A la diputada Soraya Bocardo se le olvidó —rápido, muy rápido— quién la impulsó, quién le abrió la puerta y quién le tendió la alfombra verde (ecologista) para llegar al Congreso del Estado.
Hoy, esa misma bancada que la arropó y le dio proyección, es la que recibe la puñalada trapera.
Soraya llegó a la Cámara por la vía plurinominal. Ahí se coló al poder sin un solo voto directo. Pero lo verdaderamente indignante no es eso, sino que lo hizo bajo una supuesta acción afirmativa LGBT, sin representar realmente a la comunidad, sin historia de lucha ni activismo visible.
Sin duda una real impostora con bandera ajena. Una usurpadora que ondeó el arcoíris sólo para hacerse del poder.
Y ahora, en un acto de supuesta “coherencia ideológica”, analiza dejar la bancada del Partido Verde porque, según argumenta, no encuentra respaldo ni coincidencias con su coordinador, Jaciel González.
¿Será más bien que busca posicionarse mejor rumbo a la presidencia de la Junta de Coordinación Política? A poco no les parece que es muy conveniente esta crisis existencial, justo cuando se reparte el pastel legislativo.
Su jugada puede provocar una fractura interna en el PVEM que altere la correlación de fuerzas en el Congreso. Pero más allá del cálculo político, lo que ofende es el cinismo. Soraya no solo traiciona a quienes la impulsaron, también usurpa una causa que no le pertenece.
Ya se vera en próximos días hasta donde será capaz de llegar con esa fachada multicolor, porque ya nadie cree en Soraya y menos en sus “nobles intenciones”.