La senadora por Tlaxcala, Ana Lilia Rivera, ha emprendido una estrategia de promoción personal que raya en lo grotesco. Bajo el pretexto de "asambleas informativas", busca capitalizar el nombre de la presidenta Sheinbaum para impulsarse en una carrera política que parece más un acto de desesperación que de convicción.
Su reciente descalabro en la toma de decisiones del comité directivo estatal de Morena ha dejado al descubierto su fragilidad política. Sin poder acceder a los espacios de decisión dentro de su propio partido, se aferra a la figura de la presidenta Sheinbaum, como un salvavidas en un mar de irrelevancia.
Las "asambleas informativas" no son más que un intento burdo de simular un trabajo político que, en realidad, no existe. Su reelección como senadora, más que un reconocimiento a su labor, es un acto de inercia política. Su trabajo, en realidad, está más que pagado, y su pretensión de contender por la gubernatura en 2027 se basa en la esperanza de que la sombra de Sheinbaum le permita llegar a donde sus propios méritos no la han llevado.
Es necesario que la senadora Rivera deje de esconderse detrás de la figura de la presidenta Sheinbaum y se centre en construir un proyecto político propio. Si realmente desea aspirar a la gubernatura, debe demostrar con hechos, no con palabras vacías, que tiene la capacidad y la visión para liderar Tlaxcala.
Las "asambleas informativas" son un acto de oportunismo político que solo busca alimentar la ambición personal de una senadora que, en realidad, no tiene mucho que ofrecer a su estado.