• Abel Velázquez
La eterna perdedora de elecciones

Adriana Dávila, la "reina" del plurinominal, ha tejido una carrera política que se asemeja a una corona de papel maché: brillante a simple vista, pero frágil y sin sustancia. Su ascenso al poder, sin el respaldo directo del pueblo, la ha convertido en una figura controvertida, más conocida por su ambición desmedida que por sus logros tangibles.

Lady Pluri, como la han apodado en los pasillos de la política tlaxcalteca, ha demostrado una fascinación por los cargos de elección popular, pero sin la capacidad de conectar con las necesidades de la gente. Su derrota en la elección para la gubernatura de Tlaxcala, una contienda que parecía tener en sus manos, fue un golpe contundente que reveló su desconexión con la realidad y su incapacidad para traducir su ambición en resultados.
Su intento por liderar el PAN, un partido en franca decadencia, solo ha servido para confirmar su obsesión por el poder, sin importar la plataforma. La búsqueda de un puesto de poder sin una base sólida de apoyo popular la ha llevado a un camino de frustraciones, donde la realidad la ha superado una y otra vez.
Lady Pluri se ha convertido en un símbolo de la política de "dedazo" y de la falta de compromiso con la democracia. Su presencia en el escenario político nacional es un recordatorio de que la ambición desmedida, sin un proyecto sólido y una conexión real con la gente, solo conduce a la decepción y al fracaso.
Su corona de papel maché, llena de brillos y adornos, se desmorona ante la mirada crítica de la ciudadanía. Lady Pluri, la reina del plurinominal, se ha convertido en un personaje de caricatura, una figura que representa la vacuidad de la política tradicional y la necesidad de un cambio profundo en la forma de hacer política en México.