• Mario Alberto Macías Palma
La pluma por la espada

Una experiencia nueva nos ofrece esta elección federal intermedia en Tlaxcala, misma que se conforma en una estrategia de ingeniería electoral novedosa debido a las prácticas que los partidos políticos y candidatos, han realizado con el fin de controlar una estructura socio-partidista que le garantice mayor número de votos en las urnas.

Pero, ¿están seguros que la gente que acarreen a votar, lo hará lealmente por quien los lleva?

La experiencia reciente nos dice que las sorpresas son una constante, mínima, pero presente en los últimos comicios, ya que tanto las previsiones de un candidato o de encuestas serias y profesionales se han derrumbado ante los resultados adversos que el electorado les receta.

Veamos porque la anterior reflexión.

Quien ahora es alcalde por el sur de Tlaxcala, comentaba en medio de su campaña proselitista: “antes el candidato engañaba a la gente; ahora es la gente la que engaña al candidato”.

Y es que el mismo grupo de ciudadanos que acude a las reuniones con aspirantes a una representación popular, y que no sólo recibe gustoso las dádivas (mínimas también) que el candidato oferta, sino que además le promete, es más le jura que votará por él, es la misma que dos días después está “juntando a la gente” para el, la o los contrincantes del primero, con la misma tónica: “dame y espera que vote por ti”.

Sin embargo en la privacidad de la mampara y con la secrecía del voto, el ciudadano decide lo que mejor parece o más conveniente le resulta a sus intereses materiales más que políticos.

La maña se les revierte a la clase política, aunque ésta después se desquite con la manipulación de leyes y de la administración pública.

La muestra: un conocido y efectivo operador político, registró en una elección pequeña el arribo de más de 600 votantes que creyó a favor de su prosélito, pero luego del conteo sólo obtuvo poco más de 300 sufragios. ¿cómo contrarrestar el engaño popular? Se preguntan los politólogos.

La traición de los suyos, es otro aspecto que se ha convertido en el fiel de la balanza. Por ejemplo.

En el PRI se sabe que la diputada Angélica Zarate no ha trabajado electoralmente para los candidatos de su partido, aunado al desgaste por el ejercicio del poder que ha lesionado a muchos que, muy disciplinados pero que operan en contra de candidatos y su gobernador.

En el PRD, hay personajes que en franca disputa por la dirigencia de ese partido, juegan con el mejor postor, en este caso, por ejemplo con el “rico” candidato del PAN en el segundo distrito.

Pero en ese mismo tenor en el PAN no hay unidad completa, los grupos bien definidos trabajan para sí. La senadora Adriana Dávila nunca se presentó con dicho aspirante blanquiazul; mientras que todo lo contrario con las diputadas Aurora Aguilar y Leonor Romero (que son morenovallistas)

Ni que decir de los militantes de los partidos minoritarios; ahí hay de todo, desde el inocente que cree que saldrá electo, hasta el que sólo quiere atomizar la votación, que aunque no declinen, <en corto> promueven el triunfo de otro candidato o candidata.

Ahí está Héctor Ortiz con todos sus candidatos en, casi, todos los partidos y demarcaciones. A saber: Víctor Ávila en Encuentro Social; Silvia Nava en Movimiento Ciudadano; Lilia Caritina en el PAN; Adriana Ramírez en el PT; Santiago Sesín en el PRD, etcétera.

*ESTA COLUMNA ESTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN ENERO-MAYO DE LA REVISTA LIDERAZGO-TLAXCALA.