• Rodolfo Moreno Cruz
.

 

En las últimas semanas, la posibilidad de reducir la jornada laboral en México ha cobrado relevancia en la agenda pública. La propuesta de disminuir la jornada de 48 semanales ha generado un intenso debate entre empresarios, trabajadores y legisladores. Mientras algunos advierten sobre posibles afectaciones económicas, otros sostienen que la medida impulsaría la productividad, la calidad de vida y el consumo interno.

La lucha por jornadas laborales más justas no es nueva. Desde la Revolución Industrial, los trabajadores han exigido mejores condiciones. Hoy, la reducción de la jornada laboral en México se analiza desde dos perspectivas clave: el marco normativo y su impacto en la economía nacional.

En el ámbito legal, la Ley Federal del Trabajo establece un máximo de 48 horas semanales, divididas en jornada diurna de ocho horas, jornada nocturna de siete horas y jornada mixta de siete horas y media, siempre que el periodo nocturno no supere las tres horas y media. Debe destacarse que el artículo 5 prohíbe jornadas inhumanas o excesivas, sin embargo, en muchos sectores las largas jornadas siguen siendo la norma.

La experiencia de países como Islandia, Suecia y Alemania (a través de los convenios colectivos de flexibilidad) demuestra que reducir la jornada laboral puede traer resultados positivos. Las jornadas más cortas han demostrado aumentar la productividad, ya que reducen el agotamiento y mejoran el desempeño de los trabajadores. También disminuyen el ausentismo laboral, pues hay menos bajas médicas relacionadas con el estrés y enfermedades laborales. Desde una perspectiva económica, esta medida podría generar más empleo, ya que las empresas necesitarían cubrir turnos adicionales. Además, --también desde la óptica económica-- con más tiempo libre, las personas tienden a gastar más en entretenimiento y ocio, lo que impulsa el consumo interno.

En términos sociales, la reducción de la jornada laboral favorece una mejor calidad de vida, permitiendo más tiempo para la familia, el descanso y la recreación. También facilita la conciliación entre el trabajo y la vida personal, disminuye el estrés y el desgaste físico y mental, y contribuye a la reducción de los costos en seguridad social. Además, en países con mejores condiciones laborales, los empleados suelen estar más motivados y ser más eficientes.

En suma: reducir la jornada laboral en México es un paso natural en la evolución del mundo del trabajo, pero su aplicación requiere un diálogo serio entre empresas, trabajadores y el gobierno. Aunque algunos sectores muestran preocupación sobre los costos adicionales que podría implicar, debe tenerse presente que la experiencia internacional sugiere que los beneficios pueden superar las dificultades iniciales.

La pregunta ya no es si debemos trabajar menos, sino cómo hacerlo de manera efectiva para mejorar la calidad de vida sin afectar el desarrollo económico. Ojalá pronto sea una realidad en México.