• Roberto Rock
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Es difícil encontrar una referencia en nuestra historia moderna donde tres corporaciones noticiosas internacionales -claves para la comprensión que el mundo tiene de México- hayan coincidido el mismo día, como el pasado viernes 8, en un cuestionamiento de dimensión global contra nuestro país; en este caso, sobre la credibilidad de la estrategia para enfrentar la crisis sanitaria provocada por covid-19.

 

Se trató del diario financiero más influyente, “The Wall Street Journal’’, vocero de las élites asentadas en Nueva York. También, “The New York Times”, el periódico de más prestigio en el planeta, que de paso refleja la visión liberal en los Estados Unidos. Y como postre, “El País” de España, el diario en castellano más relevante.

 

 

En cambio, parece estar a la mano una fecha que parece calcada en el mensaje grabado por el zar de la pandemia, Hugo López-Gatell: 18 de noviembre de 2014, cuando Angélica Rivera fue conducida a un estudio de televisión y leyó un mensaje con el que se pretendió encarar el escándalo de la “Casa Blanca”. Semejante, la ignorancia de los operadores en manejo de crisis; idéntica subestimación sobre la gravedad de la situación, el uso de argumentos inverosímiles. También, la inmolación del personaje central del melodrama. 

 

 

El episodio de la “Casa Blanca”, antecedido por la masacre de estudiantes de Ayotzinapa, representó un corte de tajo sobre un cúmulo de buenas noticias que mantenían al gobierno Peña Nieto literalmente bajo los reflectores mundiales. En la segunda semana de septiembre de ese 2014 el mandatario había sido aplaudido en la asamblea de Naciones Unidos, arropado por el presidente Obama y ensalzado durante una cena de la comunidad israelita, con un discurso laudatorio del legendario Henry Kissinger.

 

 

Pero el derrumbe vino rápido: para febrero de 2015, con el “gasolinazo”, la imagen del gobernante tocó fondo. En los hechos, su presidencia quedó sepultada antes de llegar a la mitad del término.

 

 

El presidente López Obrador tiene una vena política, un pulso popular que Peña Nieto no habría alcanzado ni volviendo a nacer. El mexiquense fue forjado en la cultura de la cofradía impenetrable y la corrupción. El tabasqueño ha sido un sobreviviente por más de 30 años, caminando siempre en el filo de la navaja, huyendo hacia adelante cuando las cosas se le han complicado.

 

 

Su olfato, que le ha permitido sacudirse a viejos aliados cuando se tornaron un fardo sobre las espaldas, seguramente intuye ya que López-Gatell ha sido un fusible útil, un compañero de viaje eficaz, incluso cautivador, pero que avanza rápidamente hacia volverse un pasivo.

 

 

López Obrador debe haber comprendido ya que pronto, hacia finales de esta semana, su instinto lo llevará a tomar distancia de los “ya domamos la curva”, del “vamos muy bien”, cuando el número de muertos agregue miles cada día, con un alud de historias dramáticas, de desconsuelo, de abandono, de hospitales desbordados. De la certeza de que nunca nos preparamos para lo que sabíamos que vendría. Y no por perversión o incompetencia, sino porque nadie nos dijo que el sistema de salud es una ruina que se cae a pedazos.

 

 

Y entonces López-Gatell se volverá tóxico. Del científico reconocido, el epidemiólogo graduado en el extranjero, el médico que alguna vez fue un dócil alumno del ahora secretario Jorge Alcocer en el Instituto Nacional de Nutrición, quedará un personaje ambicioso, alentado desde las sombras de la 4T, mareado por su equipo de directores generales y otros amigos que se imaginaron el asalto al principal despacho de la Secretaría de Salud, para luego soñar, ¿por qué no?, con una candidatura política de altos vuelos.

 

 

Y cuando la historia se rebobine, muchos recordarán la noche en que López-Gatell habló de una conjura entre diarios internacionales, de periodistas, expertos y aspirantes a cargos de elección… Todos confabulados para echarle a perder su futuro luminoso.

 

 

Apuntes: El pasado martes 5 aludí en este espacio a Flavio Cienfuegos como el director de Finanzas del IMSS y operador de la ahora titular del SAT, Raquel Buenrostro. Esa condición llevó a Zoé Robledo a desembarazarse del personaje desde agosto pasado, colocando en su sitio a un paisano y viejo aliado, Humberto Pedrero. Pido disculpas a los implicados por la errata; en particular a usted, lector. ([email protected]).