• María José Morales Vargas
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El 6 de junio miles de personas migrantes, defensoras de derechos humanos y ciudadanos estadounidenses tomaron las calles en California, Estados Unidos como un acto de protesta contra la política migratoria ofensiva de Donald Trump. En menos de tres días estas manifestaciones se propagaron en casi todo el territorio estadounidense, a pesar de las redadas criminalizantes que ordenó Trump para contenerlas. La retórica de Trump insiste que los manifestantes son migrantes “ilegales” y “criminales” que han violado su ley. Mientras que la narrativa de los manifestantes vocifera que es su ley y su política migratoria la que ha violentado constantemente los derechos humanos y los procesos de solicitud de reconocimiento de protección internacional. 


Frente a un contexto de criminalización, persecución y casería migrante, emerge la ingobernabilidad, la resistencia y las luchas de migrantes, desplazados, solicitantes de asilo y refugiados que se enfrentan a las políticas migratorias restrictivas, criminalizantes y al poder del régimen fronterizo securitario. La lucha de los migrantes es cotidiana, al ser forasteros en un territorio desconocido, diariamente se enfrentan a fronteras de raza, clase, lingüisticas, legales, género, etcétera. Pero también es una lucha colectiva, pues involucra a quien encarna la migración, a su familia, a sus comunidades de origen y a las comunidades que se han configurado en el devenir del tránsito y destino. En general, estas luchas deben entenderse como formas de acción latente, colectiva, subjetiva y comunitaria que despliegan las personas migrantes para defender sus vidas ante las violencias sistémicas y ante un régimen de control fronterizo que irregulariza el derecho de migrar.


Desde la década de 1990, en Europa han emergido movilizaciones y protestas migrantes que, al hacerse visibles, comenzaron a ganar espacios de movilización y lucha. Estas protestas hicieron eco, han proliferado por el mundo y han sido motivo de inspiración del que han devenido nuevos avisperos de resistencia.
En Francia y España las movilizaciones de los “Sin Papeles” se cristalizan como los primeros esfuerzos en que los migrantes indocumentados se organizan para protestar por las políticas migratorias cada vez más restrictivas que desplegaron los gobiernos no solo en Francia o España. En Alemania e Italia  otras protestas y luchas protagonizadas por migrantes comenzaron a emerger. Muchas de estas movilizaciones coincidieron con el desempleo estructural. En esta época se empezó a politizar de manera más mayoritaria la cuestión de la vulnerabilidad laboral, pero también migratoria bajo el término ´precariedad´. “No Borders” se inscribe como un ejemplo de acción colectiva de migrantes en varios países de Europa cuyo propósito es la organización, la manifestación y la protesta contra la deportación. 


En el caso de América, específicamente en Estados Unidos, han hecho estruendo manifestaciones colectivas bajo la consigna “Un día sin migrantes” convocada por migrantes organizados con el fin de concientizar sobre la importancia del aporte de latinoamericanos y mexicanos en la economía de Estados Unidos, así como hacer abierto el reclamo sobre la discriminación racial de la que son víctimas. 
En México resulta paradigmático el tránsito e irrupción de las “Caravanas Migrantes” provenientes de Centroamérica que surgen como una forma creativa de transmigrar frente a las violencias, además de constituirse como formas de autodefensa, se insituyen como formas de insurgencia de víctimas del neoliberalismo y, al mismo tiempo, como formas de insurrección al gobierno fronterizo con demandas centrales: el derecho al asilo, al refugio y a la libertad de circulación.


Actualmente, son paradigmáticas las multitudes de migrantes que tomaron las calles y plazas principales de los Estados Unidos bajo el lema “No kings”. En medio del espectáculo fronterizo montado por Trump con el desfile por el 250 aniversario del ejército que lo hizo coincidir con su onomástico número 79, millones de manifestantes protestaron contra la política migratoria imperante y contra un régimen global fronterizo que no ha hecho más que criminalizar el derecho de migrar y restringir el derecho de protección internacional.

Claramente, las luchas migrantes en tiempos convulsos advierten una posibilidad de cambio. Advierten una invención de hacer política que desborda los consensos. Hablamos de la invención de una política fundada desde el disenso. Se trata de una política radical que resignifica la idea de la ciudadanía. Los migrantes irregularizados, a pesar de tener la membresía política negada, desbordan la concepción liberal de ciudadanía. Desde esta deriva, los sujetos de no reconocimiento, los no ciudadanos, al límite de este tipo ideal de ciudadanía, demandan otros derechos y reconocimiento, independientemente de estar o no reconocidos legalmente. 


Más que hablar de ciudadanos migrantes, hablamos de personas migrantes que mediante prácticas emergentes de ciudadanías transfronterizas desbordan el componente legal-jurídico de ciudadanía. La idea de la ciudadanía en esta perspectiva se afirma desde la acción y las prácticas donde los migrantes, asilados y desplazados insisten que son ciudadanos con derechos a reclamar y ampliar sus derechos, poniendo en el centro sus demandas con el fin de extender las fronteras, la libertad de movimiento, el rechazo a la deportación, el derecho a permanecer y pertenecer.


Después de todo, las luchas migrantes contemporáneas no están huerfanas, están sostenidas por luchas migrantes históricas que han buscado transformar, eludir, burlar o subvertir órdenes de control y regímenes fronterizos establecidos. Las luchas migrantes, más que visibilizar sujetos pasivos, reconoce a sujetos políticos diversos en edad, género, orientación sexual, origen étnico, clase y nacionalidad, con capacidad de respuesta para hacer frente a las políticas migratorias, para reivindicar la democratización de las fronteras y para refundar el ideal universal de ciudadanía que no ha hecho más que jerarquizar y estatificar el estatus ciudadano (ciudadano pleno, semiciudadano con permiso de residencia y los refugiados e inmigrantes ilegales), al punto que ha dejado de ser fundamento de la igualdad.