• Cristal Corona Sánchez
.


Un día despertamos con una densa capa de aire enrarecido cual nata grisácea, al voltear a la calle vimos basura tirada y los ríos con olor a drenaje, sin la anterior vida acuática registrada por nuestros padres y abuelos, cerros pelones y construcciones por doquier en su lugar. Le llamamos progreso, modernidad y en esa vanidad humana de control del planeta nos perdimos al grado de no cuidar esa casa llamada tierra.

Compramos verduras y frutas en envases de plástico, o prácticamente cualquier otra cosa, pero, ¿qué tanto somos conscientes de lo que eso significa? El agua que tenemos en casa, agua potable, ¿qué tan limpia nos llega? Las que vertimos al drenaje, ¿a dónde se va?, ¿se trata o sólo se vierte así a nuestros ríos? Antes se decía que para tener plenitud una de las cosas que se tiene que hacer es sembrar un árbol, ¿lo hemos hecho? 

Se dice que queremos mejorar el futuro propio y de las generaciones venideras, ¿pero en realidad lo estamos haciendo?, ¿les dejamos ríos, lagos y mares más limpios?, ¿mayores extensiones de bosque?, ¿aire de mejor calidad?, ¿o drenajes abiertos que antes llamábamos ríos, bosques de concreto y nubes de gases grisáceos?

Hace un año veíamos una película de epidemia y pensábamos que ese era un escenario catastrófico de película, quizá nunca imaginamos llegar a vivir lo que vimos en pantalla, y de repente nos vimos inmersos en una pandemia de tal magnitud que muchos no lo creían. También hemos visto películas futuristas en las que el ambiente y contaminación llegaron a tal deterioro que era imposible habitar como hoy lo hacemos en la tierra, ¿llegaremos a que esa ficción también se haga real en los próximos años? ¿Qué planeta habitarán los nietos, bisnietos y tataranietos?

Ante estas reflexiones agradezco ejemplo de acciones concretas para reutilizar el plástico como la de Heilen, que lo recicla para construir casas; la de un grupo de Ecoaldeas en Altzayanca y Atlangatepec que regresan a la construcción con materiales de la tierra y cultivos orgánicos; a la de grupos y familias que se organizan para sembrar árboles en espacios públicos y privados; a los niños que regañan a sus padres cuando tiran basura en la calle… eso da esperanza, gracias a todos ellos y más que nos dan ejemplo de amor a la tierra al cuidarla, pero nos toca a todos hacer lo mismo.