• Rodolfo Moreno Cruz
No confundamos: algo que ha hecho mucho daño a México es el tráfico de influencias para crear negocios prósperos; por el contrario, algo que le ha hecho muy bien a México son las empresas que han creado economía próspera en México y han buscado limitar el abuso de los políticos (corruptos) en la economía. En el escenario de negocios y políticas hay dos actores principales: las empresas corruptas y las empresas sanas. Las primeras es necesario eliminarlas; las segundas deben promoverse.

 

Para entender el funcionamiento de las primeras no hay más que acudir a uno de los casos más recientes: la Estafa Maestra. Como se sabe, se creó una red de complicidad entre funcionarios del gobierno federal, universidades públicas del país y “empresarios” para hacer un desvío de 3.4 mil millones de pesos. Los economistas Daron Acemoglu y James Robinson han diagnosticado muy claro este tema en México: “Para un emprendedor mexicano, los obstáculos de entrada serán cruciales en todas las etapas de su carrera profesional. Estos obstáculos incluyen licencias caras que obtener, burocracia con la que lidiar, políticos y titulares de otros cargos que obstaculizan el camino y la dificultad de conseguir financiación en un sector financiero a menudo confabulado con los titulares de los cargos con los que el emprendedor está tratando de competir”[1].

Para conocer el funcionamiento de las segundas no hay más que revisar la lista de empresas mexicanas reconocidas internacionalmente por su responsabilidad social y su acierto en la contribución a la economía mundial.

Sea como fuere, es muy importante distinguir las dos situaciones. Si esta distinción no es clara, puede venir un nuevo error de diciembre, sustentada en la idea falsa de que el sector empresarial es el enemigo del actual sistema. El error puede surgir desde varios frentes: al interior de los poderes públicos bajo la bandera de que empresario es sinónimo de corrupción y con ello hacer un ataque desmedido de políticas públicas que afecten a todo el sector y se incurra en el lema de que “justos pagan por pecadores”. También puede fomentarse el error desde la sociedad civil, cuando aquella también homologue a los dos tipos de empresas. Pero sobre todo el error se puede propagar a través de la opinión publica fomentada por los medios de comunicación. El peligro, insisto, en no hacer la distinción puede ocasionar un verdadero déficit en la economía. Una empresa legal y responsable, al ver que se le da un trato igual que a una ilegal y corrupta, evitará nacer, o comercializar en México. Por el contrario, esa misma empresa si se percata de que el enemigo a vencer es precisamente la competencia desleal tendrá mayores motivos para nacer o comercializar en México. Por otro lado, agrupar al sistema empresarial en una sola etiqueta puede generar un rechazo generalizado a todo el sector empresarial. 

La relación empresas y política no es fácil. Habermas, precisamente respecto a ese tema, escribió que el Estado debería ser lo suficientemente inteligente en temas como estos en los cuales hay que buscar un equilibrio sano de la economía[2]. Y desde luego, que para ningún país que quiera prosperar puede tener como enemigos al sector empresarial (sano y legal). Deben ser enemigas, eso sí, las empresas que se auxilian de la corrupción para prosperar.

 

[1] Acemoglu, D. y Robinson, J. Por qué fracasan los países. Cátedra, 2018.

[2] Habermas, Facticidad y Validez, Trotta.  521