• Roberto Rock
La buena ley, dicen los politólogos, solo puede provenir de la buena política

El país parece vivir tiempo de enanos en nuestra vida pública. Y no solo del lado del oficialismo, incapaz de hacer valer la política sobre la imposición. O entre los jueces, sumisos e indignos. También en las filas de la oposición, poblada por la hipocresía y la mediocridad.

“He cambiado de opinión”, aceptó el presidente López Obrador al renegar de su compromiso de tantos años y campañas para regresar a los militares a sus cuarteles y reconstruir a la policía federal y a las corporaciones estatales y federales. Dijo que su gran viraje obedece al desastre que recibió, sin reparar en que abraza la misma fórmula que derivó en nuestra tragedia de violencia desbocada y creciente control sobre el territorio y las instituciones por parte de las mafias criminales.

Sin aceptarlo, también cambiaron de opinión los ministros de la Corte, el alto tribunal que hace veinte años arrancó una nueva era en la doctrina jurídica a favor de los derechos humanos y los compromisos ante convenciones internacionales en este campo, un proceso abortado por su reciente rechazo a matizar al menos la prisión preventiva oficiosa.