• Rodolfo Moreno Cruz
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Todo empezó con una partida de ajedrez. En 1997, la supercomputadora Deep Blue venció al campeón mundial Garri Kaspárov. Años después (2012), una inteligencia artificial llamada DQN dominó videojuegos de Atari. En 2016, AlphaGo derrotó al maestro surcoreano Lee Sedol en el complejo juego de Go. Hoy, el escenario se traslada a una cancha de baloncesto, donde CUE6, un robot japonés, encesta con una precisión que dejaría boquiabiertos a muchos profesionales. La búsqueda por crear máquinas que igualen —o incluso superen— las capacidades humanas sigue avanzando sin pausa… y sin freno.

La obsesión no es nueva. Mustafa Suleyman, actual CEO de Microsoft AI y uno de los fundadores de DeepMind, lo resumió así: “¿Qué pasaría si pudiéramos destilar la esencia de lo que nos hace productivos y convertirlo en un algoritmo?”. Esa pregunta, planteada al inicio de su carrera, ha guiado gran parte del desarrollo de la inteligencia artificial en el mundo.

Desde la publicación del influyente libro Gödel, Escher, Bach: un Eterno y Grácil Bucle, de Douglas Hofstadter, se ha explorado la posibilidad —y las consecuencias— de que la IA alcance una inteligencia comparable a la humana. Pero, como advierte el propio Suleyman, el verdadero reto no es solo crearla, sino controlar lo que sucede una vez que se libera al mundo. “El reto inevitable de la tecnología es que los autores pierden muy de prisa el control del camino que toman sus inventos una vez introducidos en el mundo”, reconoce. Y eso, evidentemente, puede representar riesgos muy reales para la humanidad.

La historia ha demostrado que frenar el avance tecnológico es casi imposible. Prohibir o eliminar la inteligencia artificial no es una opción realista. Pero eso no significa que debamos resignarnos. La contención —especialmente la contención legal y ética— es una alternativa viable.

En otros países, ya se están dando pasos importantes. En 2024 entró en vigor la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea, que busca establecer límites claros y proteger los derechos humanos. En México, sin embargo, vamos muy por detrás. Aunque existen propuestas e iniciativas, aún no hay una legislación robusta y unificada que regule el uso de la IA.

Una propuesta articulada es la Agenda Nacional de Inteligencia Artificial IA2030Mx, presentada por una coalición ciudadana en septiembre de 2020. Esta agenda identificó los temas urgentes que México debe atender, desde la protección de derechos hasta la promoción de un desarrollo responsable.

Hoy por hoy, existen varias iniciativas de ley que buscan abordar distintos aspectos del fenómeno. Entre ellas:

· Ley para la regulación ética de la IA y la robótica

· Reforma al artículo 73 constitucional para incluir la IA, la ciberseguridad y los neuroderechos

· Ley para crear una Agencia Mexicana de Inteligencia Artificial

· Ley Federal y Nacional para regular el uso de la IA

También hay esfuerzos más específicos, como la iniciativa de la diputada federal Irma Juan Carlos que propone sancionar penalmente el uso de IA para manipular imágenes íntimas sin consentimiento, con penas de hasta ocho años de prisión.

Por su parte, también la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya ha puesto atención al tema. En la Acción de Inconstitucionalidad 66/2024, promovida por el Ejecutivo Federal contra una reforma penal en Sinaloa que sanciona el uso de inteligencia artificial para crear contenido sexual falso, el máximo tribunal adoptó una postura clara a favor de contener los usos delictivos de esta tecnología. Aunque se planteó que la definición de inteligencia artificial en la ley era imprecisa, la Corte validó los artículos impugnados al considerar que cumplían con los principios de legalidad y taxatividad.

Estos ejemplos muestran que la inteligencia artificial ya está teniendo efectos reales y concretos en la vida de las personas. No se trata de ciencia ficción ni de teorías lejanas: se trata de proteger derechos, evitar abusos y decidir cómo queremos que se use esta tecnología que llegó para quedarse.

Porque si la IA ya juega ajedrez, videojuegos, Go y básquetbol… ¿qué sigue? Lo que sigue es que nosotros, como sociedad, juguemos también, pero con reglas claras. Y que esas reglas las pongamos a tiempo, antes de que sea la inteligencia artificial —y no nosotros— quien dicte el marcador final.