• Doctora Elsa Martínez Flores
SOCIOLOGANTE

¿Ha utilizado el celular sólo para evitar una conversación incómoda o simplemente porque no sabe qué más hacer? Hoy, scrollear se ha vuelto una reacción automática ante el aburrimiento, la incomodidad o el silencio.

El celular dejó de ser solo una herramienta de comunicación: ahora significa refugio, entretenimiento portátil y excusa perfecta para desconectarse de lo que pasa alrededor. En apenas unos segundos, las personas deslizan el dedo por la pantalla para perderse en un mar de contenido que, aunque muchas veces irrelevante, mantiene ocupada a la gente.

Tal como señala el recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias 2025 en Comunicación y Humanidades, el filósofo Byung-Chul Han: “Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube.” Más de la mitad de nuestras actividades cotidianas se han desplazado al plano digital.

El gesto de sacar el teléfono y comenzar a scrollear se ha normalizado tanto, que ya no se percibe como un acto evasivo. Es el refugio silencioso para no entablar diálogo, para simular atención o simplemente para “matar el tiempo” con algo que, quizás, ni siquiera resulta interesante.

Según datos recientes publicados por La Jornada de Oriente, el 78.4% de las personas utiliza su celular principalmente para entretenerse. Aunque no todo lo que aparece en pantalla sea relevante, el hábito de deslizar el dedo proporciona una ilusión de actividad, de compañía y de conexión.

En este contexto, emerge la infomanía, esa ansiedad constante por estar informados o, al menos, conectados. Se privilegia el contacto con una pantalla por encima del diálogo cara a cara. A ello se suma el componente neurológico: cada “like”, video gracioso o notificación genera una pequeña descarga de dopamina que refuerza este comportamiento que ha estudiado la rama de psicología. 

Scrollear ya no es solo un hábito: es una forma de evasión cotidiana.
Nos permite evitar el aburrimiento, escapar de la incomodidad y justificar el aislamiento. Mientras más nos refugiamos en la pantalla, más dejamos de mirar a quienes tenemos enfrente.

Y es que, como también lo advierte Byung-Chul Han: “El mundo actual es muy pobre en miradas y voces. No nos mira ni nos habla. Pierde su alteridad. La pantalla digital, que determina nuestra experiencia del mundo, nos protege de la realidad.” Tal vez no estamos tan conectados como creemos.