• Héctor A. Villalba
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La comparecencia del secretario de gobierno, nos deja un panorama clarísimo sobre nuestras autoridades, su desempeño y su lucidez mental y política.  

No se trata de ver quién revolcó más a quién, porque eso fue evidente. El inicio de la tan esperada comparecencia auguraba el primer roce entre los poderes Legislativo y Ejecutivo. Por un lado el petista Miguel Ángel Covarrubias, y en el otro el lorenista Sergio González Hernández. 

Covarrubias recordado por mearse al interior de un taxi en Baja California, robarse discursos de series, y ser el único diputado de mayoría en lograr la reelección, fue quien solicitara la comparecencia del encargado de la política interna en el estado. 

Mediáticamente hizo todo lo posible para lograr su cometido y dar a pensar a la opinión pública y a la gobernadora que quien manda en el Congreso local es él y no el tan ninguneado Ruben Ra-Terán. 

Se esperaba mucho de Covarrubias, pero lo que vende es aire, y sólo los cortos de luces le compran todo. 

Miguel Ángel Covarrubias aprendió de la peor manera que, podrá ganar la tan mentada casilla que no ha ganado últimamente el secretario de gobierno, pero jamás estará a la altura de un personaje como Sergio González. Y es que si algo tiene Sergio es experiencia, madurez política, y una buena escuela. 

La comparecencia transcurrió sin mayores inconvenientes, salvo las torpes intervenciones de las diputadas Brenda Cecilia, Alejandra Ramírez, y Blanca Águila. Al parecer no entendían que estaban en la comparecencia de un secretario y no en un chisme local, una clase de derecho, o en el último caso, en un tema personal. 

A Blanca Águila le chiflaron, porque es cierto aquello de que no existen comentarios tontos, sino tontos que comentan. Sus esbirros, ocultos en el segundo piso, aplaudieron su réplica, pero ya era tarde, el secretario de gobierno ya había barrido  -y hasta trapeado- el piso con ella, con su prestigio, y con su vulgar forma de hacer disque política. 

Sergio González salió bien librado, por el momento. Ojalá la comparecencia se convierta en una tradición como lo pedía el incauto Juan Manuel Cambrón confundiendo una encuesta municipal de percepción con datos duros.