El anuncio que hiciera el Papa Francisco de que el próximo 15 de octubre de 2017 canonizará a los Niños Mártires de Tlaxcala Cristóbal, Antonio y Juan en la plaza de San Pedro en Roma, debe obligar a nuestros gobernantes a establecer acciones coordinadas para aprovechar esa decisión en una palanca para el desarrollo de nuestra entidad.
Como lo han hecho en otras naciones, en Portugal con el Santuario de la Virgen de Fátima, o los dedicados a Santa Ana de Beaupré, en Quebec o la Virgen de Lourdes en Francia, en Tlaxcala podemos impulsar acciones tendientes a hacer de este hecho religioso una estrategia para el crecimiento de nuestra entidad.
Si bien en el triángulo de las prioridades del gobierno estatal no se encuentra el del turismo, lo cierto es que la llamada industria sin chimeneas genera una gran cantidad de empleos y divisas para Tlaxcala.
Aunque en menor magnitud, ahí está el caso de San Miguel del Milagro en Nativítas, que en torno a su festividad en el mes de septiembre, se mueve una economía importante.
Así lo reconoce también el Departamento Episcopal de Pastoral de Santuarios en México, que entre otros aspectos advierte que todos los santuarios, en mayor o menor grado, se ven envueltos en una atmósfera que podría llamarse “económica-comercial”. Los recursos materiales son un elemento persistente de mandas, compra-venta de artículos religiosos, o promovidos por los sacerdotes y otras personas, aportan dinero, lo que hace que el santuario se convierta en un centro donde las finanzas adquieren un carácter prioritario. (La pastoral de santuarios en México, 1988)
De ahí que se considere que en los santuarios se tenga una situación de subdesarrollo moral y religioso, donde aparezca la miseria y la injusticia (María, 1982). De esta forma el santuario es punto de convergencia donde se dan cita todas las formas de pobreza material de quienes a él acuden. Casi podría decirse que la bonanza económica del santuario descansa en la pobreza crónica de sus devotos (La pastoral de santuarios en México, 1988). Sin embargo, está claro que un santuario beneficia siempre a la población local y debe ser protegido por las autoridades locales (William, 1976).
Tenemos los casos en Tlaxcala con La Virgen de Ocotlán, y su santuario, o La Virgen de la Caridad en Huamantla, y ahora San Andrés Apóstol en La Barca de la Fe, de Tlaxco, hasta donde llegan cientos de personas y en torno a ellos se ha detonado una economía especial.
Y es que si bien, el objetivo del peregrino no es un viaje turístico sino de experiencia espiritual, los requerimientos de los visitantes religiosos siempre propician el establecimiento de toda una infraestructura turística la cual comprende hoteles, restaurantes, albergues, bancos, guías turísticos, agencias de viajes, empresas de transporte turístico, y sobre todo, un comercio pujante en íntima relación al cumplimiento de promesas, a través de una amplia gama de artículos religiosos; todo esto matizado por el grado de atracción de un santuario: local, regional, nacional e internacional. De esta manera la estructura espacial del santuario se ve en mayor o menor medida influida por la funcionalidad de los servicios establecidos en torno a él.
Ejemplo de ello está La Virgen de Juquila, en Oaxaca, de la cual se ha generado una economía de la que dependen miles y miles de personas.
Por ello, considero que el gobierno estatal, las autoridades eclesiásticas y municipales deberán sumar ya, desde ahora, esfuerzos y proyectos en común para hacer de esta gran dicha religiosa una atracción más para el Estado de Tlaxcala porque son considerados ya los “Santos Patronos de la Niñez Mexicana”.
De lo contrario, además de poderse generar un problema, Tlaxcala perdería una nueva oportunidad para posicionarse como un centro de turismo religioso, porque a pesar de contar con los elementos suficientes para ello, con templos únicos, como la primera pila bautismal de América, y sus cientos de iglesias, éstos han sido desaprovechados por nuestras autoridades.
Es tiempo de cambiar la historia, por el bien de Tlaxcala y de las futuras generaciones.