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Desde que en enero se puso en cuarentena a Wuhan por la COVID-19, las medidas de aislamiento que han puesto en marcha los países han permitido salvar la vida de 7,9 millones de personas, 73.000 en España.

Así lo estima un estudio internacional, aún en fase de revisión, que advierte que se puede perder todo lo ganado si no se actúa con cautela al levantar el confinamiento.Culturizando.com amplia este estudio.

El pasado 23 de enero China cerró la ciudad de Wuhan para evitar la expansión del nuevo coronavirus que estaba acabando con la vida de muchos de sus habitantes. Desde entonces la pandemia se ha expandido por todo el mundo y gobiernos nacionales y regionales se han visto obligados a implementar severas medidas de distanciamiento social para aplanar la curva de contagios.

El esfuerzo y los sacrificios están teniendo sus frutos. Según las estimaciones de un análisis realizado por expertos del proyecto internacional Covid Compass, coordinados por el español Carlos Duarte desde la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdullah (KAUST) en Arabia Saudita, todas esas medidas han servido para salvar 7,9 millones de vidas, la mayoría (7,2 millones) en China.

Se ha evitado la muerte de 7,2 millones de personas en China, 73.000 en España, 124.000 en Corea del Sur, 65.000 en EEUU, 155.000 en Italia, 71.000 en Francia y 30.000 tanto en Alemania como en Reino Unido

Gracias a la medidas de confinamiento se salvan muchas vidas

Las cifras para otros países son mucho menores, pero también significativas. Los cálculos indican que a mediados de abril el distanciamiento social ya ha evitado la muerte de 73.000 personas en España, 124.000 en Corea del Sur, 155.000 en Italia, 71.000 en Francia, 30.000 en Alemania y otras 30.000 en el Reino Unido.

En el caso de Estados Unidos, las decisiones de sus gobiernos estatales de cerrar escuelas, cancelar eventos públicos y confinar a las personas en sus hogares desde mediados de marzo salvó unas 65.000 vidas. Sin esas directivas, un mes más tarde el número de víctimas en este país rondaría las 100.000, cuatro veces más de lo que ha sucedido.

Para realizar este estudio, basado en un modelo SIR (con casos Susceptibles, Infectados y Recuperados) desarrollado por profesor David I. Ketcheson de KAUST, se han tenido en cuenta el número de muertes diarias contabilizadas en cada país y estado por la Universidad Johns Hopkins y el New York Times, considerando los datos de población globales que facilita Naciones Unidas.

Los resultados sobre tasas de mortalidad, período infeccioso medio y ritmo reproductivo de la infección se basan en multitud de artículos científicos, informes y bases de datos. Incluyen, por ejemplo, análisis de los pacientes del crucero Diamond Cruise (que estuvo casi un mes en cuarentena cerca de Tokio), registros del primer brote en Wuhan, la propagación del virus en países europeos y excesos de mortalidad detectados en España, Italia y Nueva York.

Estudio y modelo de las tasas

“A partir de la cifra de muertes reportadas, el modelo predice el número de nuevas infecciones y fallecimientos, pero también se incluyen de forma empírica los efectos de distintas intervenciones de confinamiento para ver cómo influyen sobre las tasas de mortalidad”, explica Duarte a SINC.

El modelo calcula esas tasas teniendo en cuenta las estimaciones actuales de mortalidad de personas infectadas, que actualmente es 0,006; es decir, que un 0,6 % de las personas contagiadas fallecen.

«Las vidas que se han salvado se podrían perder más adelante de no mediar soluciones, como terapias efectivas o estrategias de salida inteligentes que reduzcan la tasa de mortalidad”, dice Carlos Duarte

“Estamos trabajando en el desarrollo de este y otros modelos para su publicación en revistas científicas”, apunta Duarte, “pero ya permiten calcular el número de vidas que se han salvado (o muertes evitadas) hasta la fecha gracias a las medidas de confinamiento en relación a nuestra predicción de mortalidad y a lo que hubiera ocurrido si no se hubieran adoptado”.

“Sin embargo –subraya el experto–, hay que tener en cuenta que esas vidas que se han salvado se podrían perder más adelante de no mediar soluciones, como terapias efectivas o estrategias de salida inteligentes que reduzcan la tasa de mortalidad”.

El profesor Ketcheson coincide: “Debemos ser cautelosos. Aplanar la curva reduce en gran medida la propagación del virus a corto plazo, pero también conduce a una epidemia más prolongada, con un número similar de personas posiblemente infectadas al final. A menos que desarrollemos rápidamente estrategias inteligentes a largo plazo y un tratamiento más efectivo para los casos graves de COVID-19, es posible que solo hayamos pospuesto muchas de estas muertes»