• C. Baltazares
.

 

 

La semana pasada los medios de comunicación tanto electrónicos, como digitales expusieron que la política mexicana se marco en múltiples ocasiones, por casos de corrupción, manejo indebido de recursos y vínculos con actividades delictivas. Un reciente escándalo relacionado con Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad en Tabasco, resalta la problemática de cómo algunos partidos políticos, como el partido que gobierna, pueden optar por cubrir las malas acciones de sus militantes. Su nombramiento en 2019 y el hecho de que se mantuviera en el cargo hasta enero de 2024, a pesar de las graves acusaciones en su contra, refleja una situación alarmante en la que la lealtad a un partido parece prevalecer sobre la justicia y la ética.

 

Las acusaciones contra Bermúdez Requena son serias: su presunta vinculación con el grupo criminal La Barredora y la confirmación de una orden de aprehensión en su contra desde el 14 de febrero de 2025, por parte de las autoridades mexicanas, son elementos que despiertan cuestionamientos sobre el papel que tuvieron sus superiores y el propio partido Morena en su gestión. En vez de actuar con prontitud, el partido parece haber guardado silencio, lo que invita a especular sobre un encubrimiento que podría tener repercusiones graves en la percepción pública de la política mexicana.

 

Este fenómeno no es exclusivo de Morena. A lo largo de la historia, muchos partidos han optado por proteger a sus miembros en lugar de actuar contra la impunidad. Esto crea un circulo vicioso, en el que la corrupción es tolerada y, a menudo, es legitimada por el propio partido. La falta de acción creíble por encima del escándalo puede deslegitimar aún más a las instituciones y, en consecuencia, erosionar la confianza del público en el sistema político.

 

Además, el caso de Bermúdez refleja una tendencia preocupante en la que las normas de ética y transparencia son sacrificadas en el altar de la política. Este tipo de comportamientos no solo dañan a las personas involucradas, sino que alimentan un ambiente de cinismo y desconfianza hacia la política y los políticos. ¿Qué mensaje se envía a la ciudadanía cuando se eligen y se mantienen en el poder a personas acusadas de ser sustentadoras de redes delictivas?

 

El encubrimiento de malas acciones dentro de un partido político, como lo observado en el caso de Hernán Bermúdez Requena, no solo es una cuestión de responsabilidad moral, sino también de responsabilidad política. Los ciudadanos tienen derecho a exigir transparencia y rendición de cuentas. Un momento crítico en la política mexicana está en juego, y dependerá de la capacidad de los partidos para enfrentar sus complicidades y abogar por un verdadero cambio hacia la justicia y la ética.

 

Este dilema plantea una cuestión fundamental: ¿hasta dónde está dispuesto un partido a llegar para proteger a sus miembros? La respuesta puede definir no solo su futuro, sino también el de un país que, hasta ahora, lucha por sanar las heridas indelebles de la corrupción y la impunidad. La reflexión debe llevar a un análisis más profundo de los valores que guían la acción política en México, así como a una exigencia de cambios estructurales que impidan que situaciones como la de Bermúdez se repitan en el futuro.