• Cristal Corona Sánchez
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Estos días tuve rondando en la cabeza las reacciones de algunos alumnos que tuvieron en la clase sobre el respeto a la autonomía de las personas. En primer lugar he de comentar que se trata de uno de los principios más conocidos de la Bioética, área del conocimiento que es a lo que me he dedicado en los últimos años.

Este principio se plantea después de  que en una serie de investigaciones en seres humanos no se les pidiera su autorización a los que participaron para que les pusieran o no algún medicamento o les hicieran o no algún procedimiento quirúrgico o de otro tipo.  Se empezó a hablar de la necesidad de que en toda experimentación en seres humanos se tenía que informar lo que significaba poner o no algún tratamiento y la persona implicada decidía si entraba o no a ser parte de la experimentación.

Pero, ¿quién puede tomar decisiones autónomas?, ¿somos autónomos? Para ser una persona autónoma se requiere que biológicamente podamos tomar decisiones, es decir, que nuestro cerebro funcione bien y no tengamos alteraciones; pero también se requiere, en casos de decisiones médicas, por ejemplo, que seamos mayores de edad, de acuerdo a la ley.   Si no tenemos esos requisitos entonces alguien más estará tomando decisiones por nosotros.  Pero eso no es todo, para que una decisión sea realmente autónoma debe ser libre y voluntaria; es decir que queramos hacer lo que estamos diciendo y que no tengamos coacción de algún tipo; pero para esto también requerimos tener la información suficiente y necesaria para tomar las decisiones, sobre las consecuencias positivas y negativas de nuestra decisión.

Ante estos puntos llegamos a la reflexión trasladada a nuestra vida cotidiana del preguntarnos si ¿realmente tomamos decisiones autónomas?, ¿cuándo decidimos estudiar o no tal o cual cosa sabíamos lo que significaba?, ¿decidimos libremente nuestro estado civil o hasta la pareja?, ¿decidimos trabajar en lo que trabajamos, o simplemente no nos quedó de otra?  Quizá alguien se casó por un embarazo, o trabajamos en tal cosa porque de no hacerlo no tendríamos trabajo, o estudiamos algo porque era la posibilidad que podíamos costear o más accesible; ahora la pregunta sería si sabiendo esto las futuras decisiones serán más pensadas, o buscando que realmente sean  libres y voluntarias, quizá eso nos haría más felices.