• Reyes Ruiz Peña
La verdad no peca pero...

 

 

En los hechos, estimado lector, es evidente que en nuestro país existe un bloque opositor cada vez más articulado que pretende desestabilizar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Este frente lo mismo incluye a medios de comunicación, intelectuales y columnistas, que a élites empresariales y organizaciones civiles, así como a fuerzas y actores políticos.

 

Aunque en el mes de junio los detractores de la Cuarta Transformación se rasgaron las vestiduras por ser incluidos en el llamado Bloque Opositor Amplio (BOA) -supuesto grupo contrario al gobierno federal, que busca conjuntar fuerzas para derrocar al presidente y a Morena-, hoy es muy claro que sí existe una agrupación heterogénea encaminada a la desestabilización del gobierno por distintos flancos.

 

Una de las caras de ese BOA es el llamado Frente Nacional Anti-AMLO (FRENA) que tiene tomada una parte de la plancha del Zócalo de la Ciudad de México como medida de presión para lograr la renuncia del presidente López Obrador. Con un mínimo poder de convocatoria, esta elitista y extremista agrupación ha obtenido una amplia cobertura mediática nacional e internacional a pesar de tratarse de una manifestación raquítica y sustentada en argumentaciones descaradamente absurdas, falaces y anacrónicas.

 

GILBERTO LOZANO GONZÁLEZ, el líder visible de FRENA -porque detrás de este bloque existen liderazgos empresariales y políticos mucho más altos-, es un desquiciado lenguaraz vinculado a los expresidentes VICENTE FOX QUESADA y CARLOS SALINAS DE GORTARI. Su mayor mérito es, además de ser parte de la élite empresarial que en este gobierno sí paga impuestos, tener la capacidad de enunciar indignantes diatribas y furibundos berrinches en contra de López Obrador, a quien tacha de dictador y comunista.

 

Y como FRENA, tenemos entre otros al TUMOR (Todos Unidos contra Morena) del excandidato presidencial GABRIEL QUADRI DE LA TORRE; al movimiento UNIDOS POR MÉXICO, conformado por varios exgobernadores y liderazgos del PAN que buscan “defender la democracia y las libertades hoy amenazadas por el populismo y el autoritarismo”; y a los más de 600 científicos, académicos, intelectuales, periodistas, escritores y artistas que mediante un desplegado afirmaron que “la libertad de expresión está bajo asedio”.

 

Pero los críticos de AMLO parecen ver solo un lado de la moneda. Para ellos nada de lo hecho por el gobierno de la 4T merece reconocimiento. Para la vigorosa opinión pública de hoy no importan temas como que las exenciones fiscales ya sean inconstitucionales, que el presupuesto para la Presidencia de la República haya disminuido cerca del 80% o que López Obrador sea el primer presidente al que se le retira el fuero y el único en la historia que se someterá a un referendum revocatorio. Incluso cuando esos críticos hablan sobre estos temas, encuentra un punto para el ataque rabioso.

 

Pero no debe sorprender a nadie la estrategia desestabilizadora de todos estos frentes que conforman un BOA que ya existe en los hechos. En el fondo, lo que está en juego es la continuidad del proyecto de la Cuarta Transformación. Todos los bloques en pie de guerra contra AMLO tienen en la mira el proceso electoral del 2021 y lo que buscan es que la coalición de partidos que encabezará MORENA no obtenga mayoría en la Cámara de Diputados, para así obstaculizar desde la oposición legislativa al gobierno de López Obrador.

 

No se confunda, estimado lector, para el gobierno federal sería relativamente sencillo comprar la simpatía de medios de comunicación, opinadores e intelectuales. A billetazos, durante sexenios los gobiernos del PRI y del PAN mantuvieron de su lado -con mayor o menor disimulo- a buena parte del círculo rojo del país. Hoy las cosas son distintas porque ya no fluyen como antes los millonarios convenios de información, la compra de tirajes casi completos de publicaciones impresas o el pago disfrazado de consultorías y asesorías.

 

Y para no ir muy lejos, en Tlaxcala tenemos muchos ejemplos de medios de comunicación electrónicos, digitales e impresos que no solo no ejercen la crítica sino que hasta adulan a los actores de poder en turno. Me atrevería a decir que en nuestro estado el 90% de los medios no critica ni al gobernador ni a los presidentes municipales en aras de conservar el ingreso económico que representan los convenios informativos con el gobierno. Si lo vemos así, el problema de muchos críticos con el gobierno federal no es que las cosas se hagan mal, sino que no se pague para decir que se hacen bien.

 

Como siempre, mi total agradecimiento y respeto a quienes me brindan un momento de su tiempo. Hasta la próxima, si Dios lo permite.