• Abel Velázquez
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El inminente tercer informe de gobierno de Lorena Cuéllar ha despertado grandes expectativas. Con tres años al frente del gobierno de Tlaxcala, la mandataria ha logrado avances que han dejado huella en sectores clave como la salud, la educación y la seguridad. Sin embargo, la sombra de la incertidumbre en cuanto a la estrategia comunicacional ha empañado parte de estos logros. 

Y es que, en la Coordinación de Comunicación del gobierno estatal, tres titulares han desfilado en lo que va de la administración, generando una sensación de descontrol y falta de dirección en un área fundamental para transmitir los logros alcanzados.

Primero fue Angélica, una mujer cercana y de confianza de la gobernadora, quien entendía bien las dinámicas internas y tenía la capacidad de proyectar el mensaje del gobierno. Luego de su relevo, todo parece indicar que está enfocada en su nueva encomienda. 

Augusto fue el siguiente en asumir la responsabilidad, pero su paso fue tan discreto como inefectivo. Un personaje atrapado en estrategias comunicacionales de hace dos décadas, incapaz de conectar con las audiencias contemporáneas ni de adaptarse a los nuevos escenarios. Su tiempo en el cargo solo evidenció el desfase entre las intenciones del gobierno y su capacidad para comunicarlas de manera efectiva.

Y luego, Octavio. ¿Qué decir de Octavio? Hasta ahora, nadie tiene claro por qué llegó y, lo que es peor, tampoco parece que él mismo lo sepa. Su gestión, hasta el momento, ha sido tan indefinida como su rol en el equipo. Con un perfil que parece diluirse en la opacidad, la esperanza de que se implemente una estrategia clara y contundente ha disminuido.

El mayor problema que enfrenta este gobierno no es la falta de logros, sino la ausencia de una narrativa coherente que los respalde. Las reformas, los programas y las iniciativas, si bien han tenido impacto, carecen de una proyección sólida. 

En tiempos en los que la opinión pública se forma tanto por los hechos como por la manera en que estos se comunican, resulta alarmante que un gobierno con tantos logros no logre transmitirlos con la claridad y contundencia necesarias. 

El tercer informe de gobierno se presenta como una oportunidad crucial para que la administración de Lorena Cuéllar recupere el control de su narrativa. Este es el momento de proyectar con fuerza sus logros, de establecer una estrategia comunicacional sólida y de garantizar que el trabajo realizado en estos tres años se conozca y se valore. 

El tiempo corre, y con él, la oportunidad de consolidar una imagen pública que haga justicia al trabajo que se ha hecho hasta ahora. En política, no basta con hacer las cosas bien; es indispensable que se comuniquen bien.