• Cutberto Luna García
Por el Placer de Servir

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Son muchas las circunstancias que han trastocado la estabilidad y tranquilidad social de nuestro amado país, obviamente desde mi humilde perspectiva. Pero la que más me ha llamado la atención, es el tema de la gente que emigra de centro América hacia los EEUU. Con un solo objetivo, mejorar su calidad de vida. A pesar de estar lejos de su hogar y su familia, de sus muchas o pocas posesiones. Hacia según lo dicho por ellos, la consecución del sueño americano.

Lo grave no es dejar atrás lo antes descrito, y menos el tener que pasar hambre, sed, frío o calor extremo, enfermedades, vejaciones de los grupos delincuenciales y peor aún de la propia autoridad del país por el que transitan, la negativa a aceptarlos en el país al que se dirigen, la férrea barrera intangible que se ha construido y que es cada vez más sólida e impenetrable aún para los más osados y muchas más vejaciones y penas a las que se enfrentan. Pero para mí, lo realmente delicado para ese soñador aventurero, es que en el extremo caso que se pudiera accesar a ese otro país que se anhela para vivir bien, es el hecho que debe comenzarse partiendo de cero y por supuesto, sin protección especial del estado. Sin importar que las leyes de ese “otro” país lo contemple. 

Hace días, alguien pedía mi opinión acerca de mi percepción acerca de iniciar una nueva vida en el extranjero. Pero partiendo del hecho que la persona que me cuestionaba ostentaba un título profesional y una especialidad. Me llevó a contestarle con cierto temor y respeto, pues no iba a decir lo que seguramente esta persona quería o cuando menos esperaba escuchar. Por lo que con palabras más o menos le dije: Inicialmente tus títulos no servirán de mucho, y tendrás que iniciar como cualquier trabajador o empleado, a través de un camino largo y tortuoso, teniendo que competir no solo con los originarios de ese país, que en obvio de razones tendrán mejores posibilidades por conocer mejor las condiciones y el medio laboral y social del lugar. Y aunado a lo anterior, también tendrás que luchar contra otros emigrados como tú.

Y abundé… Consiente debes estar que como es natural, a esa lucha por conseguir un empleo, sobrevivirán solo los mejores. Alcanzando seguramente lo que desean tanto en lo material, como en lo espiritual. Pero lamentablemente aquellos que sean menos aptos o capaces, tendrán dos opciones: Regresar tristes, golpeados, con baja autoestima y, sobre todo a comenzar de nueva cuenta su vida en otro lugar. Y la segunda opción quedarse y aceptar lo que se nos presente, incluyendo el cambiar de actividad profesional por decir lo menos. Con lo que terminamos nuestra conversación. Y que espero dónde quiera que decida estar su vida esté llena de éxito y bendiciones.

Sin embargo, considero prudente complementar con ustedes mi idea. Pues conozco gente que tuvo el valor para emigrar bajo la misma visión de “alcanzar el sueño americano”, pero por distintas circunstancias y luego de un tiempo regresaron. Claro con el conocimiento de un nuevo idioma, costumbres y sueños. Pero el peso de su ausencia y las consecuentes necesidades de la gente a la que le ofrecía sus servicios habían sido cubiertas por la gente que estaba en nuestra tierra. Pues recordemos que las relaciones comerciales o de servicios, simplemente no pueden esperar. Lo que me ha llevado a cuestionar: Si no hubiera emigrado X o Y. ¿Habría conseguido más, menos o igual éxito en nuestro país? 

Desde mi visión no es el idioma, o el territorio, ni ingresos lo que nos hace felices. Es la familia, los amigos, nuestro entorno y sobre todo el arraigo a la tierra. Elementos intangibles pero fundamentales, que no se equiparan con lo antes señalado.

Soy un convencido de que la felicidad está en nosotros, sin importar dónde nos encontremos. Pero el lugar donde nacemos, tiene reservadas nuestro origen, raíces, cultura y familia, lo que se traduce en nuestra idiosincrasia. Y que es nuestro trabajo, compromiso, diligencia, lealtad, persistencia y dedicación, lo que nos llevará a lograr nuestros sueños, que se traducen en lo material y espiritual doquier que nos encontremos.

Respeto la decisión y voluntad de mis hermanos migrantes, sea cual fuere su circunstancia, y nacionalidad. Pero recordemos que nuestros países nos necesitan y que debemos estar en pie y al orden; dispuestos a enfrentar con trabajo y energía lo que se presente. Sé que la vida hoy no es fácil, pues la economía de nuestros países pareciera que se detienen o incluso retrocede e impide el logro de nuestros sueños. Sin embargo, nuestra familia y lo que implica esta, no merecen sufrir por nuestra ausencia. Porque eso es Dar de Sí, antes de pensar en Sí.