En Tlaxcala, la política se ha convertido en un juego de ajedrez donde las piezas se mueven sin importar el tablero ni las reglas. La reciente deserción de algunos diputados locales, quienes llegaron al poder bajo las siglas de un partido político, para luego abandonarlo por conveniencias personales, es un golpe a la democracia y a la confianza que los ciudadanos depositan en sus representantes.
Estos "representantes populares", como se autodenominan, se presentan ante la sociedad con promesas de cambio, de lucha por los intereses del pueblo, de defender los principios de su partido. Pero a la primera de cambio, con la excusa de "buscar mejores oportunidades" o "seguir la línea de sus convicciones", abandonan el barco que los llevó al poder.
Lo que no ven, o lo que no quieren ver, es que este tipo de acciones reabren el debate sobre las candidaturas independientes, un debate que ya estaba latente en un país donde la desconfianza hacia los partidos políticos es cada vez mayor. Si los diputados elegidos por un partido se van a otro o se convierten en independientes, ¿para qué sirven las siglas? ¿Qué garantía tiene el ciudadano de que su voto será respetado?
Este tipo de movimientos políticos pone en tela de juicio la existencia misma de los partidos políticos, ya en crisis por la falta de credibilidad y la corrupción. ¿Cómo se puede confiar en un partido que no puede retener a sus propios representantes? ¿Cómo se puede creer en las promesas de un partido que no tiene la fuerza para mantener unidos a sus miembros?
Es una lástima, una verdadera lástima, para aquellos militantes y simpatizantes que votaron, directa o indirectamente, por quienes hoy ya no les representan. Quienes confiaron en las promesas, en los ideales, en la lucha por un proyecto común. Quienes creyeron que su voto tenía un significado, que su voz tenía un eco.
La política tlaxcalteca necesita un cambio radical, un cambio que priorice los intereses del pueblo, que valore la lealtad, la coherencia y el compromiso con los principios. Un cambio que restaure la confianza en las instituciones y en la democracia. Un cambio que ponga fin a la traición del mandato y a la devaluación del voto ciudadano.
Mientras tanto, los ciudadanos seguimos observando con incredulidad, con tristeza y con la sensación de que la política, en Tlaxcala, se ha convertido en un juego de intereses personales, donde la democracia y la ética son solo palabras vacías.