Politóloga, Analista Regional y Socióloga. Académica de Tiempo Completo adscrita a la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Criminología y al Posgrado Interinstitucional en Derechos Humanos del Centro de Investigaciones Jurídico-Políticas de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.
Los Derechos Humanos son un conjunto de libertades y derechos que todas las personas tenemos por el simple hecho de ser-seres humanos. La perspectiva garantista y positiva dice que están hechos para garantizar la dignidad humana, la igualdad, la libertad, la justicia, la inclusión, entre otros principios que amplifican la humanización; además de ser principios necesarios para alcanzar el umbral democrático. Esta lectura también nos obliga a hacer hincapié en sus características intrínsecas: a) universalidad que quiere decir que incluye a todas las personas sin distinción alguna, independientemente la raza, el género, la identidad, nacionalidad, orientación sexual, etcétera; b) inalienabilidad que quiere decir que nadie puede arrebatarlos, pues poseen una imposibilidad de ser transmitidos, cederlos o negociarlos; c) indivisibilidad se refiere a la cualidad de un bien que no es susceptible a tener más valor que otro; c) interrelacionalidad una característica que nos lleva a entender que la violación de un derecho interpela a otros, en tanto se agudiza de manera importante la violación de los mismos.
Sin embargo, valdría la pena realizar una crítica respecto a esta cosmovisión hegemónica de los Derechos Humanos proveniente de un esencialismo del pensamiento liberal ¿Cuáles son los antecedentes fundacionales de los Derechos Humanos? ¿Quiénes fueron los sujetos titulares de estos derechos? ¿Quiénes han quedado históricamente al margen de ellos? ¿Cuáles han sido los aportes feministas al campo de los Derechos Humanos?
Las revoluciones liberales del siglo XVIII inauguraron el discurso de los Derechos Humanos. Desde la Declaración de Virginia promulgada en 1776, la Declaración de la Independencia de Estados Unidos promulgada en 1776 y la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano promulgada en Francia en 1789 ya se proclamaban ideales que son los pilares discursivos que componen lo que hoy conocemos como los Derechos Humanos Universales. Sin embargo, es importante subrayar las tensiones y contradicciones respecto al carácter de la universalidad y de la restricción de la ciudadanía que era concebida a quienes en su momento ejercían una ciudadanía activa: varones, blancos, propietarios, heterosexuales y occidentales.
Las tres declaraciones que conforman el momento fundacional de los Derechos Humanos no solo compartieron un criterio androcéntrico en el uso del lenguaje que conformaría una esencia patriarcal, al hacer explícito que se trataba de situar los Derechos del Hombre y no los Derechos Humanos; además, se trató de un sistema de protección y reconocimiento que excluía no solo en función del género sino de la raza, la clase, la propiedad, incluso el nivel “civilizatorio”.
Aunque las mujeres han sido parte activa de los procesos revolucionarios e independentistas de las naciones, históricamente han sido invisibilizadas y no han sido reconocidas, ni enunciadas explícitamente en los pactos y declaraciones. No ha habido revoluciones en la historia sin una correspondiente radicalización feminista. Ante esta situación de invisibilización y no reconocimiento, Olympe de Gouges en 1791 escribió la réplica de la Declaración del Hombre y del Ciudadano, intitulándola como la Declaración de la Mujer y la Ciudadana. Se trató de un manifiesto escrito e insurgente que demandaba reconocimiento de los derechos de las mujeres. En este escrito subrayaba que “el olvido y el desprecio a los derechos de las mujeres eran causas de los males públicos”.
Si en el artículo primero de la Declaración del Hombre y del Ciudadano de 1789 se leía que “Los hombres nacen libres y permanecen libres e iguales en derechos”, en la Declaración que escribía de Gouges replicaba “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Además, el escrito feminista hizo planteamientos respecto a la supresión del matrimonio y la instauración del divorcio. En ese texto escribió frases contundentes como ¡Despierta mujer! ¡El teñido de la razón resuena en todo el universo! ¡Abraza tus derechos! Olympe de Gouges fue acusada de contrarrevolucionaria, traidora a la patria y fue guillotinada.
Claramente, el ideal de la Revolución Francesa “Libertad, igualdad y fraternidad, más no sororidad” solo alcanzaba un 14% de quienes serían los sujetos titulares de estos derechos. El umbral de universalidad que pregonaban los principios de las primeras declaraciones de derechos humanos hizo una distinción entre quienes detentarían una ciudadanía activa: los varones, y quienes detentarían una ciudadanía pasiva: “la mujer del ciudadano”; es decir, una función definida por una relación privada, no pública. De forma que el género como ordenador primario de la cultura se ha instalado como un símbolo sexuado dentro del orden social que ha establecido las jerarquías y desigualdades para configurar la feminidad y la masculinidad. Desde esta lógica, el patriarcado en tanto sistema de dominación funciona bajo la lógica sexista que ha ordenado el género en tanto sistema de organización binaria que produce relaciones de jerarquía y subordinación entre hombres y mujeres, perpetuado históricamente la dominación masculina. De este modo, el orden social y político está organizado en dos ámbitos diferenciados adjudicados a cada sexo. El espacio público, la esfera del poder, donde se desempeñan las funciones propias del ciudadano estaría ocupado por los hombres. Mientras que el espacio doméstico-privado, lugar donde se realizan las tareas domésticas, de crianza, cuidado, será asignado a las mujeres. Los “Amos del logos”, diría Valcárcel, se auto-designan como “los iguales” y se auto-asignan el espacio público. A las mujeres se les adjudicá un lugar: el espacio doméstico-privado.
