• Cristal Corona Sánchez
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Esta semana recorriendo en tiempo y espacio lo ocurrido en el último medio año me percaté de cambios notorios en nuestra vida, después de la pandemia, ya nada es lo mismo.

Empecemos con los barbijos o cubrebocas que ahora son inseparable elemento de protección personal que llevamos a todos lados, tanto que a veces ya ni se da uno cuenta que lo lleva; sigamos con el inseparable alcohol en gel que cargamos a todos lados, me ha tocado mesas en las que todos llevan su gel y ofrecen al de al lado o enfrente, ya es inevitable; o aquellos tapetes y jergas en las entradas de los negocios y casas en las que o te tropiezas o te resbalas.

Pero más allá de esto surge la pregunta que quizá muchos nos hagamos ¿qué has perdido en la pandemia? De inicio contestaría que perdí a mi madre, y eso en sí mismo ya es mucho, justo hace tres meses se fue, no por Covid pero si por complicaciones de una enfermedad preexistente que por las circunstancias se complicó. Y justo tendré que señalar que estamos en esa etapa en la que las personas con diversas enfermedades se complican por falta de atención médica general y sobretodo especializada, que están buscando a un médico particular porque en las instituciones públicas no están dando las consultas o las pospusieron indefinidamente, que buscan un psiquiatra, neurólogo, neurocirujano, oncólogo, y a muchos otros especialistas, si los encuentran, pero en atención privada, estas personas perdieron salud y atención médica y podrían hasta perder su vida.

Pero quitándonos de estas tragedias valdría la pena seguir indagando que más se ha perdido. Y aquí es donde entran cuestiones como la pérdida del empleo, la disminución del ingreso por recorte del mismo, o al contrario, la pérdida de tiempo propio que ahora tienen los profesores y las familias por las clases virtuales y hasta la falta de respeto por el tiempo libre de parte de los jefes. Perdida del patrimonio o de la vida que se llevaba, mudanzas radicales. ¿Qué más has perdido? ¿Se perdió la realidad a costa de lo virtual?

Entonces llegamos a otro punto, ¿perdimos libertad? La libertad de salir a cualquier hora sin preocupación, de ir a la escuela o al trabajo, de entrar a comprar en familia a cualquier sitio, de caminar sin necesidad de un barbijo, de viajar, de abrazar a los seres queridos, de que los niños jueguen con sus amigos, tomar un café o hasta de visitar a la familia cuando queramos, entre muchas otras cosas.

Ahora la pregunta es si ¿esto será permanente? ¿Realmente la vacuna nos regresará esa libertad robada? Ante estas cuestiones tendremos que ejercitar nuestra capacidad de hacer frente a las dificultades, esa capacidad que heredamos y ejercitamos como homo sapiens a lo largo de estos miles de años. Algún día contaremos a las generaciones venideras lo ocurrido en estos meses, y quizá hasta años, para que ellos enfrenten de mejor forma los retos que depare el futuro y así podamos decir que valió la pena aprender algo después de lo que hemos perdido en estos tiempos; o incluso decir que también perdimos el miedo.