• Reyes Ruiz Peña
La verdad no peca pero...

 

ENRIQUE ALFARO RAMÍREZ, gobernador de Jalisco, es un personaje polémico. Sus opositores lo critican por intolerante y autoritario. Lo acusan de ser un represor y un provocador. Algunos lo relacionan con lo peor de las más pestilentes prácticas de los gobiernos del PRI del que, por cierto, fue militante.

Desde que en 2018 obtuvo el triunfo en las urnas bajo las siglas de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro fue considerado como uno de los principales opositores al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Como gobernador electo rechazó lo que llamó imposiciones presupuestales de la Federación y también la figura de los superdelegados.

En los últimos meses, Alfaro Ramírez se ha empecinado en criticar permanentemente la estrategia sanitaria que el gobierno federal implementó para mitigar los contagios por Covid-19 y evitar el colapso de clínicas y hospitales en el país.

El más reciente desencuentro entre ENRIQUE ALFARO y LÓPEZ OBRADOR ocurrió la semana pasada, cuando el gobernador de Jalisco acusó al presidente de la República y al partido MORENA de ser los provocadores de la violencia en Guadalajara, durante las protestas por la muerte de Giovani López a manos de policías municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos.

Aunque Alfaro Ramírez reculó en cuestión de horas y matizó sus acusaciones contra el presidente, los efectos de ese choque continúan en la discusión pública. A la polémica lo mismo se han sumado académicos, que periodistas, políticos y ciudadanos de a pie.

Por ejemplo, el historiador Enrique Krauze elogió en Twitter a Alfaro Ramírez por “honrar la tradición liberal de Jalisco” y enfrentar “gallardamente el acoso injusto del gobierno”. Lo que no aclaró Krauze es que él tiene un contrato millonario con el gobierno de Jalisco para la “difusión por medio de mensajes sobre programas y actividades gubernamentales”.

Fuera de todas las disputas desatadas por el abierto desafío de Enrique Alfaro a López Obrador, considero que la crítica y la actitud del gobernador de Jalisco tiene como finalidad apropiarse del papel de líder opositor al gobierno de la Cuarta Transformación. 

En México no es común que los gobernadores discutan al tú por tú con el titular del Ejecutivo federal por el poder que este tiene en un régimen presidencialista como el nuestro. Pero la desafiante postura del gobernador de Jalisco tiene como meta el proceso electoral del año 2024.

El reciente encontronazo entre Enrique Alfaro y López Obrador se debe entender como parte de la lucha por la sucesión presidencial. El desafío del gobernador de Jalisco a AMLO es uno más de los muchos intentos de los opositores a la 4T para colocar su agenda en la discusión pública.

Es evidente que detrás de Alfaro Ramírez se están agrupando otros gobernadores y actores que, en distintos momentos, han mostrado su repudio y hostilidad al gobierno de López Obrador, pues están dispuestos a desestabilizar al país con tal de recuperar el control.

Además de los muchos personajes impresentables que lo defienden y apoyan, en contra de Enrique Alfaro hoy juega la imagen de represor y autoritario que ha ganado su gobierno por las recientes manifestaciones y protestas en Jalisco. 

De hecho, el primer mandatario jalisciense ha sido rebautizado en redes sociales como ENRIQUE ALFÜHRER porque comparan sus prácticas represivas con las del político, militar y dictador alemán Adolfo Hitler.

Si Alfaro Ramírez quiere asumirse como líder opositor, tiene que explicar y transparentar el destino de los cerca de 13 mil millones de pesos de deuda pública que su gobierno ha contratado en menos de dos años. Con este personaje, la deuda de los jaliscienses prácticamente se duplicó al rondar ya los 30 mil millones de pesos. 

Como siempre, mi total agradecimiento y respeto a quienes me brindan un momento de su tiempo. Hasta la próxima, si Dios lo permite.