• Emilio Piedras
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En política, las aspiraciones deberían ser inseparables de la acción. No basta con recorrer municipios, posar en fotos o hacer promesas bien redactadas: la verdadera vocación de servicio se prueba en la emergencia, cuando el pueblo necesita más que palabras.

Por eso resulta decepcionante escuchar a Ana Lilia Rivera —senadora y ahora aspirante a la gubernatura de Tlaxcala— decir, ante el incendio que arrasó el cerro de San Gabriel en Atltzayanca, que "no podía hacer nada" porque "no es gobierno" y su papel es únicamente legislar (https://n9.cl/xh977 )

¿De verdad? ¿Una legisladora, un líder público, una figura con poder político y voz nacional no puede hacer más que llamar a las autoridades y solicitar informes? ¿No puede siquiera coordinar, convocar, visibilizar la urgencia, ponerse al frente del llamado ciudadano, ofrecer ayuda logística, moral o institucional?

Claro que sí puede y si no sabe cómo hacerle que le pregunte a Carlos Rivera.
No es la capacidad legal, es voluntad

Decir que no puede actuar porque "no es gobierno" es tanto como decirle a la gente afectada que su dolor y su pérdida no caben en su agenda actual. Es un argumento cómodo para eludir la responsabilidad ética que todo servidor público —electo o aspirante— debería asumir más allá de su cargo.

Resulta además paradójico que, mientras asegura no lucrar con la desgracia —lo cual es, por supuesto, correcto—, a la vez use su "intervención legislativa" como un escudo mediático para justificar su inacción. 

Solicitar un informe o promover una ley para sancionar la tardanza de funcionarios puede ser un buen paso, pero llega tarde para quienes vieron consumir sus tierras por las llamas.

Los pueblos no olvidan quién estuvo a su lado en los momentos difíciles. Tampoco olvidan quién buscó excusas para no ensuciarse los zapatos. Y en la memoria colectiva pesa más el ejemplo que las giras o los slogans de campaña.

Si alguien aspira a gobernar Tlaxcala, primero debería demostrar que puede ser solidario y efectivo, no solo un visitante de ocasión en medio de la tragedia.

La política no debería ser solo la eterna Tlaxcala de discursos, sino la Tlaxcala viva que actúa, que siente, que responde.

Porque cuando el pueblo arde, lo que menos necesita son excusas.