• Cristal Corona Sánchez
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Hoy amanece con un sol brillante que  anuncia una esperanza, o al menos eso muchos queremos creer. Finalmente acaba el 2020, para muchos un año terrible, abominable, en el que se hizo presente la fragilidad humana como nunca en la historia moderna, quizá uno de los años más complicados de la historia.

En enero pasado empezábamos a escuchar algo de un virus chino, se nos hacía ajeno, ya en marzo los casos en España me hicieron pensar que no tardaba en que llegara a México, era lógico. Una amiga en Madrid inició con síntomas de Covid y me mantuvo al tanto de su tormento, era ya una tragedia, me contaba una historia como de ciencia ficción y al mandar fotos constataba ese escenario que sabía que en México íbamos a terminar por tener pero parecía que en México aún no pensábamos que eso fuera posible. Yo me empecé a preparar, poco a poco, porque nos venía la cuarentena.

A final de marzo fue la última salida a un evento masivo, un festival de paellas del Club Rotario, recuerdo que mi mamá iba muy contenta, le encantaba la paella y ahí vimos a algunos amigos y a mis ahijados, esa sería la última salida de mi mamá, en ese momento no lo imaginábamos.

Los primeros meses fueron duros con una incertidumbre tal que era muy complejo todo, mi mamá con un cáncer metastásico se fue complicando, el encierro ayudó a deteriorar el estado de ánimo, la propia pandemia generaba estrés, fue difícil. Ahí decidir entre ir a consulta o no era delicado, el riesgo era muy alto. Y la complejidad era mayor por el síndrome de vena cava que hacía que se edematizara, dormir sentada, una tortura que a la larga es muy difícil, quizá si meses antes no descubriera un acto corrupto en el hospital le hubieran atendido, pero las convicciones nos hicieron denunciarlo a costa de la no atención, un ejemplo de mi madre, a pesar de su propio beneficio.

Llegando mayo la vida fue más difícil, el encierro ya de meses y la complejidad de la enfermedad hizo muy duro todo, la última semana de mayo ya no dormía, ni ella ni yo, era terrible pero a pesar de todo durante todo ese tiempo pude convivir como nunca con mi mamá, le pude dar miles de abrazos, llevarle el desayuno a la cama, cuidarla, ayudarle a bañarse y a vestirse, esos momentos son los que guardo, con su carita con una sonrisa por cosas tan simples como ver a mi sobrino y con sus convicciones ideológicas tan fuertes que seguía viendo diario la conferencia mañanera del presidente a quien quiso mucho, le alegraba lo que estaba haciendo.

Junio fue tremendo, los pocos días que vivió de ese mes, porque se extinguió el brillo de esa estrella que fue mi madre en vida, pero inició la vida de una estrella que trascendió, finalmente se reunió con su Padre, mi flaquita se fue, dejó un vacío enorme, pero también se quedó en mi familia y amigos, quienes la recuerdan con orgullo y cariño.

Después de eso la vida cambia, es difícil superar eso, las condiciones son tremendas, un funeral exprés porque llegan los de Covid, tener que esperar sus cenizas sólo con una persona más, no recibir abrazos, sus hermanos con la pena y sólo despidiéndola vía remota, incrédulos y con el dolor. 

Dura situación en medio de la pandemia, en medio de este caos global. Expuestos a la enfermedad y a la muerte. Así es que en medio de esto la semana posterior me avisan que estuve en contacto con un amigo con Covid, fue el único que se quedó en la noche después de la muerte de mi madre, con quien lloramos y recordamos, con quien nos abrazamos… Covid seguro, y la tragedia ronda la mente, pero ya no importaba, en esos momentos no importaba nada.

Pero la vida te da sorpresas y no pasó nada, al menos no grave, unos días con fiebre y faringitis, y  continuamos, así llegar a otras reflexiones fue natural, porque cuando alguien ya no está lo mejor que puede uno hacer es pensar en su esencia, y la esencia de mi mamá fue el amor al prójimo, la lucha por el bien común, que nos enseñó desde pequeños, así es que en consonancia había que hacer viva esa esencia y que mejor que en la política.

Así inicia un reto interesante, no por ambición de dinero ni poder, sino por una continuidad de lo que soy, de lo que pienso, de lo trascendente de mi madre y mío, ella me educó de la mejor forma posible, en las mejores escuelas posibles, con una formación exquisita en ciencias y artes, filosofía y religión, pero sobretodo con su ejemplo de lucha por los demás y por seguir las convicciones del amor. 

En esta búsqueda por hacer algo más me encontré con que la familia apoya, los amigos también y conocí gente hermosa, con almas transparentes, gente brillante que buscan cosas buenas por los otros, también me he topado con los típicos políticos que buscan sólo su interés, que te dicen que están de acuerdo con lo que dices, pero sólo por compromiso y en la realidad no es así, políticos de la peor calaña. Por eso esto no lo hace cualquiera, es un arduo trabajo en el que, como dijo una amiga, se requiere vocación de servicio por la gente, sino, sería una más de lo mismo y yo no soy así.

Hace unos días fui testigo de un dilema ético, en el que vi la posibilidad de aplicación de mis saberes a la política, se queda como un punto a desarrollar, pero sobretodo entendí la necesidad de seguir luchando porque el ethos se haga presente en todos los aspectos de la vida humana, en especial en la política, así es que aquí estoy, ahora para luchar por eso, que a la larga será lo que mejore la vida de las personas en la sociedad.

Hoy, último día del 2020, dejo esto como constancia de vida, siendo  el más difícil año de mi vida pero también en el que descubrí que la trascendencia de vida se da en función del actuar con amor en todo momento. Así es que les invito a que este año tan complejo no sólo nos deje dolor, sino que de ahí saquemos lo mejor que tenemos como humanidad, que es el amor por los otros y que hagamos del 2021 un excelente año.