• Rodolfo Moreno Cruz
En esta semana, el analista Raúl Lowery Contreras, en un artículo titulado America Is At War With Mexico Again, señala enfáticamente que Estados Unidos ha desatado una guerra (oculta) en contra de México por haber impuesto un arancel del 25% para la importación del acero mexicano.

 

 Después de señalar las veces en que México y Estados Unidos han entrado en conflicto --oculto o declarado-- subraya el desacierto de esa medida para la importación del acero mexicano.  Sin embargo, creo que es momento oportuno para que México se replanteé el destino de sus minerales y al mismo tiempo atienda temas pendientes internos en torno a las mineras.

Conforme al INEGI[1], México tiene como principales países de exportación de sus minerales los siguientes: minerales metálicos como la plata, el cobre, magnesio y el zinc van a Estados Unidos, el fierro va a Hong Kong y el plomo a Brasil. En el caso de los minerales no metálicos, el azufre, fluorita, el yeso y la barita, van a Estados Unidos y sólo la sal va a Japón. El sentido común indica que debería haber más opciones de compradores y no solo Estados Unidos y es también el sentido común el que indica que algo debe estar pasando en la legislación interna que ocasiona una escases de mercado externo.

Sobre el tema de las mineras en México hay pocas voces que se han inconformado y señalado con precisión lo deficiente de la legislación mexicana. Particularmente han sido o la sociedad civil a través de grupos académicos o de pueblos y comunidades indígenas.

En la sociedad civil,  Fundar, Centro de Análisis e Investigación A.C. ha hecho aportaciones importantes. En una de sus últimas investigaciones con el título Anuario 2017. Las actividades extractivas en México: minería e hidrocarburos hacia el fin del sexenio, documenta datos llamativos. Por ejemplo, en el artículo de Manuel Llano de Cartocrítica se cita que “ A diciembre de   2017, un  total de   24,709 concesiones mineras vigentes se  encontraban en  la  superficie terrestre del país, abarcando 20.79 millones de hectáreas. Existen además 14 concesiones mineras en los    mares territoriales de   México, que    abarcan 737.6  mil   hectáreas  de   superficie  marina: ocho frente  a  las   costas de   Chiapas y  seis    más    en   el  Océano Pacífico, tres    frente  a  Baja California  y  tres    frente a  Baja    California  Sur”. Y si un buen territorio ha sido” concesionado, entonces lo más natural es que fueran frente a reglas claras, pero no es asi, pues como explica Aroa de la Fuente en el mismo libro pero en un artículo distinto lo siguiente: llama la   atención que    las    contraprestaciones  de   los    contratos no   estén definidas de  manera fija   por    la  Ley,    sino   que    las   determine la  Secretaría de   Hacienda y  Crédito Público (SHCP) para cada contrato, con base en un listado y fórmulas establecidas en la Ley. Sin embargo, este listado sólo será  orientativo,  dado  que  la  SHCP  “podrá  optar  por  incluir  en  cualquier  contrato  cualquiera  de  las  Contraprestaciones  señaladas  en  esta  Ley  o  una  combinación  de  las  mismas”.

 

 

Por otro lado, también los pueblos y comunidades indígenas se han inconformado. Francisco López Barcenas en diversos momentos ha recogido las voces de estos reclamos y ha señalado con contundencia la problemática de invasión. Concretamente en su libro La vida o el mineral ha evidenciado la forma en la cual los capitales extranjeros han incidido en perjuicio de una política nacional más equitativa.

Ante este escenario, sin lugar a dudas la hipótesis de  Raúl Lowery es cierta pero incompleta. Estados Unidos ha declarado una guerra oculta en contra de México. Pero también México tiene enemigos internos y ahí, quizás está uno de los orígenes de aquella.

 

[1] Puede verse la información en la siguiente página: http://cuentame.inegi.org.mx/economia/secundario/mineria/default.aspx?tema=E