Tiene razón la Senadora Ana Lilia Rivera cuando, en sus asambleas informativas realizadas en comunidades y municipios del estado, afirma que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer.
Dos hechos así lo evidencian: la elección de comités seccionales en el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y el sesgado trabajo que los órganos electorales realizan para favorecer los gobiernos en turno.
En el primer caso, la estructura oficial del partido encabezado por Marcela González Castillo se ha volcado hacia la manipulación del voto de participantes en las asambleas distritales con el objetivo de ganarlas, haciéndolo, sin embargo, bajo métodos de presión que hacen no olvidar los viejos tiempos del priismo, que cuando no ganaba arrebataba.
La entrega de dádivas y la amenaza de no entregar más apoyos gubernamentales ha sido una constante en las dos primeras semanas de iniciado el proceso anunciado en Tlaxcala el pasado 22 de julio por la lideresa nacional de Morena, Luis María Alcalde Luján, para conformar los llamados comités seccionales de defensa de la transformación.
Ha sido tan burda la actuación de los enviados por Marcela González, que existe una inconformidad manifiesta en varios de los asistentes a esas asambleas distritales.
Es claro el propósito de la dirigencia morenista: hacerse de la mayoría de los comités seccionales pensando que ello les puede favorecer en la definición de la candidatura morenista al gobierno del estado. Y, en todo caso, hacerse de esa nueva estructura de Morena para trabajar en paralelo, por si no son favorecidos con tal candidatura.
Así utiliza Marcela González su ratificación en la dirigencia del partido en Tlaxcala, a fin de beneficiar a su esposo, el alcalde de Tlaxcala, Alfonso Sánchez García. No toma en cuenta, sin embargo, que la definición no estará en manos de ella ni de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, sino de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, respaldándose del resultado de las encuestas que, dentro de los dos primeros meses de 2026, comenzarán a realizarse en territorio estatal.
Ahora bien, la manipulación de la que hace gala la dirigencia estatal morenista no es exclusiva para el caso de los comités seccionales, sino también para la actuación de los órganos electorales, solamente que en acuerdo con la titular del Ejecutivo. Hay varios ejemplos de ello, pero uno de los más escandalosos fue cuando el Tribunal Electoral de Tlaxcala (TET) le otorgó la diputación local plurinominal a Marcela González Castillo a costa de la pérdida de un distrito electoral donde era abanderada Ana Bertha Mastranzo Corona.
Una resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) tuvo que corregirle la plana al órgano encabezado por Miguel Nava Xochitiotzi.
¿Con lo anterior, de verdad, hay quien piensa que los gobiernos electorales no intervienen en los órganos electorales locales? No vayamos lejos y pongamos otro ejemplo: la unción de Esther Terova Cote como magistrada del TET fue producto de un acuerdo en el que participaron la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros y el hoy disminuido coordinador de Morena en el Senado de la República, Adán Augusto López Hernández.
¿De dónde surgió ese acuerdo? Recordemos que Lorena Cuéllar fue quien respaldó las aspiraciones presidenciales de López Hernández, convirtiéndose en una de las perdedoras del proceso interno morenista puesto en marcha, en su momento por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y en el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) las cosas no son muy diferentes. Ahí está el caso de Norberto Sánchez Briones, quien participó como consejero electoral en el proceso comicial del que salió ungida como gobernadora Lorena Cuéllar, y que ha ocupado varios cargos dentro de la administración lorenista.
Así las cosas. Quien hoy ocupa la presidencia de Morena en Tlaxcala, con el permiso de quien despacha Palacio de Gobierno, es parte de lo que no termina de morir.