• Roberto Rock
El gobierno López Obrador ha decidido que el país ingrese a partir de mañana en terrenos desconocidos, con los mismos enigmas que portaban los expedicionarios siglos atrás: sin un mapa validado, sin datos confiables, con una tripulación de dudosas capacidades, poca plata en las alforjas y amagos de motines y deserciones.

 

La ruta seleccionada tendrá un punto intermedio: la entrevista López Obrador-Trump, que se efectuará entre finales de junio y mediados de julio, según lo permitan las condiciones sanitarias y políticas (incluso electorales). Desde Palacio Nacional se apostará quizá a que ello traiga el fin de nuestras penurias, por la vía del comercio y las inversiones. Pero el eventual beneficio del T-MEC y la fluida relación con la Casa Blanca no garantizan ya lo que se preveía antes de la pandemia.

 

 

La sustancia de la cumbre AMLO-Trump (con una agenda inevitablemente cargada de temas comerciales, financieros, sanitarios, migratorios, políticos, de seguridad, de litigios por obras y contratos cancelados a corporaciones en el ámbito energético) deberá ser gestionada por el canciller Marcelo Ebrard. Una misión compleja en el contexto de la actual convulsión mundial, que hace palidecer la crisis del 2001 a raíz del S/11. 

 

 

Diversos segmentos económicos y regiones del país reanudarán este lunes paulatinamente actividades. Lo harán al mismo tiempo que Europa, donde la pandemia tiene dos meses más de maduración y luce bajo control, pero aun así hay más cautela que certezas. Ocurrirá cuando en China, Corea del Sur, Japón y otras naciones que ya habían entrado a una relativa normalidad, existen nuevos brotes y se ha retomado la aplicación de millones de pruebas a todo contagiado, sospechoso y su círculo cercano. Ello, más otras herramientas, los dotará de un mapa de ruta para su estrategia.

 

 

En México esto es inalcanzable. Todas las pruebas aplicadas, desde febrero, no alcanzan a las que Estados Unidos aplica en un solo día (300 mil). Según cifras que cada país entrega a la OCDE, aquí se han hecho 0.6 pruebas por cada mil habitantes (cerca de 80,000 pruebas en total).  Eso supone 48 veces menos que en España; 17 veces menos que en Chile; casi cuatro veces menos que en Colombia. Las pruebas premium (conocidas con las siglas PCR) se producen en el país, por el gobierno incluso, al que le cuesta 400 pesos en promedio adquirirlas a fabricantes privados. Según cálculos extraoficiales, empatar al menos a Chile en el número de pruebas costaría 550 millones de pesos. Mucho menos que los 24 mil millones que el actual gobierno quitó en 2019 al presupuesto inicial del sector salud, según la organización México Evalúa. 

 

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado un listado de tres preguntas para los países que están reabriendo sus economías: ¿En su territorio ya está bajo control la epidemia? ¿Podrá su sistema de salud enfrentar un resurgimiento de casos numerosos? ¿Su sistema de vigilancia sanitaria es capaz de detectar los nuevos casos, a sus contactos, e identificar a partir de ello un resurgimiento? Para México las respuestas honestas deben ser tres crudas NO.

 

 

Múltiples voces, dentro y fuera del país, han tomado distancia de las cifras que publica el propio gobierno en materia de contagiados, hospitalizados y fallecidos, entre otras. Analistas acuciosos como Malaquías López, responsable del programa covid-19 en la UNAM, o el matemático Arturo Erdely, también de la UNAM, han descubierto escandalosas contradicciones en los reportes de diversas autoridades, entre ellas el doctor Hugo López-Gatell. 

 

 

Sin embargo, es un error culpar a este último. El realmente se desempeña como vocero-maquillista-activista de una voluntad que lo rebasa, radicada en Palacio Nacional, donde se están tomando decisiones muy arriesgadas, quizá funestas, que nos conducen a este limbo.

 

 

Lo que habría que reclamarle a López-Gatell es que su ambición personal le haya impedido actuar con el mismo pundonor que el de sus homólogos en Estados Unidos o en Brasil. Quizá ahora no se atreva o no se lo permitan, pero temprano o tarde habrá de encarar en foros públicos a sus pares, los expertos mexicanos que han decidido tomar distancia y criticarlo, con similares y aun mayores credenciales médicas y técnicas. ([email protected]).