Al igual que para los maestros de todos los tiempos, es un reto enorme sacar adelante a los educandos que les corresponde atender, en especial para los maestros de principios de este siglo, es una tarea que se antoja titánica y agotadora, cuando no inalcanzable.
Los alumnos que nos han tocado conducir hoy, son seres con cocientes altísimos de inteligencia, en especial intelectual-chicos cibernéticos, les llamo cariñosamente-, ante esto, los maestros tenemos el ineludible deber, no sólo de actualizarnos, sino de innovar en ingenio, amor y talento emocional, para poder hacer frente a esta gran brecha generacional que cada vez se vuelve más grande entre nuestros educandos y nosotros.
La herramienta que se convierte en baluarte y casi en una panacea, para lograr una educación exitosa, dar un acompañamiento de calidad y cumplir con los objetivos trascendentales de la educación posmoderna, es la Educación Emocional o de las Emociones, porque el ser humano posee dentro de sus capacidades fundamentales, la de experimentar intensamente todo tipo de sentimientos o emociones.
Una adecuada Educación Emocional le permite al ser humano calibrar, modelar, forjar y consolidar conocimientos de diversa índole, desde los más primarios, hasta los más sofisticados.
Dependiendo del tipo de emoción, ya sea positiva o negativa, el conocimiento será en consecuencia de esa naturaleza positivo o negativo, eso sí, muy significativo, porque entra a través de todos sus sentidos.
Por lo que tenemos que aprovechar esta gran herramienta para habilitar seres, además de intelectualmente inteligentes, también, aptos emocionalmente hablando y como todo conocimiento, para poder transmitirlo hay que dominarlo, por lo que se hace menester que cada educador, cultive su inteligencia emocional, para de esa manera poder dar a sus alumnos un acompañamiento emocional de calidad.
Que permita consolidar conocimientos de excelencia y que conduzcan a las nuevas generaciones al fin máximo del ser humano, que es la trascendencia y la felicidad, por lo que es importante desarrollar en cada uno de nosotros las siguientes cualidades y de esa manera acrecentar nuestra inteligencia emocional:
1.- Una gran empatía
2.- Amor en todos nuestros actos
3.-Tolerancia y paciencia hacia las acciones de nuestros alumnos y de todos los que nos rodean.
4.-Planeación y constancia en la aplicación de contenidos, sobre todo en lo que tiene que ver con emociones.
5.-Hacer de cada acto educativo algo innovador y en extremo divertido
6.-Hacer a un lado todo viso de autoritarismo, que muchas veces disfraza ignorancia e impotencia ante nuestros alumnos. (En próxima entrega describiré cada una de estas cualidades y adicionaré otras tantas)
Estas son algunas de las cualidades que tenemos que cultivar los educadores del siglo XXI, si queremos conducir a buen puerto a estas generaciones altamente computarizadas y no morir en el intento.
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