• Reyes Ruiz Peña
La verdad no peca pero...

 

 

FELIPE CALDERÓN HINOJOSA es, sin duda, uno de los peores presidentes de la historia de México y así debe ser recordado y tratado. Los mexicanos no podemos permitir que la desmemoria nos lleve a olvidar que ese nefasto individuo bañó de sangre al país por una guerra contra el narcotráfico que solo fue una farsa.

 

Las recientes declaraciones de la exembajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, deben ser la tumba política de Calderón Hinojosa y de su esposa, Margarita Zavala, quienes hoy están empeñados en no dejar el poder y el dinero público a través de la creación de su partido familiar MÉXICO LIBRE.

 

De acuerdo con la entrevista a Roberta Jacobson publicada en la revista PROCESO de esta semana, “el gobierno de Felipe Calderón tenía en su poder información sobre los nexos de Genaro García Luna con el narcotráfico cuando éste fungía como titular de la Secretaría de Seguridad Pública”.

 

Sin embargo, Calderón Hinojosa, como presidente de la República, nunca hizo nada para detener las andanzas de García Luna; pero hoy afirma, en su desesperada defensa mediante una carta dirigida a Proceso, que no tenía esa información y que solo se trató de “rumores no confirmados”.

 

Sea verdad o mentira lo que dice, Felipe Calderón ha quedado exhibido como un inepto o como un cínico. Si supo de esos “rumores no confirmados” y nunca ordenó una investigación a fondo de García Luna, fue un presidente cobarde, omiso, negligente e incompetente. Pero si sabía de los nexos con el narcotráfico de su secretario de Seguridad Pública, al menos fue cómplice y debe ser juzgado como un criminal.

 

No puede ser visto de otra forma un presidente que hundió al país en una ola de violencia y muerte. Durante el sexenio de Felipe Calderón los asesinatos y las desapariciones se volvieron parte de la vida cotidiana. En su gobierno se hicieron comunes palabras como “encobijados”, “encajuelados”, “colgados” y “entambados” en los titulares de la prensa.

 

Ese es el legado de Felipe Calderón Hinojosa, estimado lector, quien a su paso por la presidencia de México dejó una estela de muerte, corrupción, dolor y pactos inconfesables que hasta el día de hoy siguen afectando la vida de millones de mexicanos.

 

Esa herencia maldita y la detención de Genaro García Luna debieron ser motivos suficientes para que Calderón Hinojosa desapareciera de la vida pública del país, pero su desvergüenza es tal que él se siente representante y guía de los inconformes y adversarios del gobierno de López Obrador.

 

Felipe Calderón es un miembro distinguido de lo más repugnante de la clase política mexicana, pues en su trayectoria política lo mismo hay traición, que corrupción, muerte e ilegitimidad democrática.

 

Su nombre y su gobierno no podrán separarse nunca de las acusaciones de fraude electoral del año 2006, de la más atropellada toma de protesta de un presidente “democráticamente” electo, de la muerte y la violencia provocada por su caprichosa guerra contra el narco, y de los sospechosos accidentes en los que murieron varios miembros de su gabinete.

 

La credibilidad de Calderón Hinojosa es nula porque las acusaciones que relacionan a su gobierno con grupos del crimen organizado no son nuevas, aunque la detención de Genaro García Luna, en Estados Unidos, por presuntamente recibir sobornos del Cartel de Sinaloa las hizo muy notorias.

 

En su libro EL TRAIDOR, la periodista Anabel Hernández revela que, en 2012, Edgar Valdez Villareal -mejor conocido como la Barbie- acusó a García Luna de recibir sobornos millonarios de grupos criminales y que señaló públicamente que el presidente Calderón llegó a presidir reuniones con narcotraficantes para llegar a acuerdos.

 

Esa es la calidad moral del expresidente panista que hoy pretende consolidarse como una opción política a través su pretendido partido MÉXICO LIBRE. Yo, estimado lector, hago votos para que el buen juicio de los ciudadanos libre a México ya de los muertos, la corrupción y los pactos obscuros de Felipe Calderón.

 

Como siempre, mi total agradecimiento y respeto a quienes me brindan un momento de su tiempo. Hasta la próxima, si Dios lo permite.