• José Vicente Sáiz Tejero
.

 

  • Carlos Hernández González presentó su obra “La Legendaria Hacienda de  Piedras Negras
  • Se trata de una Interesante y prolija narración de los orígenes de la ganadería de bravo en México
  • El acervo cultural del estado se ha enriquecido con esta aportación literaria de consulta obligada   

   El pasado viernes tuvo lugar, en Tlaxcala capital, un evento que reunía muchos elementos de interés, no solo para el aficionado al toreo, sino también para los afectos a preservar las tradiciones culturales más hondamente enraizadas en la sensibilidad de nuestra gente. Convivir con antiguos y buenos amigos, y repasar con ellos -ante una sorprendentemente numerosa concurrencia- la historia de la ilustre ganadería de Piedras Negras, fue una gratificante experiencia que deja abiertas las puertas a la prosecución de trabajos semejantes.     

Presentación del libro en el ITC

 Tenía que estar ahí, y estuve, ¡claro que sí!, para cumplir con la encomienda de comentar el libro “La Legendaria Hacienda de Piedras Negras”. Firmaban la invitación a su presentación Willebaldo Herrera, en tanto director del ITC -la institución patrocinadora de la impresión del libro-; Carlos Hernández González, en su condición de autor de la obra en cuestión, y Marco Antonio González, actual titular de Piedras Negras, caballero donde los haya, y sexto heredero de una dinastía que ha dado lustre y gloria a la crianza de toros en Tlaxcala.

Distinguidos convocantes

 A los tres personajes -Willebaldo, Carlos y Marco- les profeso consideración y afecto. Los tres son personajes asociados a la intelectualidad y a la tauromaquia, espacios ambos que no me son del todo ajenos. Así pues, me aboqué a bosquejar algunos apuntes para transmitir el viernes pasado a quienes acudieron al ITC -y hoy lunes a mis lectores- unas cuantas ideas en torno a la notable recopilación histórica realizada por Carlos -Carlitos Pavón, para los cercanos- de los mil y un hechos y anécdotas que pueblan la vida de Piedras Negras.

Willebaldo Herrera, gran personaje

   Déjenme que, para empezar, les de una breve semblanza de Willebaldo. Méritos más que sobrados tiene para dirigir el Instituto Tlaxcalteca de Cultura. Su brillante trayectoria como escritor y crítico literario, la vastedad de su cultura y el conocimiento exacto que tiene de las necesidades del gremio  artístico del estado para que pueda liberar su creatividad, ratifican mi idea de que la designación que en su persona hizo el Ejecutivo Estatal fue muy afortunada. En su momento di la enhorabuena al amigo…, y hoy se que no me equivoqué.

Carlos Pavón, torero y ganadero

   Voy ahora, amigo lector, a contarle de Carlos Pavón. Los iniciados sabemos de sobra que Carlos es parte de la historia de Rancho Seco. Hijo, nieto y bisnieto de ganaderos, Carlos no podía haber sido otra cosa que torero o ganadero. Y fue las dos cosas. Del traje de luces lo apartó una tragedia -la muerte en los ruedos de su hermano Pancho Pavón-, y sus conocimientos del campo bravo sólo se aplicaron en el corto tiempo que fue dueño de la fracción de la ganadería que por herencia le correspondió… y que vendió a sus sobrinos.

Carlos Hernández, fallido novelista

   Pero esos traspiés -y algunos otros cuya reseña obvio- le llevaron finalmente a encontrar su verdadera vocación: la literatura. Ahí, en ese arte -que por cierto le viene también de herencia porque su madre doña Beatriz es autora de la prosa  poética taurina más hermosa que en México se ha escrito-, en ese arte, repito, Pavón halló un espacio para expresar lo que piensa y sabe de toros. Y no acertó a la primera: su novela en la que -inspirado en el célebre toro saltarín Pajarito- urdió una variante incruenta del toreo es surrealista, por decir lo menos.

Carlos Hernández, excelente tratadista

   Mas de ese tropiezo se levantó al escribir “La Legendaria Hacienda de Piedras Negras”. Esa obra lo reivindicó, y le abrió un espacio por el que puede y debe seguir la indagatoria para realizar el gran compendio -hoy inexistente- que recoja la historia general de la ganadería de bravo en Tlaxcala. Ojalá que halle apoyo oficial para reunir los datos que hay por ahí dispersos, y que aún pueden recopilarse. Le haría un servicio a las tradiciones de este estado “hospitalario y torero”, como el mismo lo bautizara años ha. Adelante pues con los faroles.

Piedras Negras, siglo y medio de trabajo continuo

    “La Legendaria Hacienda de Piedras Negras” es un libro de fácil y amena lectura. Sus páginas están enriquecidas con interesantes fotografías que aligeran el texto, y dan testimonio de las hazañas de los toreros de antaño con toros de la divisa roja y negra. Otro elemento fundamental de la obra de Pavón son las semblanzas biográficas de cada uno de los miembros de esa dinastía de los González que supo, a lo largo de 140 años de batallar continuo, superar las contingencias que les planteó la evolución social y política del país… y de la fiesta. 

