• Cutberto Luna García
Por el Placer de Servir


En días recientes, en una clásica charla de café con amigos, alguien se encontraba entre molesto, triste y pensativo, pues en su hogar algo no caminaba bien. Lo normal fue opinar sin sustento, otros en sentido festivo, otros más sugiriendo. Esto me llevó al análisis de la diferencia entre las parejas que se llevan “mal” y otras que se llevan “bien”. A las que llaman los especialistas:  funcionales y disfuncionales. 

Eso me hizo recordar que un hogar se cimienta en una base sólida de sueños, amor, comunicación, respeto, pasión de todo tipo, compañerismo, seguridad y mucho entusiasmo. Pero cuando esa construcción no es tal. Lejos de un hogar, esto se convierte en un infierno, cuya única salida es… la separación. Eso sería lo de menos, si partimos del hecho, que lo que no sirve se tira y ya. Pero… y el tiempo vivido en pareja con disfunción no solo implica el alejamiento y se acabó. Pues se generan traumas, complejos, sufrimiento, además de una baja autoestima o el temor infundado para rehacer su vida por temor a equivocarse o fallar. Es por ello que, desde los primeros días de una relación de pareja, se deben tomar en consideración el respeto por la individualidad del otro; desde su forma de ser, pensar, actuar y sentir. Pues ese respeto, es la base del amor mutuo que solidificará los sentimientos de pasión, solidaridad, lealtad, compañerismo y amor por citar algunos. Lo que se convierte en una combinación físico-espiritual-emocional y hasta biológica, que es capaz de superar cualquier inconveniente, porque lo primero de la pareja será la satisfacción y felicidad del otro, por encima de sus propios intereses y necesidades. Lo que los hace una pareja funcional, conciente y sabedora que no son ángeles o demonios, sino seres iguales, con virtudes y defectos, errores, imperfectos, pero… perfectibles, partiendo del entendimiento producto de la comunicación con su pareja. 

Sin duda alguna, para poder cosechar… se debe sembrar. Lo mismo ocurre en una pareja que recién se une. Y de ambos depende el cultivar si realmente se quiere obtener un fruto o una flor que servirán de semilla para otras familias o plantas, según se quiera ver. 

Estoy plenamente convencido, que cuando nos unimos en pareja, lo hacemos con una misma idea: ser más felices que cuando estamos solos. El problema empieza cuando nos damos cuenta que se trata de una relación de dos, en la que debe haber disposición para ceder posiciones y costumbres personales o arraigos de familia de cada uno. Y aceptarlas, aunque pudieran no ser coincidentes con las del otro. Para ello se requiere humildad, devoción, sensibilidad, inteligencia y especialmente… amor.

Subrayo, todas las parejas estables, coincidimos en aceptar que nuestra pareja tuvo una niñez y formación diferente a la nuestra. Esto es diversidad, la cual va a enriquecer nuestro nuevo entorno. Eso al menos en mi percepción es lo que busqué y encontré en mi compañera de vida, para vivir mejor, pues quería fortaleza de carácter y espíritu, independencia, energía, formación, amor e incluso orden. Porque la pareja desaprende para reaprender al mismo tiempo. Pero para ello se requiere reconocimiento, comunicación constante y atención al comportamiento de nuestra pareja. Lo que se traduce en una observación constante y permanente, que nos permitirá saber lo que le incomoda, disgusta, o enoja, y así evitar con ello la generación de “problemas”. Esto abre la posibilidad para que nuestra pareja, asuma nuestro objetivo convertido a común para ser felices eternamente.

Contar con una pareja bien avenida, es el mejor regalo que nuestro Dios, la naturaleza, la vida, el destino o como le queramos llamar, nos puede dar. Y es amándonos y haciendo causa común con ella, que podemos crear un equipo solidario, cercano e íntimo. El que sin importar si se trata de una enfermedad o de un problema laboral, o por sentirnos deprimidos o tristes, está ahí para demostrar que no estamos solos. Y es la única a quien uno realmente le importa y duele; y para ello nos brinda su hombro solidario y amoroso para apoyarnos; su ternura y amor para sentir que nuestra vida vale la pena; y el acicate que, nos hala para que nos levantemos una y otra vez. Porque por eso somos uno.

Por ello los conmino a reconocer nuestro potencial personal y nuestras limitaciones, así como la de nuestra pareja; seamos capaces de entender que dos son mejor que uno, y que no tienen que existir diferencias en las potencialidades de éxito en una pareja. Que somos iguales el hombre y la mujer; que el éxito o la derrota del otro es de uno. Y que los más beneficiados de ese equipo siempre será nuestra familia. Logrando con ello una Pareja Funcional. Porque eso es Dar de Sí, antes de pensar en Sí.

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