• M.C.S Elsa Martínez Flores
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La conocí hace algunos años, en un viaje que realicé a Veracruz, yo iba con un grupo de amigas, de repente, volteé hacia el emblemático café La Parroquia, eran alrededor de las 7 de la noche, y vi cuando se levantó de su asiento dispuesta a salir junto con su amigo de ese lugar, visiblemente emocionada comenté con alguien “¡Es Guadalupe Loaeza! Voy a pedirle su autógrafo” … corrí para alcanzarla y al tenerla frente a mí, muy emocionada sólo atiné a decirle tímidamente: “buenas noches, ¿podría tomarme una foto con usted?”, a lo que ella accedió de forma amable y siempre mostrando una afable sonrisa.

Después de ese momento, me di cuenta que, efectivamente soy fan de Guadalupe, de su manera de relatar sus vivencias y las de otros, con ella descubrí quienes eran las verdaderas “Niñas bien” y no las que comenzaron a hablar como si tuvieran algo en la boca todo el tiempo, utilizando muletillas y ademanes de nuevas ricas. Con Loaeza aprendí a recorrer París antes de conocerlo, saber caminar sobre la avenida Reforma hacia el Centro Histórico para disfrutar de los edificios tan emblemáticos que se localizan en CDMX, logré amar aún más el hermoso estado de Oaxaca y sus alrededores.

Loaeza inspiró en mi describir escenarios de una manera tan magistral, que he de ser sincera, aún no logro esa tremenda habilidad que sólo se alcanza leyendo, escribiendo y observando a la sociedad en general. Ella lo hizo en “Debo, luego sufro”, la forma en que relata como las personas de clase media pretenden una posición social que no tienen, pero que, a través de una tarjeta de crédito y compras compulsivas logran llenar un vacío de una vida.  

Guadalupe Loaeza me llevó a conocer los campos Elíseos y de la mano te hace revivir cada situación que ha experimentado como persona en sus múltiples viajes, si una escritora te transmite eso entonces habrá logrado su objetivo: transportarte a otros lugares y soñar que estás ahí. Además, no sólo se dedica a la novela, sino que, se ha rodeado de políticos, escritores, actores que la han hecho una mujer con sabiduría, pero sencilla.

Columnista del periódico Reforma, sus relatos semanales son la delicia de quienes somos admiradores de la pluma Loaeza. De firmes convicciones alza la voz y es a través de los medios de comunicación cuando expresa lo que le incomoda, las alegrías que le proporcionan su familia, sus amigos, las injusticias que le relatan o que ella misma vivió en carne propia.

No soy reportera, pero, si alguna vez asumo esa noble labor, me gustaría entrevistar a esta mujer porque con una sola de sus anécdotas puedes durar horas en una plática entretenida y llena de detalles que valen la pena por la cantidad de situaciones que ha vivido. Más que una entrevista lo que haría sería dejarla hablar y que ella misma relate lo que piensa y siente, no hay poner puertas al campo.

Continuaré leyéndola, así como a otros personajes que son dignas de seguir el ejemplo y continuar en la dinámica de poder transmitir emociones no al estilo Guadalupe Loaeza quien lo hace de forma magistral, sino al mío para algún día tal vez, escribir un libro, no de niñas bien, pero sí de algunos temas que a mí me interesan y que espero capturen la atención de mis futuros lectores.