Marco Antonio González, actual titular de Piedras Negras  

   Ahora está Marco Antonio al frente de Piedras Negras. Difícil tarea la del joven ganadero. Le tocó una época en la que la bravura de sus reses no está bien vista por los toreros, inclinados a lidiar encastes menos enrazados. Esa tendencia, auspiciada por una generación de coletas encabezada por Martínez y Cavazos, dio como resultado que la cotización del ganado de Tlaxcala fuera a la baja y, a partir de los ochenta, dejara de anunciarse en las principales plazas del país. El daño fue severo, y creó un círculo vicioso difícil de romper. 

Las vacadas autóctonas

   Pero demos antecedentes al lector no avezado en materia taurina. Hasta el siglo XIX, la ganadería mexicana de bravo se había hecho con la cruza de reses autóctonas que acusaban temperamento. Empero, el porciento de toros que manseaban era elevado, desluciendo los festejos y provocando tremendas broncas. Para evitarlo, los empresarios se dieron a importar encierros españoles, cuyos índices de bravura eran mucho más altos. Pero el costo del transporte de los toros y el tiempo que la operación suponía encarecían el procedimiento.

La sangre española de Saltillo

   Pronto se concluyó que, más que encierros, lo que había que traer eran vacas y toros procedentes de algún hierro prestigiado. La meta era hacer ganaderías -con esa base española- que proveyeran la creciente demanda que de toros bravos había ya en el país. De ese modo fue que, casi al mismo tiempo -y curiosamente con el mismo origen-, llegaron a México dos lotes provenientes de las dehesas del Marqués de Saltillo; uno arribó a Zacatecas y el otro -tras algunas vicisitudes-, acabó pastando en el campo de Tlaxcala.

Zacatecas (los Llaguno) vs Tlaxcala (los González)

   De esa época data la rivalidad entre Zacatecas y Tlaxcala, o lo que es igual, entre los Llaguno de allá y los González de acá. No ignoro que hay otras casas ganaderas de prosapia, como la de los Madrazo en Jalisco y la de los Barbabosa en el estado de México, pero fueron las que acudieron a la sangre de Saltillo -San Mateo en Zacatecas, y Piedras en Tlaxcala, ambas con sus ramificaciones- las que alcanzaron notoriedad y sobrevivencia. Hoy día y por los motivos arriba apuntados, la línea zacatecana ha venido desplazando a la tlaxcalteca.

La actitud de Martínez y Cavazos

    La razón que movió a los toreros regiomontanos Martínez y  Cavazos para dar la espalda a los hierros tlaxcaltecas fue que allá, en el hato zacatecano, de años atrás se había venido privilegiando la condición pastueña de sus astados, en tanto que acá, en Tlaxcala, se dio prioridad a la bravura. La mayor fiereza de las reses tlaxcaltecas se hizo notable a partir de los cuarenta, menudeando las cornadas y los percances fatales. Mientras tanto, San Mateo perfeccionaba sus conocidos “toritos de plomo”, así llamados por su blandura y docilidad.

De la épica de ayer… a la simulación de hoy

   Aunque no se diga, son las cornadas las que dan valor a las orejas y rabos. Triunfar con toros cuyo peligro era evidente, constituía una hazaña a la que no cualquier mortal se atrevía. El riesgo hizo que a los toreros de antes se les viera como a héroes. Hoy las cosas no son así; el toreo moderno no es compatible con la fiereza ni con la fuerza en la embestida. Y pese a haber logrado una gran perfección estética, ese toreo -el que se practica con toros indefensos y mochos- no arrebata a las masas… y se ha vuelto un espectáculo sin emoción.

Tlaxcala, último reducto de la bravura

  No obstante esa evolución, de ese salto p’atras en la crianza del toro de casta, aquí en Tlaxcala todavía hay ganaderos que se obstinan en mantener intacto aquel manantial original de bravura. Uno de ellos -de entre los pocos que no claudican- es Marco Antonio González Villa, empeñado en seguir las enseñanzas de su padre don Raúl.  Y es que, si el toreo ha de subsistir, tendrá que volver a abrevar en su fuente primigenia. Ahí, en los potreros de Piedras Negras, se siguen criando toros bravos… toros, amigo lector, como los de antes.

LA FRASE DE LA SEMANA

   Es de Javier Corral, senador panista, expresando su opinión acerca del desempeño de Ernesto Cordero como coordinador de su bancada. Corral fue claro y contundente:

“…Cordero debe ser relevado…”

    El disenso panista al interior de su partido está propiciado por el enojo de la facción calderonista que, frustrada ante los progresos del Pacto por México, se empeña en dinamitarlo.