• Doctora Elsa Martínez Flores
SOCIOLOGANTE

El apagón eléctrico que afectó a España, Portugal, el sur de Francia, y algunas zonas de Países Bajos, Finlandia y Alemania el pasado 28 de abril tomó por sorpresa al mundo y reveló la fragilidad del ser humano por la dependencia tecnológica. Millones de personas experimentaron instantes de ansiedad sin luz. 

No fue un momento, ni siquiera minutos, sino horas en las que millones de personas quedaron en franca deriva tecnológica. De repente, servicios como transporte, bancos, comunicaciones, aeropuertos, hospitales entre otros quedaron paralizados. 

La confianza de que la infraestructura eléctrica está “bajo control” se vio desmentida. Muchos asumían que sólo los fenómenos climáticos extremos provocan apagones; este episodio demostró que fallas técnicas o ciberincidentes pueden interrumpir sistemas que damos por garantizados.

En mayo de 2024, México vivió también una serie de apagones intermitentes en más de veinte estados, sin un patrón claro. Aunque con menos abruptos que en Europa, dejaron en evidencia que la vulnerabilidad energética es un reto global, no exclusivo de ninguna región.

Las hipótesis sobre el origen van desde oscilaciones de voltaje hasta posibles ciberataques, pasando por una gran oscilación en los voltajes eléctricos. Mientras las autoridades inspeccionan líneas y protocolos, la necesidad de fortalecerse en el sistema eléctrico se vuelve inaplazable.

En los últimos meses, las tormentas solares se han intensificado, al grado de provocar fallas en celulares y computadoras. Aunque la energía del sol puede canalizarse a través de paneles solares, esta no representa una opción completamente segura ni estable.

Los científicos enfrentan el reto de continuar investigando y aplicando nuevas formas de energía renovable, con el fin de lograr una transición que permita diversificar las fuentes energéticas. Esto es clave para no depender únicamente de un solo tipo de flujo eléctrico en el sostenimiento de las funciones tecnológicas.