• Roberto Rock
Lo mismo está ocurriendo en el campo económico.
Concluyó, si alguna vez lo hubo, el espacio para el debate. El gobierno López Obrador comanda la estrategia sanitaria que en las próximas semanas encarará la peor etapa de la epidemia Covid-19. La noche del viernes conocimos el primer decreto que dota de un extraordinario poder a la Secretaría de Salud, a cuyas disposiciones habrá de someterse el país completo, lo que incluye a los gobiernos estatales, a segmentos importantes del sector privado y, desde luego, a los ciudadanos.
 
 
El otro frente de la tragedia, el económico, estará también depositado en las manos del gobierno, más allá de los que parecen ingenuos llamados de empresarios, como lo que ocurre con el Consejo Coordinador Empresarial, que conduce Carlos Salazar. En todas las latitudes del mundo se anticipa un aumento enorme del peso del Estado para encarar la emergencia. El consenso se tornó imposible.    
 
El nuevo virus nos trajo lecciones de otros países en los que ha tenido efectos de diversa magnitud. Pero quizás el principal mensaje sea que la humanidad se encuentra a bordo de un avión bajo una fuerte tormenta. No solo hay que repararlo en pleno vuelo, sino que al mismo tiempo deben ser cambiados los planos y diseños de la nave.
 
Sobre el coronavirus, ya es ocioso el debate sobre si se deben hacer más pruebas a sospechosos de contagio, pues son caras, tardan mucho en arrojar datos, y las nuevas versiones exprés resultan poco confiables.  Tampoco se puede asegurar si China o Corea del Sur lograron una contención inicial por medidas médicas o porque violentaron todo tipo de privacidad ciudadana.
 
De acuerdo con reportes cotidianos en la prensa internacional, el margen de México para comprar más insumos o equipos, como ventiladores pulmonares, se estrellará con la realidad de que ningún país productor está aceptando disminuir sus inventarios cuando no sabe lo que le depara la emergencia. Tampoco se puede disponer de la noche a la mañana del personal especializado. Y si al final la curva de contagios no logra ser contenida, nada impedirá entre nosotros una ola de miles de muertes.
 
Antes de que concluya abril sabremos si, como confía una parte importante de la comunidad médica, aprendimos lo suficiente de la epidemia por el nuevo virus de influenza en 2009. Si nuestros epidemiólogos e infectólogos lograrán administrar este nuevo drama humano. O si, como advierten otros especialistas, las miserias de nuestro sistema de salud y la miopía de funcionarios y políticos se expresará con un desbordamiento en el número muertes, aun y cuando pretendan ser maquilladas en los registros oficiales.
 
Lo mismo está ocurriendo en el campo económico. México está en el vórtice del problema. Depende de la economía estadounidense, que se convulsiona. A ella está ligada 70% de nuestro comercio, por no mencionar otras cifras dominantes en sectores como turismo (15% de nuestro PIB, 14% del empleo), remesas, inversiones…
 
El país (y en general América Latina) tuvo en 2019 un crecimiento cercano a cero, en el mejor de los casos, mientras su deuda externa había crecido como porcentaje de su PIB muy por encima del 50%, 10 puntos arriba que una década antes.
 
En el decálogo de propuestas difundido en días pasados, el CCE del señor Salazar llamó a aumentar la deuda pública “en forma responsable” para proteger a las empresas, especialmente a las pequeñas, mediante subsidios y estímulos fiscales. Las respuestas del presidente López Obrador reflejan que los bolsillos de su gobierno son ya muy poco profundos.
 
En ese contexto, estamos entrando a una realidad en la que los llamados a la unidad nacional, la deliberación y la consulta pasarán a un espacio marginal.  Lo mismo valdrá, como lo estamos viendo con el bloque europeo, con la cooperación internacional.
 
Vamos a mundo con naciones autárquicas, con Estados más pesados y desafíos importantes para las libertades ciudadanas, según confirma el ejemplar de esta semana de la revista “The Economist”, una de las más influyentes del planeta.  Que cada uno se rasque con sus propias uñas. Regresamos a los gobiernos dominantes, con escasos contrapesos, parece ser el mensaje. ([email protected]).