• Citlali Ortiz Cano
Origen de las adicciones

Las adicciones son inherentes al ser humano como cualquier otra enfermedad mental, sin embargo, su contagio se ha exacerbado en esta época de posmodernidad, dadas las condiciones sociales, económicas y emocionales que significan vivir en ella.

Uno de los detonantes, podría ser, que la organización de los hogares se ha transformado de “tradicional”, -integrado por ambos padres-, a hogares monoparentales, ya sea por elección, por la separación-divorcio- de los cónyuges o porque alguno de ellos ha tenido que emigrar a lugares con más posibilidades de trabajo.

Lo que entraña una gran dificultad para el adulto que se queda a cargo del hogar, al tener que desempeñar varios roles, así como enfrentar solo, las vicisitudes  inherentes a la crianza de los hijos,  aunado a un bombardeo de información, de datos y sucesos difíciles de procesar por las mentes infantiles, a través de los medios de comunicación tan sofisticados y a su alcance.

Aunque también en todo tipo de hogares pueden existir las adicciones, porque un gran número de hogares mexicanos, se convierten en verdaderos campos de batalla entre cuidadores y familiares, olvidando un trato amoroso y cálido, tan necesario en un ser humano para su formación.

Sin un trato y ambiente emocional adecuado, el ser humano queda indefenso y proclive a que la enfermedad adictiva se incube y empiece a gestarse en él, aún desde antes del nacimiento. –Existe evidencia de maltrato emocional y físico en mujeres embarazadas-

O aunque haya un ambiente apropiado y  los progenitores no presenten alguna adicción, es probable que la misma se manifieste hasta la tercera generación-porque los abuelos la padecieron-. Reiterando el carácter hereditario de las adicciones.

También es posible, que los padres padezcan un tipo de adicción que no sea tan evidente, como la adicción al trabajo, al malestar emocional, a la comida, etc., y que la adicción-la misma u otra diferente-, en los hijos puede surgir con mucha virulencia, porque está latente.

Es un hecho que la adicción y sus repercusiones son compartidas por toda la familia, la diferencia es que el adicto las manifiesta físicamente-al consumir lo que le daña o repetir la conducta adictiva-, así como emocionalmente y los familiares por su parte, experimentan todos los síntomas emocionales inherentes, como por ejemplo: ira contenida,  frustración, soledad, impulsividad, tristeza, sufrimiento, etc.

De ahí que es altamente sugerida la atención terapéutica, no sólo para el que manifiesta la adicción, sino para toda la familia, porque una gran medida de su recuperación depende, no sólo de la comprensión de la enfermedad, sino de que la familia también reconozca su propio contagio y asista a terapia familiar.

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