Este año, Alana Saarinen cumplió 25 años. Quizás su nombre no diga mucho, pero si cuento que es una de las pocas personas en el mundo que tiene tres progenitores, seguro captaré la atención. Alana fue concebida gracias a una técnica médica en la que participaron tres personas, Sharon (mamá) y Paul Saarinen (papá), y una segunda mujer (¿mamá) que aportó genes para las mitocondrias. En pocas palabras: la ciencia encontró una forma de que una persona naciera y tuviera filiación (dijeran los abogados) de tres personas.
Casos como el de Alana muestran lo vertiginoso del avance científico. Hoy lo sorprendente no es solo lo que la ciencia logra, sino la velocidad con la que lo hace. En algún momento, incluso podríamos necesitar una pausa para asimilar tanto cambio.
Pero no todo pasa en el laboratorio: el mundo financiero también está viviendo su propia revolución. Las fintechs (empresas de tecnología financiera) buscan resolver con creatividad problemas que la banca tradicional no ha podido o no ha querido atender. Y no es algo lejano: todos hemos oído hablar de empresas como Nubank (banca digital sin comisiones), Revolut (gestión de dinero desde el celular) o Klarna (pagos a plazos en línea). Lo mismo ocurrió con startups como Airbnb, Uber o Spotify, que cambiaron por completo la manera en que viajamos, nos transportamos o escuchamos música.
En México, hay una puerta importante para los llamados modelos novedosos (financieros), o “sandbox” financieros.
¿Y qué significa esto? Básicamente, que si una empresa tiene una idea que normalmente estaría prohibida porque la ley solo permite a bancos o aseguradoras hacerla, puede pedir una autorización temporal para probar su servicio bajo la supervisión de las autoridades. Es como un permiso de ensayo, pero con clientes reales y en condiciones vigiladas.
La Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera lo explica en sus artículos 82 y 83. Ahí se establece que las empresas deben detallar su proyecto, explicar qué leyes actuales les impiden operar, mostrar cómo su idea beneficiará a los usuarios y garantizar que, si algo sale mal, sus clientes no queden desprotegidos.
Lo importante para nosotros, ciudadanos comunes, es entender que detrás de estas reglas no hay solo tecnicismos: hay una oportunidad de que México se convierta en un país donde la innovación florezca sin que eso signifique desorden o abusos. Las reglas están para cuidar al consumidor, pero también para abrirle la puerta al futuro.
En un mundo que cambia tan rápido, lo peor que podemos hacer es quedarnos pasivos. La regulación de los modelos novedosos es una apuesta para que México no solo observe cómo otros países innovan, sino que también participe, cree y lidere. Y si lo logramos, quizá el día de mañana lo novedoso no nos sorprenda tanto, porque ya estaremos acostumbrados a vivir en un país que innova con responsabilidad.