Los movimientos feministas han logrado reivindicar, reconceptualizar y humanizar un sistema de protección y reconocimiento de derechos falsamente universal que no alcanzaba a garantizar y hacer efectiva la justicia e igualdad de derechos para todas y todos. Algunos ejercicios académicos se han encargado de sistematizar la histórica lucha de las mujeres en lo que se denomina las olas feministas. Si bien, esta sistematización nos va a permitir, a continuación, tener una referencia sobre el período, el contexto, la lucha concreta, la teoría construida y, sobre todo la reacción patriarcal que atraviesa a cada una. Es importante subrayar que esta sistematización es incapaz de representar todas las voces, luchas, narrativas, circuitos y resistencias que no se insertan en las oleadas de manera homóloga. Grosso modo, las olas feministas son sistematizadas de la siguiente manera.
Específicamente, las olas del feminismo, en tanto luchas de resistencia y movimientos colectivos, han hecho visibles y audibles violencias/opresiones estructurales y cotidianas que se han perpetrado históricamente por el simple hecho de ser mujer. Si bien, las olas del feminismo se sitúan en cuatro períodos: el primero durante los siglos XVIII-XIX; el segundo durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX; el tercero durante la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI; el cuarto durante el siglo XXI a la fecha. Sin olvidar que a lo largo de la historia y mucho antes de estos cortes históricos las mujeres han resistido los embates de la opresión patriarcal.
La dimensión práctico-vindicativa de la primera ola feminista surge entre 1750 y 1800 en un contexto de revoluciones liberales. En este contexto como tal no hubo derechos ganados para las mujeres. Aunque si es posible situar ciertos escritos como la Declaración de la Mujer y la Ciudadana de Olymple de Gouges en 1791 y el texto denominado Vindicación de los Derechos de las Mujeres escrito por Mary Wollstonecraft en 1792 en tanto de manifiestos escritos que comenzaron a circular con el fin de crear una conciencia crítica respecto al sistema de reconocimiento y protección de derechos que excluía a las mujeres.
La segunda ola del feminismo se materializa con la lucha combativa de las mujeres sufragistas. Por primera vez, se hicieron abiertas movilizaciones de mujeres que pusieron el cuerpo como elemento de lucha y tomaron los espacios públicos se trató de una lucha de ochenta años, tiempo en que las mujeres fueron logrando gradualmente ciertos derechos, tales como: el derecho al voto, el derecho a la educación, al acceso a estudios superiores, a ejercer profesiones, a ganar el mismo salario, etcétera. En el siglo XIX, las mujeres burguesas y proletarias tenían un lugar subordinado, por un lado, con la llegada del capitalismo, las mujeres se incorporaban al trabajo industrial pues se insertaban como mano de obra, aún más barata que la de los hombres. Mientras tanto, en la burguesía, las mujeres se quedaban encerradas en sus casas haciendo trabajos del hogar y de cuidado, en tanto, trabajos no remunerados.
Algunos de los objetivos y reivindicaciones conseguidas en la primera y segunda ola del feminismo fue el reconocimiento a derechos civiles, políticos y enconómicos. Mientras que la violencia de género, machismo, opresión y desigualdad producidas/reproducidas en los hogares en tanto espacios privados fueron el nuevo punto de reivindicación en la tercera y cuarta ola feminista, en este contexto han devenido luchas, manifestaciones y movimientos contra las diversas formas de violencia hacia las mujeres incluidos los derechos reproductivos y el derecho al cuerpo de las mujeres, derecho al aborto, derecho por eliminar la brecha salarial, la creación del concepto legal: feminicidio, el derecho a denunciar las violencias sexuales contra las mujeres y niñas, acoso, abuso y violación, etcétera.
El siglo XXI ha sido testigo de un movimiento feminista que se ha hecho global y que desde las olas y distintos circuitos se han constituido como activismos de resistencia, estos son: los feminismos de mujeres indígenas y afrodescendientes; feminismos de la diferencia; feminismos anticapitalista; feminismos antirracista del movimiento de mujeres latinas y chicanas; lesbianas feministas en lucha contra el régimen de la heterosexualidad; ecofeminismos; feminismos islámicos; feminismos del sur; feminismos populares, trans-feminismos, etcétera.
Es decir, se trata de luchas feministas que buscan reconfigurar y humanizar el discurso universal de los derechos, al tiempo que van reconociendo que las mujeres no son un grupo homogéneo, por el contrario, van aparecienciendo testimonios de mujeres que aportan visiones nuevas y contrarias al simple marco liberal de derechos. En este tenor, es mejor tener una idea del reconocimiento de derechos humanos situados que tomen en cuenta a mujeres y hombres en sus circunstancias socio históricas sexuales y de opresión concretas.
El feminismo es para todo el mundo, como dice bell hooks. El feminismo no es antihombres; más bien, es una politica que busca cambiar no solo la vida de las mujeres, sino de transformar realidades desiguales e injustas. En este punto, se inserta una crítica para desencializar la idea de que todas las mujeres son feministas y de que todos los hombres son los enemigos. Después de todo, un hombre que ha renunciado a sus privilegios de sexista es un compañero de lucha. Mientras que una mujer que reproduce prácticas sexistas es una peligrosa amenaza al feminismo.
Tlaxcala, Tlaxcala; lunes 26 de mayo de 2025.