• Marco Antonio Muñoz Sánchez
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Quizás el lector en algún momento se ha preguntado por qué nuestro estado no tiene una pujanza económica como la tienen otras entidades federativas de nuestra República. Pues bien, empecemos a decantar el problema desde una perspectiva macroeconómica. La principal fuente de ingresos del gobierno federal, como medio para impulsar el desarrollo económico de nuestro país se basa en sus ingresos fiscales, los cuales se subdividen en dos grandes ramos: los ingresos petroleros y los no petroleros; pero estos últimos enfrentan un serio problema surgido desde hace más de medio siglo: una muy baja recaudación (desde 1960 los recursos tributarios             -eliminando los recursos petroleros- rondan el 10% como porcentaje del PIB), y la dependencia de los impuestos indirectos como el IVA (el 52% de los ingresos provienen de éstos).

     Desde 1980, la petrodependencia ha sido el común denominador en los ingresos del gobierno federal, a tal grado que según estadísticas del INEGI, para 2011 los ingresos fiscales totales del gobierno federal se encontraban constituidos en un abrumador 31% por ingresos petroleros y el restante 69% por no petroleros.

    Dado lo anterior, es evidente que el dinero a aplicar en inversión por parte del gobierno federal es magro, pues la tasa recaudatoria es muy baja para el nivel de desarrollo de México y no le da al país suficiente espacio fiscal para tener una política que le permita aumentar el gasto social a fin de combatir la desigualdad y el desempleo. Más aún, las escasas inversiones en obra pública de los gobiernos locales son financiadas en un alto porcentaje por la Federación mediante las participaciones y aportaciones federales asignadas a los estados y municipios.  

    Ante la insuficiencia de las participaciones federales, emerge la inversión extranjera directa como una opción para impulsar el desarrollo económico de los gobiernos subnacionales. Pero, ¿por qué algunas entidades federativas atraen  más empresas foráneas que otras? Según algunos estudios, como los de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), existen factores determinantes que intervienen en la elección de uno u otro territorio para invertir por parte de los inversionistas: primero, el sistema normativo; segundo, las características de la infraestructura en el lugar a invertir; tercero, las habilidades y capacidades de la mano de obra; cuarto, la cercanía con el mercado estadunidense para el caso concreto de México.

    Y es a partir de esta premisa que Tlaxcala, en función de sus propias características, pudiera empezar a trazar un esbozo de planificación estratégica a efecto de impulsar el desarrollo económico y social en la entidad y definir, de una vez por todas, qué rumbo queremos tomar para nuestro estado; es decir, dónde nos queremos ver en el mediano y largo plazos. La respuesta a la pregunta: ¿hacia dónde es más conveniente enfocar los recursos humanos, hidráulicos, topográficos y agronómicos con los que cuenta Tlaxcala?, podría ayudarnos en esta tarea.  

    Es necesario precisar que no me estoy refiriendo al Plan Estatal de Desarrollo sino a las importantes decisiones que se deben tomar en el más alto nivel ejecutivo de nuestra entidad con el objeto de  definir  hacia dónde queremos ir, cómo queremos ver a Tlaxcala dentro de cinco, diez o veinte años en un mundo globalizado y altamente competitivo.

¿Queremos ver un Tlaxcala turístico, industrial o comercial?, porque si algo es palpable es el hecho de que todos los días nos encontramos en franca competencia con otras entidades federativas por los   -siempre escasos- recursos económicos. Competimos contra Puebla, Hidalgo, Estado de México, Guanajuato o Querétaro por las inversiones foráneas; por el turismo nacional y extranjero; por el comercio; por las inversiones en infraestructura (periféricos, carreteras, distribuidores viales, aeropuertos); pero al final caemos en la cuenta de que cualquiera que sea el rumbo que tomemos vamos a requerir invariablemente de buena infraestructura, mano de obra capacitada y un sistema normativo confiable y ágil si queremos ganar esos recursos.

    ¿Por qué no empezar por el mejoramiento de la infraestructura local? Es de conocimiento general que cualquier actividad económica requiere de carreteras de excelencia, ¿puede usted imaginar un turista europeo recorriendo los múltiples baches existentes en nuestros municipios? ¿Qué pensaría un inversionista foráneo al conducir sobre las principales carreteras de Tlaxcala y darse cuenta de la falta de señalización adecuada, la abundancia de topes en los caminos, la ausencia de puentes peatonales, acotamientos, paradas oficiales del transporte colectivo o distribuidores viales adecuados, amén del deficiente alumbrado público? Tenga usted la certeza de que todos, absolutamente todos estos aspectos influyen en un empresario a la hora de decidir en dónde va a invertir  -arriesgar- su dinero.

     Pero, para bien o para mal, existen otras entidades federativas que sí ofrecen lo anterior, y sobre estos estados altamente competitivos conversaremos en nuestra próxima edición.
Autor: Mtro. Marco Antonio Muñoz Sánchez
Abril de 2014