartonado y artificioso de lo natural y espontáneo, advertir la cantidad y calidad de sus experiencias, enterarse de episodios desconocidos de sus biografías, atisbar pistas acerca de su salud mental y física, e incluso de su prestancia para desenvolverse ante las cámaras y frente a un público de millones de personas. Y al final, con una idea más precisa de quien es quien, pronunciarse el 1º de julio por el que mejor le parezca. Los spots, en cambio, son sólo propaganda fugaz; no aportan mayores datos y, más que a los políticos de carne y hueso, en ellos sólo vemos a actores que interpretan -en el breve lapso de 30 segundos- un guión que se nos repite cientos de veces hasta el punto del fastidio. Y, dicho sea de paso, menos aún coincido con quienes critican los debates por el hecho de que los aspirantes no presentan en detalle sus planes de gobierno ni disertan sobre el ideario de las coaliciones que los postulan. Insisto y reitero: presentar a los candidatos tal como son pretende incentivar el interés de una ciudadanía tradicionalmente reticente a ejercer su derecho a votar. Y ese propósito se logró, pese a los defectos de forma y de organización que pueden haber tenido. Por lo menos eso creo…

El desempeño de los debatientes

  Lejos de mi ánimo está participar en la bizantina discusión de quien ganó y quien perdió el debate de Mérida. Lo que sí creo es que el elector dispone ya de suficientes elementos para deducir quien obtuvo mayor provecho de las tres citas a que los convocó el INE. Más allá de pasiones partidistas, sí parece haber un consenso acerca de que: 1) Meade se expresa con propiedad y conoce la administración pública, aun cuando le falta vibración a sus palabras y le sobra el tono doctoral a sus argumentos tecnocráticos, estrechamente vinculados a los del actual régimen, 2) Ricardo Anaya es el que mejor se desenvuelve en la confronta verbal, pues combina una concisa y puntual oratoria con una extensa base de datos estadísticos sobre los que estructura sus propuestas y, 3) López Obrador es, de entrada, un excepcional acuñador de aforismos, lemas y sentencias breves y, además, no necesita teorizar sobre la realidad del país porque, el sí, la conoce de primera mano; empero, la circularidad de sus conceptos y la lentitud con que los expresa le supone una desventaja en el careo con sus adversarios.

Influencia de los enfrentamientos en las encuestas

  Salvo que en los debates ocurran incidencias de inesperada trascendencia, su repercusión en la preferencia de la gente suele ser de escasa relevancia. Así, en los celebrados en la CDMX y en Tijuana, apenas si se notó un leve ascenso en los números de Anaya, los de Meade permanecieron más o menos estáticos, y los de López Obrador momentáneamente detuvieron su ascenso. Ahora bien, quizá sea por la proximidad de la elección, pero el caso es que las empresas encuestadores serias se han guardado de computar el efecto del último encuentro, el de Mérida, en el que sí se ventiló un asunto que podría mover las cifras demoscópicas. Aludo, amigo lector, a la reacción de Anaya ante el embate enderezado por el presidente del Senado, por el propio Meade y por el mosaico oficialista de la Cámara Alta que comanda Emilio Gamboa para que la Procuraduría General de la República actúe en su contra. En respuesta, el candidato de la coalición Por México al Frente acusó a Peña Nieto -y a Meade también- de urdir la trama y anunció que, de ganar la Presidencia, llevará a ambos ante la justicia para que sean juzgados por los escándalos de corrupción en los que se han visto involucrados. Y al difundirse la posible existencia de un pacto entre López Obrador y Peña Nieto, Anaya quedó como el único aspirante decidido a hacer pagar sus cuentas a los desfalcadores.

Pronunciamiento del empresariado

  Ese tema, el de penalizar a los responsables sin mirar jerarquías, sí mueve voluntades y, por tanto, es posible que repercuta en los números de la elección. La cuestión es... ¿qué tanto podrá hacerlo? Por otra parte, la maquinaria propagandística que se mueve desde Los Pinos ya está en plena marcha y de momento se centra en dañar la imagen de Anaya. De conseguir ese objetivo, el siguiente será -si no hay acuerdo para dejar libre paso a López Obrador- ir tras el candidato de Morena. Empero, con sólo diez días de actividad proselitista por delante quizá se acorten las diferencias entre los contendientes… pero no lo suficiente como para desbancar al puntero. Lo mismo piensa Alejandro Ramírez, presidente del Consejo Mexicano de Negocios, quien simbólicamente ya agitó la bandera blanca y le pidió a Andrés Manuel “…construir un puente que cierre la distancia que hoy nos separa…”, declarándose además dispuesto a “…ayudarlo a cambiar a México con una visión de país compartida…”. La nueva postura del empresariado seguramente tuvo en cuenta un extenso análisis acerca de la intención del voto que encargó la Confederación Patronal de México, el cual atribuye a Meade un 12.1%, a Anaya un 18.6%, y a AMLO un 39.5%. Tal parece que, ante la contundencia de las cifras, los enemigos de antaño han preferido el camino del entendimiento.

ANTENA LOCAL

En Apizaco, contiendas abiertas

  Por el rumbo de Apizaco -mi vieja querencia- estamos ante un escenario electoral que podría ofrecernos una que otra sorpresa. Vea usted estos dos casos: en la disputa por la curul federal del distrito del que es cabecera la ciudad rielera se daba por sentado que triunfaría el priísta Mariano González Aguirre. Se pensaba que el nombre de su padre -el ex gobernador Mariano González Zarur-, sumado al de su padrino -el candidato José Antonio Meade Kuribreña- incidirían positivamente en su campaña y bastarían para neutralizar el efecto López Obrador y el lastre que conlleva ser postulado por el PRI. Pero ahora intuimos que hay más dudas que certezas al respecto, y que el panorama para el joven político no luce tan despejado como se supuso, pese al notorio despliegue de recursos que está realizando. Y en la contienda por la diputación local apizaquense, que se pensó ganaría de calle el matador Rafael Ortega al ser impuesto como candidato de Morena, resulta que ya le surgió un serio e inesperado competidor en la persona de Reyes Ruiz Peña -candidato del PT- quien, para mayor preocupación del torero, también trabaja a favor de López Obrador en virtud de que su partido es aliado del tabasqueño. El popular ex alcalde es bien recordado por los apizaquenses gracias a su peculiar, agresivo y muy directo estilo de hacer política y a que, a diferencia de sus sucesores, supo enfrentar en forma decidida y honesta los problemas del municipio. La ejecutoria de Reyes Ruiz Peña contrasta con la nula experiencia administrativa y política de Ortega, en cuyo expediente figuran dos derrotas electorales consecutivas jugando por dos partidos distintos -el PRI y el PRD-, una de ellas decretada por los tribunales al comprobarse que varios paquetes de boletas fueron rellenados furtiva y anómalamente con votos a su favor. Esto, amigo lector, promete ponerse interesante.