• Cutberto Luna García

Pues resulta que al caminar por la calle, escuché una canción de Mercedes Sosa, canta autora a la que pocas veces le había prestado atención. Pero creo que la edad me empieza a aguzar mis sentidos, y atendí la letra: “…Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…”, Lo que me llevó a pensar que seguramente esa canción acompañó muchas revoluciones ideológicas personales y sociales durante el siglo XX. Pues resulta que el mundo exigía un cambio y se empezó a transformar. Como hasta nuestros días que todo cambia a una velocidad vertiginosa sin que nada parezca detenerse.

Pero, mi pregunta ahora es, si hay tantos cambios constantes, en qué dirección se hacen y hacia dónde se dirigen. Y más aún ¿Qué papel como ciudadanos tenemos que representar para que sea un horizonte de vida plena y con justicia?

Si hiciéramos un repaso breve por las heridas sociales a las que nos hemos enfrentado cada día, cierto estoy que tendríamos una sensación claramente agridulce. Pues se ha evolucionado tanto en la lucha contra la pobreza y se dice que disponemos de suficientes medios económicos para acabar con la hambruna o las enfermedades, pero eso no es suficiente, pues sigue habiendo hambre y enfermedades. Recordemos que siguen muriendo miles de niños cada día por desatención y descuido. O adultos que huyendo de la violencia buscando un refugio, y lo único que encuentran es la desolación y la muerte.

Es un hecho que la tecnología ha acortado tanto las distancias que pareciera que nuestro mundo es cada vez más pequeño. Pues todo aquello que acontece del otro lado del planeta tiene una gran repercusión o influencia en la vida de las personas de este hemisferio. Lamentablemente nos hemos convertido en seres interdependientes, pero en cuanto hablamos de bienestar común, todo hace indicar que eso no es aplicable. Lo que nos tiene que obligar a pensar en cómo atacar las verdaderas prioridades de nuestro entorno.

Una desventaja para mí, de poder observar y conocer nuevas realidades alternativas de politización y que utópicamente podrían aplicarse globalmente es, que se nos proporcionan elementos para aplicar la transformación social. Lamentablemente en las circunstancias propias, no contamos con una metodología adecuada y realista. Pues olvidamos partir de la raíz de los problemas, lo que impide una visión transformadora y la participación social. Lo que traduzco en falta de compromiso y constancia que debe haber entre los actores. Sin olvidar que todo cambio tiende a ser a largo plazo, como todo en la vida.

Por ello considero elemental, crear desde nuestros hogares una conciencia que desplace el interés personal al horizonte colectivo. En el entendido que no somos los únicos protagonistas de nuestra vida, y que los cambios reales vendrán de la organización colectiva, no gubernamental necesariamente y no de carreras personales como nos lo hace parecer la mercadotecnia contemporánea. 

Como ejemplo de tales circunstancias la observamos regularmente en las orillas de las vías ferroviarias, donde día con día acogen la movilización de refugiados. Esto seguro estoy, no sería posible sin la colaboración de muchas personas, que por lo general se mantienen en el anonimato, pero que creen en lo importante que es dar una respuesta distinta a lo que nuestros gobiernos les ofrecen a los extranjeros. Esto es para mí, una conjunción de valores y virtudes como orden, organización, liderazgo, coordinación, perseverancia y generosidad, Que necesariamente tuvieron que aprenderlas en algún lugar. Lo que ha permitido apoyar y colaborar en beneficio de una clase desprotegida, sin importar la forma, ni el resultado que esto implica pero que resultan necesarias para evolucionar a nuestra sociedad.

Ahora bien, quizá con este soliloquio no solo pretendo aportar algunos instrumentos que nos ayuden a cambiar conductas o ideas en relación a la transformación social, sino aportar algunas bases y fundamentos que nos permitan comprender de lo qué hablamos al referirnos a la buena calidad de vida y a generar conciencia con sensibilidad que nos ayude a apostar por ese cambio urgente, más allá de nuestro contexto.

Invitemos a nuestros niños y jóvenes con el ejemplo, a que no sean sujetos pasivos, conformistas, o esperanzados a que las cosas se den como por arte de magia o que se mantengan solo a la expectativa de lo que el gobierno o “alguien” les pueda ofrecer. Convirtámoslos en entes que lideren e impulsen los cambios que queremos ver. Empezando por los de nuestra familia. Sé que es posible, si los impulsamos, si los promovemos y sobre todo, si nos ven hacerlo. 

Por ello ante lo que parece un presente inamovible. Creamos en los sueños que son el motor de nuestra vida y en la esperanza que todo lo sostiene. Porque un mundo mejor siempre será posible.